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Columnista - 24 mayo, 2021

Recordando al docente Jairo Jiménez Dangond

El escritor Ernesto Sábato aspiraba a vivir cien años (y murió faltándole pocos días para cumplirlos); decía que una de las claves de la longevidad es pensar y vivir el presente, y no meditar tanto en el futuro, porque el futuro está más cerca de la muerte. Tal vez por eso interiorizó este pensamiento de […]

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El escritor Ernesto Sábato aspiraba a vivir cien años (y murió faltándole pocos días para cumplirlos); decía que una de las claves de la longevidad es pensar y vivir el presente, y no meditar tanto en el futuro, porque el futuro está más cerca de la muerte. Tal vez por eso interiorizó este pensamiento de Jorge Luis Borges: “El tiempo es como el río que nos arrasa, pero yo soy el río; es como un tigre que nos destroza, pero yo soy el tigre; es como el fuego que nos consume, pero yo soy el fuego”.

Estas premisas de Borges, de conocer bien dificultades para vencerlas, es como si alguien dijera: “Quien piensa en la vida, la vida lo premia; quien piensa en la muerte, la muerte rápido lo alcanza”. Claro está, que todos no cuentan con la misma suerte ni los designios de Dios para vencer los avatares del tiempo y vivir los largos años de Ernesto Sábato.

Algunos viven temerosos de la muerte, porque temen al olvido; sin embargo, los que han cultivado en las praderas del amor, la fraternidad y el respeto por sus seres queridos y sus semejantes, después del viaje final, su nombre y sus buenas acciones permanecen en el corazón de sus familiares y amigos. 

Un ejemplo fehaciente, el profesor Jairo José Jiménez Dangond.  En las páginas de la memoria de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, resaltan: sus cualidades profesionales, su responsabilidad, compañerismo, liderazgo, y sus dones artísticos para la música y el buen humor.

Era nativo de Santa Marta (10 de diciembre de 1949), y llegó a Valledupar a la edad de 4 años, con sus padres, Miguel Enrique Jiménez Cudri, de Santana, y Lilia Dangond de Jiménez, de Villanueva. Su primera maestra fue María Namén, cuyo afecto compartió con Alfonso Campo, su mejor amigo de escuela y por siempre. También estudió en la Escuela Parroquial y en el Colegio Nariño. Bachiller del Loperena en 1970. Se graduó de Normalista en la Normal María Inmaculada de Manaure, licenciado en Administración Educativa de la Universidad de San Buenaventura y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas en la Universidad del Tolima.

En 1973, inicia su vida laboral en la escuela Anexa a la Escuela Industrial, y continúa en el colegio José Antonio Galán, y en 1975 director de la Mixta Guatapurí. En 1977 es nombrado supervisor de Educación de la zona de Mariangola, y luego es ascendido a jefe de Educación Especial, Preescolar y Primaria del departamento del Cesar, y después a   coordinador de Promoción Juvenil, Prevención de la Drogadicción y Uso Creativo del tiempo libre. Además, fue asesor de la Secretaría de Educación departamental y en varias ocasiones fue encargado secretario de Educación. El último cargo fue el de gerente del Plan de Modernización de la educación del Cesar, hasta el 26 de junio del 2006, cuando interno en una clínica de la ciudad su corazón se detuvo.

Jairo Jiménez Dangond no solo dejó sus huellas de excelente amigo, docente y funcionario, sino una hermosa familia: su esposa, la licenciada, Miriam Elena Fadul Dangond, y sus tres hijos, Francesco, médico; Jairo, arquitecto, y Jamir Ernesto, ingeniero civil.

Columnista
24 mayo, 2021

Recordando al docente Jairo Jiménez Dangond

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

El escritor Ernesto Sábato aspiraba a vivir cien años (y murió faltándole pocos días para cumplirlos); decía que una de las claves de la longevidad es pensar y vivir el presente, y no meditar tanto en el futuro, porque el futuro está más cerca de la muerte. Tal vez por eso interiorizó este pensamiento de […]


El escritor Ernesto Sábato aspiraba a vivir cien años (y murió faltándole pocos días para cumplirlos); decía que una de las claves de la longevidad es pensar y vivir el presente, y no meditar tanto en el futuro, porque el futuro está más cerca de la muerte. Tal vez por eso interiorizó este pensamiento de Jorge Luis Borges: “El tiempo es como el río que nos arrasa, pero yo soy el río; es como un tigre que nos destroza, pero yo soy el tigre; es como el fuego que nos consume, pero yo soy el fuego”.

Estas premisas de Borges, de conocer bien dificultades para vencerlas, es como si alguien dijera: “Quien piensa en la vida, la vida lo premia; quien piensa en la muerte, la muerte rápido lo alcanza”. Claro está, que todos no cuentan con la misma suerte ni los designios de Dios para vencer los avatares del tiempo y vivir los largos años de Ernesto Sábato.

Algunos viven temerosos de la muerte, porque temen al olvido; sin embargo, los que han cultivado en las praderas del amor, la fraternidad y el respeto por sus seres queridos y sus semejantes, después del viaje final, su nombre y sus buenas acciones permanecen en el corazón de sus familiares y amigos. 

Un ejemplo fehaciente, el profesor Jairo José Jiménez Dangond.  En las páginas de la memoria de sus familiares, amigos y compañeros de trabajo, resaltan: sus cualidades profesionales, su responsabilidad, compañerismo, liderazgo, y sus dones artísticos para la música y el buen humor.

Era nativo de Santa Marta (10 de diciembre de 1949), y llegó a Valledupar a la edad de 4 años, con sus padres, Miguel Enrique Jiménez Cudri, de Santana, y Lilia Dangond de Jiménez, de Villanueva. Su primera maestra fue María Namén, cuyo afecto compartió con Alfonso Campo, su mejor amigo de escuela y por siempre. También estudió en la Escuela Parroquial y en el Colegio Nariño. Bachiller del Loperena en 1970. Se graduó de Normalista en la Normal María Inmaculada de Manaure, licenciado en Administración Educativa de la Universidad de San Buenaventura y especialista en Gerencia de Instituciones Educativas en la Universidad del Tolima.

En 1973, inicia su vida laboral en la escuela Anexa a la Escuela Industrial, y continúa en el colegio José Antonio Galán, y en 1975 director de la Mixta Guatapurí. En 1977 es nombrado supervisor de Educación de la zona de Mariangola, y luego es ascendido a jefe de Educación Especial, Preescolar y Primaria del departamento del Cesar, y después a   coordinador de Promoción Juvenil, Prevención de la Drogadicción y Uso Creativo del tiempo libre. Además, fue asesor de la Secretaría de Educación departamental y en varias ocasiones fue encargado secretario de Educación. El último cargo fue el de gerente del Plan de Modernización de la educación del Cesar, hasta el 26 de junio del 2006, cuando interno en una clínica de la ciudad su corazón se detuvo.

Jairo Jiménez Dangond no solo dejó sus huellas de excelente amigo, docente y funcionario, sino una hermosa familia: su esposa, la licenciada, Miriam Elena Fadul Dangond, y sus tres hijos, Francesco, médico; Jairo, arquitecto, y Jamir Ernesto, ingeniero civil.