En la cultura clásica de la Helade, las sacerdotisas, doncellas o mujeres casadas, auspiciaban sacrificios rituales en los templos sagrados, con el propósito de remediar necesidades físicas y espirituales de sus protegidas, a quienes, además, enseñaban los oficios del culto religioso, la moral, las prácticas económicas y les pronunciaban los oráculos premonitorios. Lo cual prueba las […]
En la cultura clásica de la Helade, las sacerdotisas, doncellas o mujeres casadas, auspiciaban sacrificios rituales en los templos sagrados, con el propósito de remediar necesidades físicas y espirituales de sus protegidas, a quienes, además, enseñaban los oficios del culto religioso, la moral, las prácticas económicas y les pronunciaban los oráculos premonitorios. Lo cual prueba las funciones sacerdotales de las mujeres en aquella cultura. Eran, pues, excepcionales benefactoras; de sus ‘clientes’.
Traigo el tema, de manera analógica, porque en la modernidad bancaria también tenemos doncellas o mujeres casadas, como es el caso que me ocupa, cuyas excelentes capacidades profesionales ponen de relieve el género femenino. En Valledupar, afortunadamente, hemos contado y ahora mismo, con mujeres prominentes que han desempeñado con lujo de competencia los encargos bancarios, ora como directoras, ora como imprescindibles colaboradoras de ellas.
Aquí me contraigo a la magnífica personalidad de ‘Lucy’ Mejía, como cariñosamente le decimos sus amigos y los funcionarios del Banco más formalmente, doctora ‘Lucy’, quien en su condición de gerente ha dirigido la sucursal principal de Davivienda en Valledupar, por el elocuente periodo exitoso de 29 años, hasta el día 31 del mes de agosto del que corre,
Hija de un integerrimo ciudadano ingeniero valduparense ( q.e.p.d.) , cuyo nombre evoca prestigio ético en su vida privada y cuando, honrandolas, desempeñó tareas estatales, y doña Maria Teresa Naranjo de Mejía, oriunda de la connotada sociedad manizaleña. De tal manera que en la hija se cumple el sabio proverbio: de tal palo tal astilla.
La doctora Lucía se despide de Davivienda con la satisfacción del deber cumplido, acompañada por los aplausos de los directivos nacionales de la entidad y colaboradores locales, entre quienes nos encontramos los abogados y peritos avaluadores de la institución y, estoy seguro, los usuarios, quienes se sentían bien atendidos, muchas veces personalmente por ella.
Siempre se ha dicho que la vida es un misterio, pero también es cierto que en su regazo nos trajo a Cupido, el también misterioso dios del amor, sentimiento universal con el que nos arropados, nos alegramos y lloramos todo la raza humana, y su más pura manifestación es el servicio a los demás, como lo observamos en la doctora Lucía: primero en su hogar santo y después, como lo demostró con sus labores en Davivienda. Evidentemente, no sólo compartió con esmerado trato humano sus funciones con los demás empleados del banco, sino también, y de qué manera solicita, estaba disponible al servicio personalmente de los prestatarios. A los abogados y peritos de la entidad nos demandaba continuamente explicaciones respecto de los casos que se nos encomendaba. Se apersonaba de ellos y exigía con su lema: somos un equipo, trabajamos en equipo.
La sustituye, por algún tiempo, la doctora Ana Maria Blanco, samaria, directora regional de Davivienda, de cuyas óptimas cualidades a propósito, tales directivos bancarios son conscientes y por eso, ella, fue seleccionada al efecto. Bienvenida. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected]
En la cultura clásica de la Helade, las sacerdotisas, doncellas o mujeres casadas, auspiciaban sacrificios rituales en los templos sagrados, con el propósito de remediar necesidades físicas y espirituales de sus protegidas, a quienes, además, enseñaban los oficios del culto religioso, la moral, las prácticas económicas y les pronunciaban los oráculos premonitorios. Lo cual prueba las […]
En la cultura clásica de la Helade, las sacerdotisas, doncellas o mujeres casadas, auspiciaban sacrificios rituales en los templos sagrados, con el propósito de remediar necesidades físicas y espirituales de sus protegidas, a quienes, además, enseñaban los oficios del culto religioso, la moral, las prácticas económicas y les pronunciaban los oráculos premonitorios. Lo cual prueba las funciones sacerdotales de las mujeres en aquella cultura. Eran, pues, excepcionales benefactoras; de sus ‘clientes’.
Traigo el tema, de manera analógica, porque en la modernidad bancaria también tenemos doncellas o mujeres casadas, como es el caso que me ocupa, cuyas excelentes capacidades profesionales ponen de relieve el género femenino. En Valledupar, afortunadamente, hemos contado y ahora mismo, con mujeres prominentes que han desempeñado con lujo de competencia los encargos bancarios, ora como directoras, ora como imprescindibles colaboradoras de ellas.
Aquí me contraigo a la magnífica personalidad de ‘Lucy’ Mejía, como cariñosamente le decimos sus amigos y los funcionarios del Banco más formalmente, doctora ‘Lucy’, quien en su condición de gerente ha dirigido la sucursal principal de Davivienda en Valledupar, por el elocuente periodo exitoso de 29 años, hasta el día 31 del mes de agosto del que corre,
Hija de un integerrimo ciudadano ingeniero valduparense ( q.e.p.d.) , cuyo nombre evoca prestigio ético en su vida privada y cuando, honrandolas, desempeñó tareas estatales, y doña Maria Teresa Naranjo de Mejía, oriunda de la connotada sociedad manizaleña. De tal manera que en la hija se cumple el sabio proverbio: de tal palo tal astilla.
La doctora Lucía se despide de Davivienda con la satisfacción del deber cumplido, acompañada por los aplausos de los directivos nacionales de la entidad y colaboradores locales, entre quienes nos encontramos los abogados y peritos avaluadores de la institución y, estoy seguro, los usuarios, quienes se sentían bien atendidos, muchas veces personalmente por ella.
Siempre se ha dicho que la vida es un misterio, pero también es cierto que en su regazo nos trajo a Cupido, el también misterioso dios del amor, sentimiento universal con el que nos arropados, nos alegramos y lloramos todo la raza humana, y su más pura manifestación es el servicio a los demás, como lo observamos en la doctora Lucía: primero en su hogar santo y después, como lo demostró con sus labores en Davivienda. Evidentemente, no sólo compartió con esmerado trato humano sus funciones con los demás empleados del banco, sino también, y de qué manera solicita, estaba disponible al servicio personalmente de los prestatarios. A los abogados y peritos de la entidad nos demandaba continuamente explicaciones respecto de los casos que se nos encomendaba. Se apersonaba de ellos y exigía con su lema: somos un equipo, trabajamos en equipo.
La sustituye, por algún tiempo, la doctora Ana Maria Blanco, samaria, directora regional de Davivienda, de cuyas óptimas cualidades a propósito, tales directivos bancarios son conscientes y por eso, ella, fue seleccionada al efecto. Bienvenida. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected]