Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 25 febrero, 2022

Rebelándose contra el sistema

“El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Romanos 8,6 

“El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Romanos 8,6 

Queridos amigos: esta es la tercera entrega acerca del tema que hemos venido abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. Hemos dicho que, las maneras típicas de reaccionar de cara al rechazo son: Cuando buscamos ser aceptados luchando por alcanzar significado a través de nuestro desempeño o rendimientos en cualquier área. Otras veces nos damos por vencidos y cedemos al sistema, procurando amoldarnos y pasar de agache. O nos rebelamos contra el sistema y nos convertimos en amargados y criticones de todo lo establecido.

La semana anterior, compartimos sobre ceder al sistema, hoy quiero referirme al tercer grupo de personas: aquellos que se rebelan contra el sistema. Aquellos que captan exactamente la injusticia del sistema del mundo y deciden rebelarse en su contra, no cediendo al sistema procurando amoldarse y pasar desapercibidos; sino rebelándose activamente contra el sistema y convirtiéndose en amargados, criticones y solitarios, refunfuñando en contra de todo lo establecido.

Estos son los rebeldes e inadaptados que responden al rechazo creyendo que no necesitan la ayuda ni el amor de nadie, pero, muy hondo, en su alma, siguen ansiando ser aceptados y se resisten a reconocer su necesidad. El rebelde está marcado por el odio y la amargura. Tiene sentimientos encontrados con respecto a sí mismo, es irresponsable e indisciplinado. Ve a Dios como otro tirano más, alguien que trata de meterlo en el molde que le impone la sociedad. Se rebela contra Dios igual que contra todo lo demás, ve a Dios como parte de la sociedad opresora y establecida.

Esa rebeldía expresada en actitudes y conductas tiende a aislar a las personas, empujándolas a objetar el sistema que rechazan; pero la sociedad ya establecida, se siente amenazada por los juicios y críticas y procura defender lo establecido en leyes y decretos, atacando o procurando aplacar todo germen de inconformismo. 

La pregunta del millón es: ¿Habrá razones para rebelarse en contra del sistema? ¿Cuándo el sistema es injusto, gobernado por la corrupción y los intereses personales de pocos? ¿Cuándo es frío y distante, ajeno a las necesidades de la población? ¿Cuándo no es incluyente y rechazador? 

La Biblia nos exhorta a someternos a las autoridades superiores y le debemos respeto y reconocimiento a todos aquellos que están en puestos de prominencia, haciendo oraciones y rogativas por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. El límite será que no vayan en contra de la norma de las normas, que para el caso de nosotros los creyentes, son las Sagradas Escrituras. En caso de confrontación entre esos dos niveles, el divino y el humano, sigo sometido como actitud interna del corazón, pero me es lícito no obedecer ni participar. 

Mi oración es para que Dios nos dé sabiduría para vivir conforme a las normas de su reino celestial, mientras disfrutamos de las normas de esta vida terrenal.  Fuerte abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía

Columnista
25 febrero, 2022

Rebelándose contra el sistema

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Romanos 8,6 


“El ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz”. Romanos 8,6 

Queridos amigos: esta es la tercera entrega acerca del tema que hemos venido abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. Hemos dicho que, las maneras típicas de reaccionar de cara al rechazo son: Cuando buscamos ser aceptados luchando por alcanzar significado a través de nuestro desempeño o rendimientos en cualquier área. Otras veces nos damos por vencidos y cedemos al sistema, procurando amoldarnos y pasar de agache. O nos rebelamos contra el sistema y nos convertimos en amargados y criticones de todo lo establecido.

La semana anterior, compartimos sobre ceder al sistema, hoy quiero referirme al tercer grupo de personas: aquellos que se rebelan contra el sistema. Aquellos que captan exactamente la injusticia del sistema del mundo y deciden rebelarse en su contra, no cediendo al sistema procurando amoldarse y pasar desapercibidos; sino rebelándose activamente contra el sistema y convirtiéndose en amargados, criticones y solitarios, refunfuñando en contra de todo lo establecido.

Estos son los rebeldes e inadaptados que responden al rechazo creyendo que no necesitan la ayuda ni el amor de nadie, pero, muy hondo, en su alma, siguen ansiando ser aceptados y se resisten a reconocer su necesidad. El rebelde está marcado por el odio y la amargura. Tiene sentimientos encontrados con respecto a sí mismo, es irresponsable e indisciplinado. Ve a Dios como otro tirano más, alguien que trata de meterlo en el molde que le impone la sociedad. Se rebela contra Dios igual que contra todo lo demás, ve a Dios como parte de la sociedad opresora y establecida.

Esa rebeldía expresada en actitudes y conductas tiende a aislar a las personas, empujándolas a objetar el sistema que rechazan; pero la sociedad ya establecida, se siente amenazada por los juicios y críticas y procura defender lo establecido en leyes y decretos, atacando o procurando aplacar todo germen de inconformismo. 

La pregunta del millón es: ¿Habrá razones para rebelarse en contra del sistema? ¿Cuándo el sistema es injusto, gobernado por la corrupción y los intereses personales de pocos? ¿Cuándo es frío y distante, ajeno a las necesidades de la población? ¿Cuándo no es incluyente y rechazador? 

La Biblia nos exhorta a someternos a las autoridades superiores y le debemos respeto y reconocimiento a todos aquellos que están en puestos de prominencia, haciendo oraciones y rogativas por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. El límite será que no vayan en contra de la norma de las normas, que para el caso de nosotros los creyentes, son las Sagradas Escrituras. En caso de confrontación entre esos dos niveles, el divino y el humano, sigo sometido como actitud interna del corazón, pero me es lícito no obedecer ni participar. 

Mi oración es para que Dios nos dé sabiduría para vivir conforme a las normas de su reino celestial, mientras disfrutamos de las normas de esta vida terrenal.  Fuerte abrazo en Cristo.

Por Valerio Mejía