Mi razón no es la razón. La razón es el compendio general de los pensamientos que encajan dentro de las normas de una sociedad, por tal motivo, solo se tendrá la razón cuando se es justo, tanto consigo mismo como con las leyes del universo que le rodean y si entonces mi razón encaja allí, […]
Mi razón no es la razón. La razón es el compendio general de los pensamientos que encajan dentro de las normas de una sociedad, por tal motivo, solo se tendrá la razón cuando se es justo, tanto consigo mismo como con las leyes del universo que le rodean y si entonces mi razón encaja allí, será la razón.
La razón es la afinidad del entendimiento con la verdad y la verdad solo la tiene quien se rige por los cánones naturales que están amarrados al bien común.
La razón matemática es la relación perfecta entre dos o más números; la razón filosófica es la relación de una idea con la verdad; la razón histórica es la relación de los hechos y aconteceres con la disciplina sociológica; pero la razón política nunca gozará de los atributos anteriores si no es manejada con criterio de justicia social.
Analizar e interpretar la razón para los grandes pensadores de la humanidad no ha sido nada fácil, pues al tropezar con la realidad se tuercen las ideas, si estas no cumplen con sus ciclos y controles reiterativos.
El desorden tiene su fundamento en la confusión entre la ley y el orden, entre el reclamante y el aplicador de la ley, entre el caprichoso inconforme en busca del poder sin sentido y el que quiere que la ley y el orden prevalezcan y dominen.
¿Pero entonces quienes tienen la razón?
Los tontos no, pues la tontería es una estupidez por la falta de sentido e inteligencia y no dará la debida importancia a los hechos y temas relevantes.
El ocioso menos, pues este ni siquiera piensa por estar pendiente de la nada.
El prepotente lo atormenta el poder de dominio y la soberbia.
El intelectual amarrado a sus teorías se vuelve egoísta frente a las ideas innovadoras.
Ante el seudo revolucionario la razón la tendrá el vandalismo y no el defensor de la ley y en la opinión pública solo tendrá la razón aquel que más se acomode a nuestros intereses.
Entonces la clase política nunca tendrá la razón si sus programas políticos no se elaboran, predican y practican bajo los preceptos del sentido social, de la democracia participativa y distributiva, y bajo la consigna permanente de la honestidad; y he aquí mi conclusión, …… A la clase política en general le falta mucho para tener la razón.
Para lograr entonces buscar la razón y saber en dónde está, localicemos al ecuánime, el de entereza de carácter, el que ama a su gente por encima de muchas instancias, el que piensa que el dinero es bueno siempre y cuando se consiga con dignidad y se use para el bienestar común, en fin, solo la razón está en el hombre sensato y solo allí se debe buscar. Por ello es conveniente que para mejorar en forma permanente nuestros sistemas sociales, en la clase política que elijamos, se piense en el que abrigue este atributo: la sensatez.
Solo al sensato se le da la razón en primera instancia, casi que sin necesidad de escucharlo.
La sensatez acierta sin mayor esfuerzo. En nuestras próximas elecciones ojalá pensemos en el voto castigo si no encontramos sensatos que le den el sentido social a la vida que merecemos.
¡Pongamos a funcionar el uso de la razón…, que no es otra cosa que la condición necesaria, no del todo suficiente, para que una concepción del hombre pueda ser considerada como acto humano, pero tengamos en cuenta que la razón cuando busca la perfección se puede confundir con la locura!
Mi razón no es la razón. La razón es el compendio general de los pensamientos que encajan dentro de las normas de una sociedad, por tal motivo, solo se tendrá la razón cuando se es justo, tanto consigo mismo como con las leyes del universo que le rodean y si entonces mi razón encaja allí, […]
Mi razón no es la razón. La razón es el compendio general de los pensamientos que encajan dentro de las normas de una sociedad, por tal motivo, solo se tendrá la razón cuando se es justo, tanto consigo mismo como con las leyes del universo que le rodean y si entonces mi razón encaja allí, será la razón.
La razón es la afinidad del entendimiento con la verdad y la verdad solo la tiene quien se rige por los cánones naturales que están amarrados al bien común.
La razón matemática es la relación perfecta entre dos o más números; la razón filosófica es la relación de una idea con la verdad; la razón histórica es la relación de los hechos y aconteceres con la disciplina sociológica; pero la razón política nunca gozará de los atributos anteriores si no es manejada con criterio de justicia social.
Analizar e interpretar la razón para los grandes pensadores de la humanidad no ha sido nada fácil, pues al tropezar con la realidad se tuercen las ideas, si estas no cumplen con sus ciclos y controles reiterativos.
El desorden tiene su fundamento en la confusión entre la ley y el orden, entre el reclamante y el aplicador de la ley, entre el caprichoso inconforme en busca del poder sin sentido y el que quiere que la ley y el orden prevalezcan y dominen.
¿Pero entonces quienes tienen la razón?
Los tontos no, pues la tontería es una estupidez por la falta de sentido e inteligencia y no dará la debida importancia a los hechos y temas relevantes.
El ocioso menos, pues este ni siquiera piensa por estar pendiente de la nada.
El prepotente lo atormenta el poder de dominio y la soberbia.
El intelectual amarrado a sus teorías se vuelve egoísta frente a las ideas innovadoras.
Ante el seudo revolucionario la razón la tendrá el vandalismo y no el defensor de la ley y en la opinión pública solo tendrá la razón aquel que más se acomode a nuestros intereses.
Entonces la clase política nunca tendrá la razón si sus programas políticos no se elaboran, predican y practican bajo los preceptos del sentido social, de la democracia participativa y distributiva, y bajo la consigna permanente de la honestidad; y he aquí mi conclusión, …… A la clase política en general le falta mucho para tener la razón.
Para lograr entonces buscar la razón y saber en dónde está, localicemos al ecuánime, el de entereza de carácter, el que ama a su gente por encima de muchas instancias, el que piensa que el dinero es bueno siempre y cuando se consiga con dignidad y se use para el bienestar común, en fin, solo la razón está en el hombre sensato y solo allí se debe buscar. Por ello es conveniente que para mejorar en forma permanente nuestros sistemas sociales, en la clase política que elijamos, se piense en el que abrigue este atributo: la sensatez.
Solo al sensato se le da la razón en primera instancia, casi que sin necesidad de escucharlo.
La sensatez acierta sin mayor esfuerzo. En nuestras próximas elecciones ojalá pensemos en el voto castigo si no encontramos sensatos que le den el sentido social a la vida que merecemos.
¡Pongamos a funcionar el uso de la razón…, que no es otra cosa que la condición necesaria, no del todo suficiente, para que una concepción del hombre pueda ser considerada como acto humano, pero tengamos en cuenta que la razón cuando busca la perfección se puede confundir con la locura!