Por varios días se rumoró que el próximo homenaje que rendiría la FFLV recaería entre Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate; tamaño dilema; quizás pocos tan merecedores de este galardón como ellos y cualquiera que hubiesen escogido, la mayoría de los que sentimos este jirón cultural, nos habríamos sentido satisfechos. Raro es el vallenato auténtico que […]
Por varios días se rumoró que el próximo homenaje que rendiría la FFLV recaería entre Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate; tamaño dilema; quizás pocos tan merecedores de este galardón como ellos y cualquiera que hubiesen escogido, la mayoría de los que sentimos este jirón cultural, nos habríamos sentido satisfechos. Raro es el vallenato auténtico que no haya tarareado y/o bailado alguna estrofa de estos dos grandes exponentes del folclor.
A Alfredo lo hemos escuchado desde hace 60 años y con la fuerza de su interpretación llevó al acetato las mejores canciones de Fredy Molina, de Samuelito Martínez, de Escalona, Diomedes, Gustavo Gutiérrez y muchos más. El Jilguero de América, más de 50 años llevando su melodiosa y portentosa garganta a todos los rincones del país y del exterior, con las canciones de los mejores compositores del Cesar y de La Guajira.
Ellos ayudaron a construir este portento musical, hoy patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad. Aquí hubo un gana-gana: el folclor se esparció por el mundo y ellos se beneficiaron profesionalmente. En las décadas de los 60 y 70, ellos dos copaban casi todo el pentagrama del vallenato, ninguna fiesta podía prescindir de ellos. Sin embargo, no calificaron para esta presea llamada “homenaje”.
¡Qué ingratitud para estos dos adalides del arte musical! Es como cortarle los pezones a quién lo ha amantado a uno. Desconozco la plantilla para medir las condiciones que hacen meritorio a un folclorista obtener este galardón. Supongo que podrían ser la capacidad de interpretación digital o vocal, la profusión y divulgación eficaz de los aires del vallenato puro, la vigencia, perdurabilidad y calidad de sus composiciones en caso de ser autor, la permanencia temporal ejerciendo exitosamente esta profesión, etc.
Tampoco conozco los criterios que tuvo la junta de la FFLV para abandonar la supuesta idea inicial y concluir escogiendo a Carlos Vives, a quién hay que reconocerle sus méritos artísticos y publicitarios así como su facilidad para conseguir patrocinadores; hace un buen show, es carismático, sencillo y humilde, pero el vallenato no se debe a CV sino todo lo contrario; CV comenzó cantando baladas y rock; al final triunfó pero sobre las partituras del vallenato, tras el lanzamiento que le hizo una novela. Aquí se le apareció la virgen. Grabó los clásicos del vallenato y es, tal vez, lo único que pueda considerarse como tal en este género; pese a ese éxito, no persistió, y estuvo atraído por otros géneros interpretados con acordeón y con algunas mezclas. Sus composiciones no son vallenatas y su falta de continuidad lo mantuvo alejado durante ocho años de las preferencias musicales, casi al borde del retiro. Su aporte al género no lo veo claro, hoy por hoy no está ni componiendo ni divulgando vallenato raizal que es lo que, supongo, persigue la FFLV.
Entonces, ¿qué motivó a los dueños del folclor a desconocer a estas dos egregias figuras? ¿Acaso, no tiene suficientes méritos ser tri-rey de la leyenda? Contra Alfredo tuvieron que legislar para que no siguiera ganando. ¿Acaso no tiene Jorge Oñate los méritos siendo el mejor intérprete de los mejores compositores? ¿Serán convidados de piedra los miembros de la junta directiva de la FFLV, diferentes a su presidente? Es vergonzoso que un folclorista de quilates como Rosendo Romero defienda esta designación. Tampoco Naín Ruiz, otro conocedor del tema, fue claro en sus conceptos: una vela a Dios y otra al diablo. El pueblo vallenato debería hacerle el más grande homenaje paralelo a estos dos gigantes del folclor; sería la mejor protesta contra la autarquía. La verdad es que esta designación debería hacerla el pueblo ya que este es accionista del Parque de la Leyenda, un bien público.
Luis Napoleón de Armas P.
Por varios días se rumoró que el próximo homenaje que rendiría la FFLV recaería entre Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate; tamaño dilema; quizás pocos tan merecedores de este galardón como ellos y cualquiera que hubiesen escogido, la mayoría de los que sentimos este jirón cultural, nos habríamos sentido satisfechos. Raro es el vallenato auténtico que […]
Por varios días se rumoró que el próximo homenaje que rendiría la FFLV recaería entre Alfredo Gutiérrez y Jorge Oñate; tamaño dilema; quizás pocos tan merecedores de este galardón como ellos y cualquiera que hubiesen escogido, la mayoría de los que sentimos este jirón cultural, nos habríamos sentido satisfechos. Raro es el vallenato auténtico que no haya tarareado y/o bailado alguna estrofa de estos dos grandes exponentes del folclor.
A Alfredo lo hemos escuchado desde hace 60 años y con la fuerza de su interpretación llevó al acetato las mejores canciones de Fredy Molina, de Samuelito Martínez, de Escalona, Diomedes, Gustavo Gutiérrez y muchos más. El Jilguero de América, más de 50 años llevando su melodiosa y portentosa garganta a todos los rincones del país y del exterior, con las canciones de los mejores compositores del Cesar y de La Guajira.
Ellos ayudaron a construir este portento musical, hoy patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad. Aquí hubo un gana-gana: el folclor se esparció por el mundo y ellos se beneficiaron profesionalmente. En las décadas de los 60 y 70, ellos dos copaban casi todo el pentagrama del vallenato, ninguna fiesta podía prescindir de ellos. Sin embargo, no calificaron para esta presea llamada “homenaje”.
¡Qué ingratitud para estos dos adalides del arte musical! Es como cortarle los pezones a quién lo ha amantado a uno. Desconozco la plantilla para medir las condiciones que hacen meritorio a un folclorista obtener este galardón. Supongo que podrían ser la capacidad de interpretación digital o vocal, la profusión y divulgación eficaz de los aires del vallenato puro, la vigencia, perdurabilidad y calidad de sus composiciones en caso de ser autor, la permanencia temporal ejerciendo exitosamente esta profesión, etc.
Tampoco conozco los criterios que tuvo la junta de la FFLV para abandonar la supuesta idea inicial y concluir escogiendo a Carlos Vives, a quién hay que reconocerle sus méritos artísticos y publicitarios así como su facilidad para conseguir patrocinadores; hace un buen show, es carismático, sencillo y humilde, pero el vallenato no se debe a CV sino todo lo contrario; CV comenzó cantando baladas y rock; al final triunfó pero sobre las partituras del vallenato, tras el lanzamiento que le hizo una novela. Aquí se le apareció la virgen. Grabó los clásicos del vallenato y es, tal vez, lo único que pueda considerarse como tal en este género; pese a ese éxito, no persistió, y estuvo atraído por otros géneros interpretados con acordeón y con algunas mezclas. Sus composiciones no son vallenatas y su falta de continuidad lo mantuvo alejado durante ocho años de las preferencias musicales, casi al borde del retiro. Su aporte al género no lo veo claro, hoy por hoy no está ni componiendo ni divulgando vallenato raizal que es lo que, supongo, persigue la FFLV.
Entonces, ¿qué motivó a los dueños del folclor a desconocer a estas dos egregias figuras? ¿Acaso, no tiene suficientes méritos ser tri-rey de la leyenda? Contra Alfredo tuvieron que legislar para que no siguiera ganando. ¿Acaso no tiene Jorge Oñate los méritos siendo el mejor intérprete de los mejores compositores? ¿Serán convidados de piedra los miembros de la junta directiva de la FFLV, diferentes a su presidente? Es vergonzoso que un folclorista de quilates como Rosendo Romero defienda esta designación. Tampoco Naín Ruiz, otro conocedor del tema, fue claro en sus conceptos: una vela a Dios y otra al diablo. El pueblo vallenato debería hacerle el más grande homenaje paralelo a estos dos gigantes del folclor; sería la mejor protesta contra la autarquía. La verdad es que esta designación debería hacerla el pueblo ya que este es accionista del Parque de la Leyenda, un bien público.
Luis Napoleón de Armas P.