Son muchos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia y todos tienen entre sus objetivos promover, resaltar y rescatar las tradiciones culturales y la música folclórica de la región, así como impulsar y servir de vitrina para aquellos artistas locales que quieran proyectarse en el mercado nacional. En estos festivales hay un rol complejo e ingrato como ninguno, al que extrañamente muchos se ofrecen y por el que hasta pelean: es el de jurado calificador.
Son muchos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia y todos tienen entre sus objetivos promover, resaltar y rescatar las tradiciones culturales y la música folclórica de la región, así como impulsar y servir de vitrina para aquellos artistas locales que quieran proyectarse en el mercado nacional. En estos festivales hay un rol complejo e ingrato como ninguno, al que extrañamente muchos se ofrecen y por el que hasta pelean: es el de jurado calificador.
Pienso que ser jurado en un concurso de música vallenata es bastante difícil, pero especialmente es un oficio del que casi siempre se sale mal librado. En cualquier concurso musical todos los participantes se creen con los méritos para alzarse con el premio mayor, con el agravante que el ganador es uno solo, es decir, que si los participantes son 10 siempre van a quedar 9 inconformes y estos últimos siempre van a tildar de vendido, de imparcial o de pícaro al jurado.
Ser jurado en estas competencias de acordeón, canciones, voz o piqueria es de una parte un honor, en la medida en que con esa designación se te está reconociendo un conocimiento y una experticia, sin embargo, son tal vez mayores los agravios a los que te sometes por parte tanto del público no conforme con los resultados, como de los perdedores, sin duda hay que pensarlo dos veces para aceptar esta responsabilidad.
El oficio de jurado de festivales se ha ido desvalorizando con el tiempo y la principal causa es la corrupción al interior de estas competencias, sé que muchos de mis amigos y lectores no comparten la tesis que hace rato vengo defendiendo y es que una persona que se ofrece insistentemente para desempeñar esta tarea, en la mayoría de los casos, sin ninguna remuneración, no es de confiar.
En algunos festivales de los que he asistido recientemente he visto como antes de iniciar un concurso los organizadores, de una parte, buscan afanosamente quién les colabora como jurado, pero de otra también he visto a participantes buscando a sus propios jueces y por supuesto haciéndoles ofertas de coimas y prebendas.
Sé que algunos festivales vallenatos han optado por remunerar el oficio de jurado y prácticamente contratan con antelación al grupo de expertos en la materia, algunos de los cuales una vez les confirman esa designación inician negociaciones con los inscritos y cuando llega el concurso ya todo está arreglado. Es decir que esos inescrupulosos ganan por doble vía.
Hay también dificultad para elegir jurado de manera sorpresiva, porque he visto como algunos participantes antes de cada concurso van detrás de los organizadores a ver a quién le proponen ser jurado para de inmediato abordarlo y hacerle ofrecimientos económicos, en algunos casos hasta con pagos anticipados.
Con tanto desprestigio que tiene el oficio de jurado de festivales no entiendo la causa por la que muchos se meten por los ojos para hacer esa tarea, no obstante, reconozco que hay también muchísima gente incorruptible dispuesta a sacrificar su buen nombre solo a cambio de impartir verdadera justicia.
COLOFÓN: Este domingo 30 de junio se cierran las inscripciones para todos los concursos de la versión 32 del Festival de Canciones Samuel Martínez de La Loma, Cesar, y la participación ha sido masiva, lo que se ve venir es una especie de concurso rey de reyes anticipada, por la cantidad de acordeoneros profesionales reyes vallenatos que se han inscrito. Competencia para alquilar balcón en la plaza de La Loma.
Por Jorge Naín Ruiz Ditta
Son muchos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia y todos tienen entre sus objetivos promover, resaltar y rescatar las tradiciones culturales y la música folclórica de la región, así como impulsar y servir de vitrina para aquellos artistas locales que quieran proyectarse en el mercado nacional. En estos festivales hay un rol complejo e ingrato como ninguno, al que extrañamente muchos se ofrecen y por el que hasta pelean: es el de jurado calificador.
Son muchos los festivales vallenatos que se realizan en Colombia y todos tienen entre sus objetivos promover, resaltar y rescatar las tradiciones culturales y la música folclórica de la región, así como impulsar y servir de vitrina para aquellos artistas locales que quieran proyectarse en el mercado nacional. En estos festivales hay un rol complejo e ingrato como ninguno, al que extrañamente muchos se ofrecen y por el que hasta pelean: es el de jurado calificador.
Pienso que ser jurado en un concurso de música vallenata es bastante difícil, pero especialmente es un oficio del que casi siempre se sale mal librado. En cualquier concurso musical todos los participantes se creen con los méritos para alzarse con el premio mayor, con el agravante que el ganador es uno solo, es decir, que si los participantes son 10 siempre van a quedar 9 inconformes y estos últimos siempre van a tildar de vendido, de imparcial o de pícaro al jurado.
Ser jurado en estas competencias de acordeón, canciones, voz o piqueria es de una parte un honor, en la medida en que con esa designación se te está reconociendo un conocimiento y una experticia, sin embargo, son tal vez mayores los agravios a los que te sometes por parte tanto del público no conforme con los resultados, como de los perdedores, sin duda hay que pensarlo dos veces para aceptar esta responsabilidad.
El oficio de jurado de festivales se ha ido desvalorizando con el tiempo y la principal causa es la corrupción al interior de estas competencias, sé que muchos de mis amigos y lectores no comparten la tesis que hace rato vengo defendiendo y es que una persona que se ofrece insistentemente para desempeñar esta tarea, en la mayoría de los casos, sin ninguna remuneración, no es de confiar.
En algunos festivales de los que he asistido recientemente he visto como antes de iniciar un concurso los organizadores, de una parte, buscan afanosamente quién les colabora como jurado, pero de otra también he visto a participantes buscando a sus propios jueces y por supuesto haciéndoles ofertas de coimas y prebendas.
Sé que algunos festivales vallenatos han optado por remunerar el oficio de jurado y prácticamente contratan con antelación al grupo de expertos en la materia, algunos de los cuales una vez les confirman esa designación inician negociaciones con los inscritos y cuando llega el concurso ya todo está arreglado. Es decir que esos inescrupulosos ganan por doble vía.
Hay también dificultad para elegir jurado de manera sorpresiva, porque he visto como algunos participantes antes de cada concurso van detrás de los organizadores a ver a quién le proponen ser jurado para de inmediato abordarlo y hacerle ofrecimientos económicos, en algunos casos hasta con pagos anticipados.
Con tanto desprestigio que tiene el oficio de jurado de festivales no entiendo la causa por la que muchos se meten por los ojos para hacer esa tarea, no obstante, reconozco que hay también muchísima gente incorruptible dispuesta a sacrificar su buen nombre solo a cambio de impartir verdadera justicia.
COLOFÓN: Este domingo 30 de junio se cierran las inscripciones para todos los concursos de la versión 32 del Festival de Canciones Samuel Martínez de La Loma, Cesar, y la participación ha sido masiva, lo que se ve venir es una especie de concurso rey de reyes anticipada, por la cantidad de acordeoneros profesionales reyes vallenatos que se han inscrito. Competencia para alquilar balcón en la plaza de La Loma.
Por Jorge Naín Ruiz Ditta