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Columnista - 2 mayo, 2021

¿Qué tanto es lo que celebra la gente? ¿Existen suficientes motivos para estar alegres?

En pleno pico elevado de la pandemia, que día tras día presume de manera silenciosa e inmisericorde de la cantidad de muertos, oquedad y niños abandonados a su suerte por la pérdida de sus padres y seres queridos, condenándolos de esta manera a padecer un futuro más incierto que el que ya de por sí […]

Boton Wpp

En pleno pico elevado de la pandemia, que día tras día presume de manera silenciosa e inmisericorde de la cantidad de muertos, oquedad y niños abandonados a su suerte por la pérdida de sus padres y seres queridos, condenándolos de esta manera a padecer un futuro más incierto que el que ya de por sí les había tocado vivir, la gran mayoría de los colombianos vemos indignados diariamente la cantidad de personas que de una u otra forma se las ingenian para violar las medidas de prevención y organizar una cantidad de fiestas públicas y privadas.

Dice una canción vallenata: “Cómo cambian los tiempos, y ni siquiera nos damos cuenta…”. ¿Será que no nos damos cuenta de la cantidad de gente que está falleciendo diariamente? El que no ha perdido a un familiar ha perdido a un compadre, a un vecino, a un conocido, a un compañero de trabajo o a sus mejores amigos de infancia y de toda la vida, con los que jugaron y corrieron por las calles de sus barrios, de su comunidad. 

Recuerdo cuando era niño que la muerte de un familiar, vecino o amigo, era motivo de tristeza, de respeto, de silencio absoluto, nadie colocaba música en el barrio, se sentía la perdida de aquel ser, inclusive, hasta el color de la ropa cambiaba de manera automática y vertiginosa demostrándole a los deudos que no estaban solos.

“Nos unimos al dolor de ustedes”, era la expresión que escuchábamos de nuestros padres. Pero los tiempos han cambiado tanto que en plena desgracia humanitaria generada por el covid-19 y sus más de 50 variantes, ese tipo de sentimientos han desaparecido para darle lugar a las fiestas y celebraciones sin importar el dolor ajeno ni su propia vida.

¿Será que la existencia de este mortal virus ha venido a cambiar las costumbres y tradiciones ancestrales e imponernos una nueva moda? ¿Será que  la alegría esbozada en las parrandas y celebraciones es la nueva expresión de afecto? 

El ser humano se enfrenta a una situación compleja y difícil, por la cual le pedimos diariamente a Dios para que a todos nos aleje del virus, ¿pero qué estamos haciendo para facilitarle las cosas a él? ¿Qué estamos haciendo para alejar de nuestras vidas al mortal virus? ¿Será que en una parranda y en medio de tanta aglomeración se podrán utilizar en forma adecuada las medidas de bioseguridad, el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos? ¿Estará un borracho en capacidad de usar el tapabocas?

Ya hasta las campanas han perdido su brillo, y su sonido ya no produce la misma sensación extraña y melancólica que ocasionaba en otras épocas. Claro que los tiempos han cambiado. Cada vez que veo ese lazo negro acompañado de la foto de un amigo y luego observo las fotos y videos de tantas personas aglomeradas en parrandas y manifestaciones me envuelve la indignación y el desespero al ver cómo puede existir tanta gente transportando y diseminando el virus de parranda en parranda de manera irresponsable e indolente. Protégete y protégenos.

Columnista
2 mayo, 2021

¿Qué tanto es lo que celebra la gente? ¿Existen suficientes motivos para estar alegres?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gabriel Dario Serna Gomez

En pleno pico elevado de la pandemia, que día tras día presume de manera silenciosa e inmisericorde de la cantidad de muertos, oquedad y niños abandonados a su suerte por la pérdida de sus padres y seres queridos, condenándolos de esta manera a padecer un futuro más incierto que el que ya de por sí […]


En pleno pico elevado de la pandemia, que día tras día presume de manera silenciosa e inmisericorde de la cantidad de muertos, oquedad y niños abandonados a su suerte por la pérdida de sus padres y seres queridos, condenándolos de esta manera a padecer un futuro más incierto que el que ya de por sí les había tocado vivir, la gran mayoría de los colombianos vemos indignados diariamente la cantidad de personas que de una u otra forma se las ingenian para violar las medidas de prevención y organizar una cantidad de fiestas públicas y privadas.

Dice una canción vallenata: “Cómo cambian los tiempos, y ni siquiera nos damos cuenta…”. ¿Será que no nos damos cuenta de la cantidad de gente que está falleciendo diariamente? El que no ha perdido a un familiar ha perdido a un compadre, a un vecino, a un conocido, a un compañero de trabajo o a sus mejores amigos de infancia y de toda la vida, con los que jugaron y corrieron por las calles de sus barrios, de su comunidad. 

Recuerdo cuando era niño que la muerte de un familiar, vecino o amigo, era motivo de tristeza, de respeto, de silencio absoluto, nadie colocaba música en el barrio, se sentía la perdida de aquel ser, inclusive, hasta el color de la ropa cambiaba de manera automática y vertiginosa demostrándole a los deudos que no estaban solos.

“Nos unimos al dolor de ustedes”, era la expresión que escuchábamos de nuestros padres. Pero los tiempos han cambiado tanto que en plena desgracia humanitaria generada por el covid-19 y sus más de 50 variantes, ese tipo de sentimientos han desaparecido para darle lugar a las fiestas y celebraciones sin importar el dolor ajeno ni su propia vida.

¿Será que la existencia de este mortal virus ha venido a cambiar las costumbres y tradiciones ancestrales e imponernos una nueva moda? ¿Será que  la alegría esbozada en las parrandas y celebraciones es la nueva expresión de afecto? 

El ser humano se enfrenta a una situación compleja y difícil, por la cual le pedimos diariamente a Dios para que a todos nos aleje del virus, ¿pero qué estamos haciendo para facilitarle las cosas a él? ¿Qué estamos haciendo para alejar de nuestras vidas al mortal virus? ¿Será que en una parranda y en medio de tanta aglomeración se podrán utilizar en forma adecuada las medidas de bioseguridad, el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos? ¿Estará un borracho en capacidad de usar el tapabocas?

Ya hasta las campanas han perdido su brillo, y su sonido ya no produce la misma sensación extraña y melancólica que ocasionaba en otras épocas. Claro que los tiempos han cambiado. Cada vez que veo ese lazo negro acompañado de la foto de un amigo y luego observo las fotos y videos de tantas personas aglomeradas en parrandas y manifestaciones me envuelve la indignación y el desespero al ver cómo puede existir tanta gente transportando y diseminando el virus de parranda en parranda de manera irresponsable e indolente. Protégete y protégenos.