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Editorial - 15 agosto, 2020

¡Que la violencia no nos llegue al valle!

El fenómeno de la violencia de manera silenciosa viene resonando en el departamento del Cesar. Se ha registrado la muerte de 2 líderes sociales en esta región a manos de presuntos grupos armados, que quieren arroparse en alguna cobija política; violencia al fin, para nada justificada.

El fenómeno de la violencia de manera silenciosa viene resonando en el departamento del Cesar. Se ha registrado la muerte de 2 líderes sociales en esta región a manos de presuntos grupos armados, que quieren arroparse en alguna cobija política; violencia al fin, para nada justificada.

A pesar de que la desmovilización y reincorporación de las FARC ha sido en el ámbito regional, desde el centro de El Cesar hasta la media Guajira, un éxito -no se ha presentado en los últimos 7 años ningún combate, atentado, asalto, extorsión, secuestro o sabotaje atribuido a esa organización; y por lo visto tampoco a su radical disidencia- de manera escalonada se vienen presentando secuestros en especial en el sur del Cesar, donde hay una indiscutible presencia histórica del ELN en zona montañosa del Perijá, contigua y vinculada a esa atormentada región nortesantandereana del Catatumbo, que registra un crecimiento inusitado de cultivos ilícitos de coca. Los ‘elenos’ tienen facilidad para organizar reductos que bajan a lo plano y rápidamente huyen sin que Ejército y Policía puedan hacer nada.

El más reciente plagio ocurrió hace dos días y por las características del mismo todo indica que fueron insurgentes del ELN. Haciéndose pasar por miembros del Gaula, se llevaron, con rumbo desconocido al ganadero José Herrera Orozco, de su finca en jurisdicción de Pailitas.

Con todo esto la mente se traslada a esa violencia que se vivió hace más de 18 años, cuando las FARC, las AUC y el propio ELN, secuestraban, asesinaban, traficaban en todo el territorio colombiano. Nadie quiere que regresen esas absurdas épocas. Los organismos de seguridad e inteligencia del Estado deben ser presurosos y controlar esa situación; lo que haya que hacerse en el marco de la legalidad debe hacerse. Con el caso del ganadero de Pailitas ya serían tres los secuestrados en este 2020, uno de estos murió asesinado en cautiverio precisamente en esa frontera con Norte de Santander.

Segura y tristemente superaremos la cifra frente al 2019 cuando cuatro personas fueron secuestradas. A esto hay que hacerle frente de manera urgente o los campos serán abandonados porque sus dueños ya no podrán visitarlos y nuestra vocación agrícola y económica, ya lánguida por la covid-19 se irá al piso.

También reiteramos que debe hacerse un mayor esfuerzo investigativo y policial contra el robo de ganado (abigeato).

También procurar que zonas antes deprimidas económicamente, como la de Verdecia y Cuatro Vientos, ahora en un resurgir por el establecimiento de plantaciones bananeras que ya están generando importantes empleos en aquellos pueblos y en El Vallito y Guaimaral, tengan un real acompañamiento de seguridad y tranquilidad por parte de la Policía Nacional.

Que la violencia no nos llegue al valle,
muere la calma aquí en la tierra mía.
El pueblo triste, se llenó de ausencia
mi viejo valle, que melancolía.

Ahí lo expresó en el pentagrama vallenato Gustavo Gutiérrez y no se refería exclusivamente a la ciudad de Valledupar, el sentimiento del cantautor es un lamento nacional que traspasó las fronteras del Cesar.

Editorial
15 agosto, 2020

¡Que la violencia no nos llegue al valle!

El fenómeno de la violencia de manera silenciosa viene resonando en el departamento del Cesar. Se ha registrado la muerte de 2 líderes sociales en esta región a manos de presuntos grupos armados, que quieren arroparse en alguna cobija política; violencia al fin, para nada justificada.


El fenómeno de la violencia de manera silenciosa viene resonando en el departamento del Cesar. Se ha registrado la muerte de 2 líderes sociales en esta región a manos de presuntos grupos armados, que quieren arroparse en alguna cobija política; violencia al fin, para nada justificada.

A pesar de que la desmovilización y reincorporación de las FARC ha sido en el ámbito regional, desde el centro de El Cesar hasta la media Guajira, un éxito -no se ha presentado en los últimos 7 años ningún combate, atentado, asalto, extorsión, secuestro o sabotaje atribuido a esa organización; y por lo visto tampoco a su radical disidencia- de manera escalonada se vienen presentando secuestros en especial en el sur del Cesar, donde hay una indiscutible presencia histórica del ELN en zona montañosa del Perijá, contigua y vinculada a esa atormentada región nortesantandereana del Catatumbo, que registra un crecimiento inusitado de cultivos ilícitos de coca. Los ‘elenos’ tienen facilidad para organizar reductos que bajan a lo plano y rápidamente huyen sin que Ejército y Policía puedan hacer nada.

El más reciente plagio ocurrió hace dos días y por las características del mismo todo indica que fueron insurgentes del ELN. Haciéndose pasar por miembros del Gaula, se llevaron, con rumbo desconocido al ganadero José Herrera Orozco, de su finca en jurisdicción de Pailitas.

Con todo esto la mente se traslada a esa violencia que se vivió hace más de 18 años, cuando las FARC, las AUC y el propio ELN, secuestraban, asesinaban, traficaban en todo el territorio colombiano. Nadie quiere que regresen esas absurdas épocas. Los organismos de seguridad e inteligencia del Estado deben ser presurosos y controlar esa situación; lo que haya que hacerse en el marco de la legalidad debe hacerse. Con el caso del ganadero de Pailitas ya serían tres los secuestrados en este 2020, uno de estos murió asesinado en cautiverio precisamente en esa frontera con Norte de Santander.

Segura y tristemente superaremos la cifra frente al 2019 cuando cuatro personas fueron secuestradas. A esto hay que hacerle frente de manera urgente o los campos serán abandonados porque sus dueños ya no podrán visitarlos y nuestra vocación agrícola y económica, ya lánguida por la covid-19 se irá al piso.

También reiteramos que debe hacerse un mayor esfuerzo investigativo y policial contra el robo de ganado (abigeato).

También procurar que zonas antes deprimidas económicamente, como la de Verdecia y Cuatro Vientos, ahora en un resurgir por el establecimiento de plantaciones bananeras que ya están generando importantes empleos en aquellos pueblos y en El Vallito y Guaimaral, tengan un real acompañamiento de seguridad y tranquilidad por parte de la Policía Nacional.

Que la violencia no nos llegue al valle,
muere la calma aquí en la tierra mía.
El pueblo triste, se llenó de ausencia
mi viejo valle, que melancolía.

Ahí lo expresó en el pentagrama vallenato Gustavo Gutiérrez y no se refería exclusivamente a la ciudad de Valledupar, el sentimiento del cantautor es un lamento nacional que traspasó las fronteras del Cesar.