Ya lo había dicho, que de tan bueno no dan tanto, que no existen los productos farmacéuticos milagros, ni las cremas de tocador mágicas reparadoras de las cicatrices que va marcando el tiempo con el pasar de los años en los delicados rostros y cuellos de nuestras queridísimas damas y vanidosos caballeros. Temo decirles que […]
Ya lo había dicho, que de tan bueno no dan tanto, que no existen los productos farmacéuticos milagros, ni las cremas de tocador mágicas reparadoras de las cicatrices que va marcando el tiempo con el pasar de los años en los delicados rostros y cuellos de nuestras queridísimas damas y vanidosos caballeros. Temo decirles que los que creían y tenían toda la fe puesta en una cremita descubierta por un accidente científico en un laboratorio y que presuntivamente eliminaba las fatídicas líneas de expresión y las incomodas arruguitas, resultó ser puro cuento, ya que la farmacéutica que la producía fue sancionada hace pocos días por la Superintendencia de Industria y Comercio al descubrir que lo que informaba la presentadora Silvia Corzo, en los comerciales de televisión se trataba de una propaganda engañosa y que toda la carreta que se argumentaba allí era mentiras, como por ejemplo la expresión “comprobamos que la exclusiva fórmula Cicatricure crema con pentápeptidos ayudó a un 76 % la mejoría de las arrugas y las líneas de expresión, aún en las áreas más difíciles”.
Pues tal afirmación, no tenía ningún respaldo científico, así quedó probado en el curso de la investigación que terminó con una sanción cuantiosa en contra de la farmacéutica Genomma LAB, que entre otras cosas ya había sido sancionada por publicidad engañosa con los productos gel térmico y jabones moldeadores “Siluet 40”, quedando en evidencia una vez más que el marco jurídico regulatorio de publicidad engañosa en nuestro país no tiene dientes y que por el contrario, estas se mueven en el mercado ofreciendo en venta sus productos por encima del bienestar de los consumidores, ocasionando no solo un problema de salud pública, sino un problema social y ético, toda vez que se brincan los principios éticos en el desmedido afán de alcanzar el objetivo, por medio de las empalagosas e intensas propagandas televisivas que terminan por convencer al incauto consumidor, lo que denota a simple vista un abuso de la buena fe de estos, claro está, influenciados por la confianza que generan los medios de comunicación a quienes se les da toda la credibilidad y terminan publicitando este tipo de productos, haciendo ver sus bondades, sus propiedades curativas y exagerando los beneficios que se esperan del mismo, desconociendo por completo que la industria cosmética de la belleza se sostiene sobre una mentira: hacer creer a sus clientes que la eficacia de sus productos tiene una base científica y que se sustentan sobre un marketing muy sofisticado que esconde un burdo timo.
Debo aclarar, que no tengo nada contra las damas y caballeros que disfrutan comprando cosméticos y se preocupan por mantenerse jóvenes y con piel de porcelana, bien por ellos, porque siguen creyendo en la eterna juventud, lo que me indigna y repruebo es como la industria cosmética y farmacéutica utiliza la confianza que la sociedad tiene en la ciencia para engañar y enriquecerse con la venta de estos productos y como los organismos de control encargados de otorgar las licencias y permisos de comercialización, no hacen la debida vigilancia y control en cuanto a los ensayos clínicos que verifiquen la base científica de los mismos, antes de introducirlos al mercado.
Ya lo había dicho, que de tan bueno no dan tanto, que no existen los productos farmacéuticos milagros, ni las cremas de tocador mágicas reparadoras de las cicatrices que va marcando el tiempo con el pasar de los años en los delicados rostros y cuellos de nuestras queridísimas damas y vanidosos caballeros. Temo decirles que […]
Ya lo había dicho, que de tan bueno no dan tanto, que no existen los productos farmacéuticos milagros, ni las cremas de tocador mágicas reparadoras de las cicatrices que va marcando el tiempo con el pasar de los años en los delicados rostros y cuellos de nuestras queridísimas damas y vanidosos caballeros. Temo decirles que los que creían y tenían toda la fe puesta en una cremita descubierta por un accidente científico en un laboratorio y que presuntivamente eliminaba las fatídicas líneas de expresión y las incomodas arruguitas, resultó ser puro cuento, ya que la farmacéutica que la producía fue sancionada hace pocos días por la Superintendencia de Industria y Comercio al descubrir que lo que informaba la presentadora Silvia Corzo, en los comerciales de televisión se trataba de una propaganda engañosa y que toda la carreta que se argumentaba allí era mentiras, como por ejemplo la expresión “comprobamos que la exclusiva fórmula Cicatricure crema con pentápeptidos ayudó a un 76 % la mejoría de las arrugas y las líneas de expresión, aún en las áreas más difíciles”.
Pues tal afirmación, no tenía ningún respaldo científico, así quedó probado en el curso de la investigación que terminó con una sanción cuantiosa en contra de la farmacéutica Genomma LAB, que entre otras cosas ya había sido sancionada por publicidad engañosa con los productos gel térmico y jabones moldeadores “Siluet 40”, quedando en evidencia una vez más que el marco jurídico regulatorio de publicidad engañosa en nuestro país no tiene dientes y que por el contrario, estas se mueven en el mercado ofreciendo en venta sus productos por encima del bienestar de los consumidores, ocasionando no solo un problema de salud pública, sino un problema social y ético, toda vez que se brincan los principios éticos en el desmedido afán de alcanzar el objetivo, por medio de las empalagosas e intensas propagandas televisivas que terminan por convencer al incauto consumidor, lo que denota a simple vista un abuso de la buena fe de estos, claro está, influenciados por la confianza que generan los medios de comunicación a quienes se les da toda la credibilidad y terminan publicitando este tipo de productos, haciendo ver sus bondades, sus propiedades curativas y exagerando los beneficios que se esperan del mismo, desconociendo por completo que la industria cosmética de la belleza se sostiene sobre una mentira: hacer creer a sus clientes que la eficacia de sus productos tiene una base científica y que se sustentan sobre un marketing muy sofisticado que esconde un burdo timo.
Debo aclarar, que no tengo nada contra las damas y caballeros que disfrutan comprando cosméticos y se preocupan por mantenerse jóvenes y con piel de porcelana, bien por ellos, porque siguen creyendo en la eterna juventud, lo que me indigna y repruebo es como la industria cosmética y farmacéutica utiliza la confianza que la sociedad tiene en la ciencia para engañar y enriquecerse con la venta de estos productos y como los organismos de control encargados de otorgar las licencias y permisos de comercialización, no hacen la debida vigilancia y control en cuanto a los ensayos clínicos que verifiquen la base científica de los mismos, antes de introducirlos al mercado.