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Columnista - 6 junio, 2013

Pues él dijo…

“… pues él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”. Así que podemos decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Hebreos 13:5-6.

Por: Valerio Mejía Araújo

“… pues él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”. Así que podemos decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Hebreos 13:5-6.

Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, manifestados en convicciones, creencias y  declaraciones a través de nuestro tablero de principios y valores, deberían estar fundamentadas en las afirmaciones de Dios. Él dice: “No te desampararé ni te dejaré”. Por lo tanto, de cara a la adversidad, la escasez, la enfermedad, la soledad o el fracaso, podemos decir con buen ánimo: “El Señor es mi ayudador. No temeré…”.   

Creo que el llamado aquí es a no dejarnos angustiar por el temor y la ansiedad. Esto no quiere decir que jamás seremos tentados a temer, sino que frente a la adversidad y las pruebas, debemos recordar las infalibles promesas del Señor, debemos creerlas, interiorizarlas y actuar en consecuencia. Así, seremos llenos de valor y nos esforzaremos para vencer en medio de las tormentas de la vida.  

Amados amigos lectores, será sencillo tener fe cuando todas las cosas nos salen como esperamos, pero nuestra fe vacila cuando llega el desasosiego y los temores. Allí, en ese punto, nos olvidamos del significado de sus promesas y dejamos de lado lo que Dios ha declarado. La única forma de expulsar de nuestras vidas el temor, es interiorizando y creyendo las declaraciones de Dios. 

¿Qué es lo que nos causa miedo? ¿Cuál es la fuente de temor en nuestras vidas?  ¿Cuál es el detonante que activa conductas temerosas en nosotros? El temor es producido por la carencia, la insuficiencia o los conflictos. El miedo es lo contrario del valor, es esa reacción interior de duda e incertidumbre frente  a los apremios de la vida. Le tememos a lo desconocido, a lo económico, a las relaciones, a los compromisos, a lo social, al rechazo, a la soledad, al pasado y también al futuro. Cuando sus discípulos, en la travesía por el mar de Galilea, tuvieron miedo; Jesús se acercó a ellos andando sobre el mar y les dijo: “Yo soy; no temáis”.

Mi invitación hoy es a que venzamos el sentimiento de cobardía y decidamos hacerle frente a ese sentimiento paralizante de temor, y cuando parezca que la situación conflictiva nos desborda, y nada ni nadie nos puede ayudar, declaremos: “El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.  Es a que aprendamos a escuchar a Dios, antes de hablar o comprometernos y no a hablar y asumir compromisos personales y luego tratar de que la palabra de Dios coincida con lo que dijimos o asumimos. 

Recibamos con fe y esperanza lo que Dios ha declarado y luego con ilusión y valentía, declaremos: “No temeré”. No importa que mal o injusticia haya en nuestro camino, Dios ha declarado: “No te desampararé ni te dejaré”.

Cuando las dificultades se vuelven como gigantes, y Dios parece ausente, recordemos su promesa: “No te desampararé ni te dejaré”. Aprendamos a cantar después de oír el tono musical que Dios da. ¡El Señor es nuestro ayudador!

Abrazos y muchas bendiciones.

Columnista
6 junio, 2013

Pues él dijo…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“… pues él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”. Así que podemos decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Hebreos 13:5-6.


Por: Valerio Mejía Araújo

“… pues él dijo: “No te desampararé ni te dejaré”. Así que podemos decir confiadamente: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Hebreos 13:5-6.

Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, manifestados en convicciones, creencias y  declaraciones a través de nuestro tablero de principios y valores, deberían estar fundamentadas en las afirmaciones de Dios. Él dice: “No te desampararé ni te dejaré”. Por lo tanto, de cara a la adversidad, la escasez, la enfermedad, la soledad o el fracaso, podemos decir con buen ánimo: “El Señor es mi ayudador. No temeré…”.   

Creo que el llamado aquí es a no dejarnos angustiar por el temor y la ansiedad. Esto no quiere decir que jamás seremos tentados a temer, sino que frente a la adversidad y las pruebas, debemos recordar las infalibles promesas del Señor, debemos creerlas, interiorizarlas y actuar en consecuencia. Así, seremos llenos de valor y nos esforzaremos para vencer en medio de las tormentas de la vida.  

Amados amigos lectores, será sencillo tener fe cuando todas las cosas nos salen como esperamos, pero nuestra fe vacila cuando llega el desasosiego y los temores. Allí, en ese punto, nos olvidamos del significado de sus promesas y dejamos de lado lo que Dios ha declarado. La única forma de expulsar de nuestras vidas el temor, es interiorizando y creyendo las declaraciones de Dios. 

¿Qué es lo que nos causa miedo? ¿Cuál es la fuente de temor en nuestras vidas?  ¿Cuál es el detonante que activa conductas temerosas en nosotros? El temor es producido por la carencia, la insuficiencia o los conflictos. El miedo es lo contrario del valor, es esa reacción interior de duda e incertidumbre frente  a los apremios de la vida. Le tememos a lo desconocido, a lo económico, a las relaciones, a los compromisos, a lo social, al rechazo, a la soledad, al pasado y también al futuro. Cuando sus discípulos, en la travesía por el mar de Galilea, tuvieron miedo; Jesús se acercó a ellos andando sobre el mar y les dijo: “Yo soy; no temáis”.

Mi invitación hoy es a que venzamos el sentimiento de cobardía y decidamos hacerle frente a ese sentimiento paralizante de temor, y cuando parezca que la situación conflictiva nos desborda, y nada ni nadie nos puede ayudar, declaremos: “El Señor es mi ayudador, no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.  Es a que aprendamos a escuchar a Dios, antes de hablar o comprometernos y no a hablar y asumir compromisos personales y luego tratar de que la palabra de Dios coincida con lo que dijimos o asumimos. 

Recibamos con fe y esperanza lo que Dios ha declarado y luego con ilusión y valentía, declaremos: “No temeré”. No importa que mal o injusticia haya en nuestro camino, Dios ha declarado: “No te desampararé ni te dejaré”.

Cuando las dificultades se vuelven como gigantes, y Dios parece ausente, recordemos su promesa: “No te desampararé ni te dejaré”. Aprendamos a cantar después de oír el tono musical que Dios da. ¡El Señor es nuestro ayudador!

Abrazos y muchas bendiciones.