“… El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. Apocalipsis 3,7. Llámese puerta a una plancha de madera, hierro u otro material que se coloca en una abertura, de forma que pueda abrirse o cerrarse, permitiendo entrar o salir de un lugar. Un método común […]
“… El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. Apocalipsis 3,7.
Llámese puerta a una plancha de madera, hierro u otro material que se coloca en una abertura, de forma que pueda abrirse o cerrarse, permitiendo entrar o salir de un lugar.
Un método común y errado para conocer la voluntad de Dios es el que se denomina: “Puertas cerradas”, que consiste en creer que cuando las cosas no se dan, se pierde una oportunidad o recibimos una negativa, es porque Dios nos rechaza, desatiende o simplemente no nos admite.
Todos sabemos que Dios abre puertas, cuando recibimos su socorro y somos objeto de su favor, es Dios quien abre puertas; pero el mismo Dios que abre puertas, también cierra puertas. En ocasiones podemos llegar a sentirnos desalentados cuando una puerta se cierra, incluso pensamos que Dios nos ha decepcionado. Pero Dios, quien puede ver el cuadro completo de nuestras vidas, sabe cuáles caminos conducen a círculos sin salida.
Cuando una puerta se cierra, probablemente es porque Dios tiene preparado algo mejor. Dios tiene en su corazón las mejores intenciones con nosotros. Sus pensamientos para con nosotros son de paz y cobertura permanente. Así que, si nuestras oraciones no son respondidas del modo que esperábamos, en lugar de desalentarnos o sentir que Dios nos ha decepcionado, debemos tener una perspectiva mayor y confiar que sus propósitos son mucho mejores.
Cuanto nos alegramos por las puertas abiertas, pero cuanto nos abatimos por las puertas cerradas. Confiemos que en toda circunstancia, Dios sostiene nuestra mano y dirige nuestros pasos, que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando creemos que Dios tiene el control completo, se quita la presión y vivimos libres de temor y angustia.
Amados amigos lectores, Dios sabe lo que hace, no nos desalentemos por las puertas cerradas. Si Dios quiere que una puerta se abra, estemos seguros que se abrirá. Todas las fuerzas antagónicas no podrán evitarlo. Si confiamos en Dios, dejemos que él actúe. No tiene que hacerlo a nuestra manera o según nuestro calendario. ¡Dejemos que Dios sea Dios!
La actitud es importante en estos casos, siempre mantengamos la expectativa que Dios tiene algo mejor preparado para nosotros. Jesús prometió que él había venido para darnos vida y vida en abundancia. ¡Esperemos siempre mejores cosas de su parte!
Y de cara a la adversidad, las pruebas o el dolor, pensemos que Dios sigue estando en control, sentado en su trono de gloria y su plan no puede ser detenido por un mal paso, un desengaño, una persona o un accidente absurdo y fatal. ¡Dios siempre tendrá la última palabra! Y está siempre será una promesa de aliento, ánimo y restauración. Dios jamás nos prometió una vida ausente de problemas, pero si nos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos y que su vara y su cayado nos infundirían aliento.
Habrá ocasiones en que una puerta se cierre y no podamos entender por qué. Relaciones rotas, negocios fallidos, familias dispersas o la economía maltrecha. La pregunta es: ¿permaneceremos en fe mientras esperamos ver lo que Dios hará? O nos desalentaremos y comenzaremos a quejarnos despotricando de su amor.
Mi invitación consciente hoy, es a que confiemos en Dios, él sabe lo que hace y sus planes de amor para con nosotros son de cuidado, protección y promoción; él puede ver el cuadro completo. Y cuando encontremos puertas cerradas, no reaccionemos con duda, amargura, autocompasión y renuncia de los sueños; sino sigamos adelante, sabiendo y confiando que Dios tiene el control. Habrá cosas que ahora no tienen sentido, pero un día lo tendrá. Demos gracias a Dios por sus puertas cerradas, tanto como por sus puertas abiertas y confiemos que nuestras vidas están en el hueco de su mano. Saludos y bendiciones en Cristo.
“… El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. Apocalipsis 3,7. Llámese puerta a una plancha de madera, hierro u otro material que se coloca en una abertura, de forma que pueda abrirse o cerrarse, permitiendo entrar o salir de un lugar. Un método común […]
“… El que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. Apocalipsis 3,7.
Llámese puerta a una plancha de madera, hierro u otro material que se coloca en una abertura, de forma que pueda abrirse o cerrarse, permitiendo entrar o salir de un lugar.
Un método común y errado para conocer la voluntad de Dios es el que se denomina: “Puertas cerradas”, que consiste en creer que cuando las cosas no se dan, se pierde una oportunidad o recibimos una negativa, es porque Dios nos rechaza, desatiende o simplemente no nos admite.
Todos sabemos que Dios abre puertas, cuando recibimos su socorro y somos objeto de su favor, es Dios quien abre puertas; pero el mismo Dios que abre puertas, también cierra puertas. En ocasiones podemos llegar a sentirnos desalentados cuando una puerta se cierra, incluso pensamos que Dios nos ha decepcionado. Pero Dios, quien puede ver el cuadro completo de nuestras vidas, sabe cuáles caminos conducen a círculos sin salida.
Cuando una puerta se cierra, probablemente es porque Dios tiene preparado algo mejor. Dios tiene en su corazón las mejores intenciones con nosotros. Sus pensamientos para con nosotros son de paz y cobertura permanente. Así que, si nuestras oraciones no son respondidas del modo que esperábamos, en lugar de desalentarnos o sentir que Dios nos ha decepcionado, debemos tener una perspectiva mayor y confiar que sus propósitos son mucho mejores.
Cuanto nos alegramos por las puertas abiertas, pero cuanto nos abatimos por las puertas cerradas. Confiemos que en toda circunstancia, Dios sostiene nuestra mano y dirige nuestros pasos, que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando creemos que Dios tiene el control completo, se quita la presión y vivimos libres de temor y angustia.
Amados amigos lectores, Dios sabe lo que hace, no nos desalentemos por las puertas cerradas. Si Dios quiere que una puerta se abra, estemos seguros que se abrirá. Todas las fuerzas antagónicas no podrán evitarlo. Si confiamos en Dios, dejemos que él actúe. No tiene que hacerlo a nuestra manera o según nuestro calendario. ¡Dejemos que Dios sea Dios!
La actitud es importante en estos casos, siempre mantengamos la expectativa que Dios tiene algo mejor preparado para nosotros. Jesús prometió que él había venido para darnos vida y vida en abundancia. ¡Esperemos siempre mejores cosas de su parte!
Y de cara a la adversidad, las pruebas o el dolor, pensemos que Dios sigue estando en control, sentado en su trono de gloria y su plan no puede ser detenido por un mal paso, un desengaño, una persona o un accidente absurdo y fatal. ¡Dios siempre tendrá la última palabra! Y está siempre será una promesa de aliento, ánimo y restauración. Dios jamás nos prometió una vida ausente de problemas, pero si nos prometió que estaría con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos y que su vara y su cayado nos infundirían aliento.
Habrá ocasiones en que una puerta se cierre y no podamos entender por qué. Relaciones rotas, negocios fallidos, familias dispersas o la economía maltrecha. La pregunta es: ¿permaneceremos en fe mientras esperamos ver lo que Dios hará? O nos desalentaremos y comenzaremos a quejarnos despotricando de su amor.
Mi invitación consciente hoy, es a que confiemos en Dios, él sabe lo que hace y sus planes de amor para con nosotros son de cuidado, protección y promoción; él puede ver el cuadro completo. Y cuando encontremos puertas cerradas, no reaccionemos con duda, amargura, autocompasión y renuncia de los sueños; sino sigamos adelante, sabiendo y confiando que Dios tiene el control. Habrá cosas que ahora no tienen sentido, pero un día lo tendrá. Demos gracias a Dios por sus puertas cerradas, tanto como por sus puertas abiertas y confiemos que nuestras vidas están en el hueco de su mano. Saludos y bendiciones en Cristo.