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Columnista - 22 enero, 2018

El puente está quebrado…

Es el canto que de niño entonábamos en nuestros juegos infantiles, hoy en vía de extinción por culpa de la tecnología. No obstante, el tema del cual me ocupo en el día de hoy, no guarda relación alguna con los juegos infantiles, por el contrario, es un asunto muy serio, pues se trata, nada menos […]

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Es el canto que de niño entonábamos en nuestros juegos infantiles, hoy en vía de extinción por culpa de la tecnología. No obstante, el tema del cual me ocupo en el día de hoy, no guarda relación alguna con los juegos infantiles, por el contrario, es un asunto muy serio, pues se trata, nada menos y nada más, que del desplome del puente sobre el cañón de Chirajara, en la vía Bogotá-Villavicencio, con un saldo hasta el momento de nueve víctimas mortales, y cuantiosas pérdidas económicas.

El episodio, infortunadamente, pone al descubierto fallas que arrancan con el proceso mismo de selección de la firma contratista, hasta la ejecución de la obra contratada. No obstante, tenemos que advertir con tristeza, que estas irregularidades se vienen dando tanto en el sector público como en el privado, y para la muestra mencionemos el desplome del edificio en construcción en el Blas de Lezo de la ciudad de Cartagena de Indias, el cual no tenía licencia de construcción, pero aún así, se edificó ante los ojos de las autoridades distritales, hasta que colapsó.

En la misma Cartagena se ordenó la evacuación de 16 edificios por no cumplir con las normas de sismo resistencia, ofreciéndole a sus propietarios, muchos de ellos de estratos elevados, albergues comunitarios indignos. Dichas construcciones se hicieron dentro de la mayor informalidad posible, y es por ello que ninguna aseguradora ampara a los propietarios de dichos apartamentos.

Así las cosas, la conclusión a todas estas irregularidades, es que “la culpa es de la vaca”, como bien lo dicen Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo, y en eso terminan las “exhaustivas investigaciones” que se adelantan en este país.

Y a todas estas, me pregunto si aquí en ¿Valledupar se están cumpliendo con las normas urbanísticas para la construcción? ¿Cómo anda el tema de la sismo resistencia? ¿Cómo está el tema de la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial? ¿Se está ejerciendo una adecuada vigilancia a las firmas constructoras? ¿Están cumpliendo las curadurías urbanas con su función de estudiar, tramitar y expedir las licencias de construcción, de manera responsable? Sería bueno que se evaluaran seriamente estos temas, a efectos de detectar con tiempo las falencias, y tomar los correctivos que sean del caso, en aras de evitar problemas de mayor envergadura, como los que afrontan en estos momentos los cartageneros. Que las experiencias ajenas nos sirvan de ejemplo.

[email protected]

Columnista
22 enero, 2018

El puente está quebrado…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Es el canto que de niño entonábamos en nuestros juegos infantiles, hoy en vía de extinción por culpa de la tecnología. No obstante, el tema del cual me ocupo en el día de hoy, no guarda relación alguna con los juegos infantiles, por el contrario, es un asunto muy serio, pues se trata, nada menos […]


Es el canto que de niño entonábamos en nuestros juegos infantiles, hoy en vía de extinción por culpa de la tecnología. No obstante, el tema del cual me ocupo en el día de hoy, no guarda relación alguna con los juegos infantiles, por el contrario, es un asunto muy serio, pues se trata, nada menos y nada más, que del desplome del puente sobre el cañón de Chirajara, en la vía Bogotá-Villavicencio, con un saldo hasta el momento de nueve víctimas mortales, y cuantiosas pérdidas económicas.

El episodio, infortunadamente, pone al descubierto fallas que arrancan con el proceso mismo de selección de la firma contratista, hasta la ejecución de la obra contratada. No obstante, tenemos que advertir con tristeza, que estas irregularidades se vienen dando tanto en el sector público como en el privado, y para la muestra mencionemos el desplome del edificio en construcción en el Blas de Lezo de la ciudad de Cartagena de Indias, el cual no tenía licencia de construcción, pero aún así, se edificó ante los ojos de las autoridades distritales, hasta que colapsó.

En la misma Cartagena se ordenó la evacuación de 16 edificios por no cumplir con las normas de sismo resistencia, ofreciéndole a sus propietarios, muchos de ellos de estratos elevados, albergues comunitarios indignos. Dichas construcciones se hicieron dentro de la mayor informalidad posible, y es por ello que ninguna aseguradora ampara a los propietarios de dichos apartamentos.

Así las cosas, la conclusión a todas estas irregularidades, es que “la culpa es de la vaca”, como bien lo dicen Jaime Lopera Gutiérrez y Marta Inés Bernal Trujillo, y en eso terminan las “exhaustivas investigaciones” que se adelantan en este país.

Y a todas estas, me pregunto si aquí en ¿Valledupar se están cumpliendo con las normas urbanísticas para la construcción? ¿Cómo anda el tema de la sismo resistencia? ¿Cómo está el tema de la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial? ¿Se está ejerciendo una adecuada vigilancia a las firmas constructoras? ¿Están cumpliendo las curadurías urbanas con su función de estudiar, tramitar y expedir las licencias de construcción, de manera responsable? Sería bueno que se evaluaran seriamente estos temas, a efectos de detectar con tiempo las falencias, y tomar los correctivos que sean del caso, en aras de evitar problemas de mayor envergadura, como los que afrontan en estos momentos los cartageneros. Que las experiencias ajenas nos sirvan de ejemplo.

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