Terminóla versión 53 del Festival de la Leyenda Vallenata esta vez en versión ‘on line’. La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata se la jugó en la realización de esta versión atípica porque la misma situación así lo ameritaba. Aunque las restricciones quedaron atrás, la ciudad no está para eventos multitudinarios que sin duda hubieran disparado las ya letales cifras del contagio del coronavirus.
Terminóla versión 53 del Festival de la Leyenda Vallenata esta vez en versión ‘on line’. La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata se la jugó en la realización de esta versión atípica porque la misma situación así lo ameritaba. Aunque las restricciones quedaron atrás, la ciudad no está para eventos multitudinarios que sin duda hubieran disparado las ya letales cifras del contagio del coronavirus.
El balance es bueno, aunque hay quien lógicamente criticó la realización del evento. Es cierto que faltaron las vistosas piloneras, las categorías que involucran a los niños y los tradicionales bailes y parrandas nocturnas, amén de los conciertos en el Parque de la Leyenda Vallenata, pero esta es la realidad que vivimos.
Si en el párrafo anterior hablamos de lo que faltó, en este, reseñamos lo que se ganó. Empezando por el espacio de la mujer. Se ganó en innovación y tecnología, seguramente en abril de 2021 dentro de 8 meses, el Festival 54 podría hacerse en el Parque de la Leyenda y en los demás sitios acostumbrados y con la presencia del público y se transmitirá en directo por las diferentes plataformas virtuales de la organización y la de los medios que gozan de estas tecnologías.
Esperamos que los fallos se expliquen y justifiquen y como en el fútbol con los torneos se haga el programa de forma más competitiva, creativa y menos rutinarias y repetitivas. Porque la gente iba y pagaba por ver más a los grandes artistas nacionales e internacionales que al conjunto tradicional.
Se ganó también en orden. Los directivos se vieron en la obligación de ser mucho más exigentes en los horarios de presentación por los tiempos pactados de transmisión, eso también va enseñando a los concursantes a ser disciplinados en sus presentaciones. Ganó la ciudad y sus escenarios, el hermoso auditorio de la Escuela de Bellas Artes y el de la Casa de la Cultura, mostraron su funcionalidad y bondades, amén del siempre disponible de la del Área Andina.
Ganó la salud. Las medidas sanitarias fueron estrictas y todo el que iba a ingresar a los escenarios debió ser desinfectado con alcohol, gel, tapabocas y control; es de lógica que los vocalistas y presentadores tenían que estar sin tapabocas y no hubo pérdidas de vidas por muertes violentas.
Lo más importante fue haber mantenido en alto el vallenato. Este es un género que no da muestras de desfallecer conquistando más seguidores, cultores, intérpretes, autores. Aunque el Festival es una fiesta popular, que se vive en varias esferas sociales y genera espacios diferentes y segmentados de entretenimiento, gratuitos y pagados, de diverso origen etario, de clase o regional, permanece flexible y abierto como un gran acordeón de sentimientos, referencia de amistad y goce, insiste en la versión vernácula de la música, mientras nuevos formatos se han abierto paso, empezando por el cantante que no se reconoce por el certamen fuera de los conciertos u homenajes, y que son más visibles que los acordeoneros y tienen mejores ingresos; o las guitarras que acompañan los cantos de la vieja provincia vallenata desde Fonseca hasta Codazzi.
Terminóla versión 53 del Festival de la Leyenda Vallenata esta vez en versión ‘on line’. La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata se la jugó en la realización de esta versión atípica porque la misma situación así lo ameritaba. Aunque las restricciones quedaron atrás, la ciudad no está para eventos multitudinarios que sin duda hubieran disparado las ya letales cifras del contagio del coronavirus.
Terminóla versión 53 del Festival de la Leyenda Vallenata esta vez en versión ‘on line’. La Fundación Festival de la Leyenda Vallenata se la jugó en la realización de esta versión atípica porque la misma situación así lo ameritaba. Aunque las restricciones quedaron atrás, la ciudad no está para eventos multitudinarios que sin duda hubieran disparado las ya letales cifras del contagio del coronavirus.
El balance es bueno, aunque hay quien lógicamente criticó la realización del evento. Es cierto que faltaron las vistosas piloneras, las categorías que involucran a los niños y los tradicionales bailes y parrandas nocturnas, amén de los conciertos en el Parque de la Leyenda Vallenata, pero esta es la realidad que vivimos.
Si en el párrafo anterior hablamos de lo que faltó, en este, reseñamos lo que se ganó. Empezando por el espacio de la mujer. Se ganó en innovación y tecnología, seguramente en abril de 2021 dentro de 8 meses, el Festival 54 podría hacerse en el Parque de la Leyenda y en los demás sitios acostumbrados y con la presencia del público y se transmitirá en directo por las diferentes plataformas virtuales de la organización y la de los medios que gozan de estas tecnologías.
Esperamos que los fallos se expliquen y justifiquen y como en el fútbol con los torneos se haga el programa de forma más competitiva, creativa y menos rutinarias y repetitivas. Porque la gente iba y pagaba por ver más a los grandes artistas nacionales e internacionales que al conjunto tradicional.
Se ganó también en orden. Los directivos se vieron en la obligación de ser mucho más exigentes en los horarios de presentación por los tiempos pactados de transmisión, eso también va enseñando a los concursantes a ser disciplinados en sus presentaciones. Ganó la ciudad y sus escenarios, el hermoso auditorio de la Escuela de Bellas Artes y el de la Casa de la Cultura, mostraron su funcionalidad y bondades, amén del siempre disponible de la del Área Andina.
Ganó la salud. Las medidas sanitarias fueron estrictas y todo el que iba a ingresar a los escenarios debió ser desinfectado con alcohol, gel, tapabocas y control; es de lógica que los vocalistas y presentadores tenían que estar sin tapabocas y no hubo pérdidas de vidas por muertes violentas.
Lo más importante fue haber mantenido en alto el vallenato. Este es un género que no da muestras de desfallecer conquistando más seguidores, cultores, intérpretes, autores. Aunque el Festival es una fiesta popular, que se vive en varias esferas sociales y genera espacios diferentes y segmentados de entretenimiento, gratuitos y pagados, de diverso origen etario, de clase o regional, permanece flexible y abierto como un gran acordeón de sentimientos, referencia de amistad y goce, insiste en la versión vernácula de la música, mientras nuevos formatos se han abierto paso, empezando por el cantante que no se reconoce por el certamen fuera de los conciertos u homenajes, y que son más visibles que los acordeoneros y tienen mejores ingresos; o las guitarras que acompañan los cantos de la vieja provincia vallenata desde Fonseca hasta Codazzi.