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Columnista - 3 febrero, 2022

Protector de perros desde la niñez

Los denunciantes acusan a Martín de oportunista, ratero y asesino de los perros, que él generosamente ampara a pesar de las reiteradas reclamaciones de los vecinos, que airada y ladinamente advierten que las autoridades competentes nada hacen, dizque por los enaltecimientos que reciben a través de la Revista Grama.  

Un amigo mío que conoce mi fraternidad con Martín Vargas Castilla, el periodista creador y director de la Revista Grama Internacional, me envió tres videos en los que una conocida animalista, a través de las redes sociales difunde fuerte denuncia de que Martín, en su residencia, mantiene encerrados a más de 60 perros en calamitosas condiciones, y algunos de sus vecinos testificando que eran más de 80 los caninos en evidentes condiciones de maltrato. 

Los denunciantes acusan a Martín de oportunista, ratero y asesino de los perros, que él generosamente ampara a pesar de las reiteradas reclamaciones de los vecinos, que airada y ladinamente advierten que las autoridades competentes nada hacen, dizque por los enaltecimientos que reciben a través de la Revista Grama.  

Sorprendido llamé a Martín y tuvimos franca conversación, entre mis consejos, le clamé serenidad (pues él me manifestó que tan horrible situación lo tenía al borde del suicidio), le insistí que debía entender el enfado y repudio de sus vecinos, y que buscara lo más pronto posible la solución a tal problema, en procura de su bienestar y el de los animales que refugiaba en su casa con la noble intención de que no murieran de hambre en las calles de Valledupar. 

A Martín lo conozco desde su nacimiento, porque su padre, Pablo Emilio Vargas, antioqueño honesto y trabajador, guardó gran amistad con mi madre, desde cuando le alquiló una habitación de su residencia, entonces ubicada en el sector de 5 esquinas, allí a mediados del siglo 20 convivía con Marina Castilla, la madre de Martin, recientemente fallecida después de sobrevivir muchos años, tras el fallecimiento de Pablo Emilio, quien también fue mi gran amigo y paciente consentido.

Recuerdo, cuando Martín era niño su padre le regaló un perrito peludo, desde entonces su amor a los perros, y cuando adolescente iba a los entrenamientos de fútbol (su deporte favorito), siempre acompañado por alguno de sus perros. Mi hermandad hacia Martín la afianzó su matrimonio con Ruth Cardona Díaz, hija de Ovidio Cardona y María Díaz, residentes en el corregimiento de Mariangola, donde tenían una tienda miscelánea. 

El señor Ovidio era otro antioqueño de pura cepa de charla muy agradable, mi gran amigo después de que lo operé por pancreatitis biliar grave, en la enorme casa de Mariangola había varios perros, rescatados en las calles por Ruth y Martín, ambos amantes de los perros.

Hace varios años, Ruth y Martín con mucho esfuerzo compraron un amplio lote cerca del corregimiento Los Corazones, donde iniciaron la construcción de una casa campo con el propósito de albergar y prodigarles cuidados a perros abandonados, ya estaba bastante adelantada cuando a Ruth le diagnosticaron una grave enfermedad, además apareció la pandemia de covid-19, lo que minó sus economías y los obligó a parar la terminación de la casa campo. A esa casa fueron trasladados 29 de los 31 perros que tenía Martín en la casa del barrio Los cortijos, donde quedaron sus dos mascotas. 

En realidad, Martín había tocado múltiples puertas, especialmente estatales, para que se apersonaran de los perros desamparados que él salvaguarda. Lo cierto es que el municipio de Valledupar no tiene un sitio adecuado para recoger los perros callejeros. 

En el 2021, el alcalde Mello Castro quiso construir un centro de bienestar y protección animal en los predios del colegio Instituto Técnico José Celestino Mutis, de Guacoche. Obra rechazada tajantemente por el consejo comunitario de ese corregimiento poblado por personas afrodescendientes, con justa razón, por el riesgo de que se les afectara la salud por la carencia de saneamiento básico.

Tal proyecto se suspendió, gracias a las nuevas generaciones de guacocheros que han adquirido conocimiento, especialmente en su colegio y en la Universidad Popular del Cesar, y han conformado el consejo comunitario autorizado en el Artículo 5° de la Ley 70 de 1993, cuyo origen es el parágrafo 1° del Artículo 55 transitorio de la Constitución Política de 1991. Ojalá, en un futuro próximo, se construya dicho centro en un lugar apropiado.

Por José Romero Churio

Columnista
3 febrero, 2022

Protector de perros desde la niñez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Los denunciantes acusan a Martín de oportunista, ratero y asesino de los perros, que él generosamente ampara a pesar de las reiteradas reclamaciones de los vecinos, que airada y ladinamente advierten que las autoridades competentes nada hacen, dizque por los enaltecimientos que reciben a través de la Revista Grama.  


Un amigo mío que conoce mi fraternidad con Martín Vargas Castilla, el periodista creador y director de la Revista Grama Internacional, me envió tres videos en los que una conocida animalista, a través de las redes sociales difunde fuerte denuncia de que Martín, en su residencia, mantiene encerrados a más de 60 perros en calamitosas condiciones, y algunos de sus vecinos testificando que eran más de 80 los caninos en evidentes condiciones de maltrato. 

Los denunciantes acusan a Martín de oportunista, ratero y asesino de los perros, que él generosamente ampara a pesar de las reiteradas reclamaciones de los vecinos, que airada y ladinamente advierten que las autoridades competentes nada hacen, dizque por los enaltecimientos que reciben a través de la Revista Grama.  

Sorprendido llamé a Martín y tuvimos franca conversación, entre mis consejos, le clamé serenidad (pues él me manifestó que tan horrible situación lo tenía al borde del suicidio), le insistí que debía entender el enfado y repudio de sus vecinos, y que buscara lo más pronto posible la solución a tal problema, en procura de su bienestar y el de los animales que refugiaba en su casa con la noble intención de que no murieran de hambre en las calles de Valledupar. 

A Martín lo conozco desde su nacimiento, porque su padre, Pablo Emilio Vargas, antioqueño honesto y trabajador, guardó gran amistad con mi madre, desde cuando le alquiló una habitación de su residencia, entonces ubicada en el sector de 5 esquinas, allí a mediados del siglo 20 convivía con Marina Castilla, la madre de Martin, recientemente fallecida después de sobrevivir muchos años, tras el fallecimiento de Pablo Emilio, quien también fue mi gran amigo y paciente consentido.

Recuerdo, cuando Martín era niño su padre le regaló un perrito peludo, desde entonces su amor a los perros, y cuando adolescente iba a los entrenamientos de fútbol (su deporte favorito), siempre acompañado por alguno de sus perros. Mi hermandad hacia Martín la afianzó su matrimonio con Ruth Cardona Díaz, hija de Ovidio Cardona y María Díaz, residentes en el corregimiento de Mariangola, donde tenían una tienda miscelánea. 

El señor Ovidio era otro antioqueño de pura cepa de charla muy agradable, mi gran amigo después de que lo operé por pancreatitis biliar grave, en la enorme casa de Mariangola había varios perros, rescatados en las calles por Ruth y Martín, ambos amantes de los perros.

Hace varios años, Ruth y Martín con mucho esfuerzo compraron un amplio lote cerca del corregimiento Los Corazones, donde iniciaron la construcción de una casa campo con el propósito de albergar y prodigarles cuidados a perros abandonados, ya estaba bastante adelantada cuando a Ruth le diagnosticaron una grave enfermedad, además apareció la pandemia de covid-19, lo que minó sus economías y los obligó a parar la terminación de la casa campo. A esa casa fueron trasladados 29 de los 31 perros que tenía Martín en la casa del barrio Los cortijos, donde quedaron sus dos mascotas. 

En realidad, Martín había tocado múltiples puertas, especialmente estatales, para que se apersonaran de los perros desamparados que él salvaguarda. Lo cierto es que el municipio de Valledupar no tiene un sitio adecuado para recoger los perros callejeros. 

En el 2021, el alcalde Mello Castro quiso construir un centro de bienestar y protección animal en los predios del colegio Instituto Técnico José Celestino Mutis, de Guacoche. Obra rechazada tajantemente por el consejo comunitario de ese corregimiento poblado por personas afrodescendientes, con justa razón, por el riesgo de que se les afectara la salud por la carencia de saneamiento básico.

Tal proyecto se suspendió, gracias a las nuevas generaciones de guacocheros que han adquirido conocimiento, especialmente en su colegio y en la Universidad Popular del Cesar, y han conformado el consejo comunitario autorizado en el Artículo 5° de la Ley 70 de 1993, cuyo origen es el parágrafo 1° del Artículo 55 transitorio de la Constitución Política de 1991. Ojalá, en un futuro próximo, se construya dicho centro en un lugar apropiado.

Por José Romero Churio