Tremenda algarabía la que formó el Gobierno Nacional esta semana por el fenómeno de El Niño. Citó a Consejo de Ministros para tratar el tema, destinó 92.000 millones de pesos para la oficina de Prevención de desastres, hubo ruedas de prensa, programas institucionales de televisión, campañas publicitarias, etc., etc. Todo lo anterior sería lógico si […]
Tremenda algarabía la que formó el Gobierno Nacional esta semana por el fenómeno de El Niño. Citó a Consejo de Ministros para tratar el tema, destinó 92.000 millones de pesos para la oficina de Prevención de desastres, hubo ruedas de prensa, programas institucionales de televisión, campañas publicitarias, etc., etc. Todo lo anterior sería lógico si fuera incontrovertible el hecho de que se nos viene una sequía, pero la verdad es que no hay una evidencia sólida.
Si en Colombia existiera una entidad seria en cuestión de análisis meteorológico, no habría necesidad de malgastar esta cantidad de recursos públicos en programas que poco ayudan en la mitigación de las pérdidas que pudieran tener los productores del campo ante estos cambios climáticos. Pareciera que el IDEAM no se hubiera tomado “el tiempo” de salir a las regiones para analizar el comportamiento de las cabañuelas y muchos menos para constatar la información satelital y científica de los centros de predicciones climáticas de los Estados Unidos. Por ello -como al pastorcito mentiroso-, aunque estén diciendo la verdad, ya nadie les cree.
Para nadie es un secreto que entre enero y marzo de todos los años, las lluvias son escasas. Por eso nadie cultiva en esta época, los ganaderos venden parte de su hato -que engordaron en el semestre pasado- y los municipios racionan el agua potable para que la población se bañe con totuma. En abril vuelven las lluvias mil y se normaliza la situación. No comprendo entonces la razón por la cual se optó por crear pánico en la población urbana, los sectores de la producción agropecuaria y en el sector financiero, el cual ahora tendrá todo tipo de precauciones antes de otorgar un crédito para cualquier proyecto productivo, dada la siniestralidad que pueda ocasionar el tan promocionado fenómeno de El Niño.
El veranillo a principio de año –que ya fue marcado por las cabañuelas-, fue corroborado por el Centro de Predicciones Climáticas, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos -Noaa- y el instituto de investigaciones climáticas de la Universidad de Columbia. Los modelos científicos de estas agencias predicen un fenómeno de El Niño débil en los primeros meses, el cual irá disipándose en los meses posteriores.
Así las cosas, lo prudente es dejar los micrófonos y ponerse a trabajar con los gobiernos regionales y los gremios de la producción agropecuaria en un plan de mitigación de riesgos que además sea de largo plazo. Por ejemplo: Incentivar la construcción de grandes reservorios municipales para recoger las agua en épocas de invierno y utilizarla en épocas de verano; remplazar las brigadas de incendios por brigadas de siembras de árboles protectores de cuencas hidrográficas; incentivar la siembra de pastos resistentes a la sequía y promover el crédito agropecuario amarrado a un seguro agrícola contra riesgos climáticos subsidiado por el Estado.
En fin, en vez de maldecir la oscuridad, encendamos una vela.
En el tintero: Pregunta para los ministros de Hacienda y de Minas y Energía. Si en Colombia extraer un barril de crudo cuesta alrededor de US$7, transportarlo desde los campos de producción a los puertos vale unos US$28 y el overhead cuesta unos US$5. ¿Cuál va a ser el futuro de Colombia, si el precio del petróleo cae a los US$40 el barril?
*Consultor en financiamiento agropecuario
Tremenda algarabía la que formó el Gobierno Nacional esta semana por el fenómeno de El Niño. Citó a Consejo de Ministros para tratar el tema, destinó 92.000 millones de pesos para la oficina de Prevención de desastres, hubo ruedas de prensa, programas institucionales de televisión, campañas publicitarias, etc., etc. Todo lo anterior sería lógico si […]
Tremenda algarabía la que formó el Gobierno Nacional esta semana por el fenómeno de El Niño. Citó a Consejo de Ministros para tratar el tema, destinó 92.000 millones de pesos para la oficina de Prevención de desastres, hubo ruedas de prensa, programas institucionales de televisión, campañas publicitarias, etc., etc. Todo lo anterior sería lógico si fuera incontrovertible el hecho de que se nos viene una sequía, pero la verdad es que no hay una evidencia sólida.
Si en Colombia existiera una entidad seria en cuestión de análisis meteorológico, no habría necesidad de malgastar esta cantidad de recursos públicos en programas que poco ayudan en la mitigación de las pérdidas que pudieran tener los productores del campo ante estos cambios climáticos. Pareciera que el IDEAM no se hubiera tomado “el tiempo” de salir a las regiones para analizar el comportamiento de las cabañuelas y muchos menos para constatar la información satelital y científica de los centros de predicciones climáticas de los Estados Unidos. Por ello -como al pastorcito mentiroso-, aunque estén diciendo la verdad, ya nadie les cree.
Para nadie es un secreto que entre enero y marzo de todos los años, las lluvias son escasas. Por eso nadie cultiva en esta época, los ganaderos venden parte de su hato -que engordaron en el semestre pasado- y los municipios racionan el agua potable para que la población se bañe con totuma. En abril vuelven las lluvias mil y se normaliza la situación. No comprendo entonces la razón por la cual se optó por crear pánico en la población urbana, los sectores de la producción agropecuaria y en el sector financiero, el cual ahora tendrá todo tipo de precauciones antes de otorgar un crédito para cualquier proyecto productivo, dada la siniestralidad que pueda ocasionar el tan promocionado fenómeno de El Niño.
El veranillo a principio de año –que ya fue marcado por las cabañuelas-, fue corroborado por el Centro de Predicciones Climáticas, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos -Noaa- y el instituto de investigaciones climáticas de la Universidad de Columbia. Los modelos científicos de estas agencias predicen un fenómeno de El Niño débil en los primeros meses, el cual irá disipándose en los meses posteriores.
Así las cosas, lo prudente es dejar los micrófonos y ponerse a trabajar con los gobiernos regionales y los gremios de la producción agropecuaria en un plan de mitigación de riesgos que además sea de largo plazo. Por ejemplo: Incentivar la construcción de grandes reservorios municipales para recoger las agua en épocas de invierno y utilizarla en épocas de verano; remplazar las brigadas de incendios por brigadas de siembras de árboles protectores de cuencas hidrográficas; incentivar la siembra de pastos resistentes a la sequía y promover el crédito agropecuario amarrado a un seguro agrícola contra riesgos climáticos subsidiado por el Estado.
En fin, en vez de maldecir la oscuridad, encendamos una vela.
En el tintero: Pregunta para los ministros de Hacienda y de Minas y Energía. Si en Colombia extraer un barril de crudo cuesta alrededor de US$7, transportarlo desde los campos de producción a los puertos vale unos US$28 y el overhead cuesta unos US$5. ¿Cuál va a ser el futuro de Colombia, si el precio del petróleo cae a los US$40 el barril?
*Consultor en financiamiento agropecuario