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Editorial - 2 noviembre, 2019

Promesa incumplida a los carromuleros

La tarde de ayer, luego de ver el lamentable accidente de un caballo que tiraba un carromula al noroccidente de Valledupar, nos preguntamos por el programa de reconversión socio-laboral que se prometió, entre otros, en el gobierno de Fredys Socarrás, y también en el de Augusto Ramírez Uhía, y en el que reconocemos un avance, al final de cuentas insuficiente.

La tarde de ayer, luego de ver el lamentable accidente de un caballo que tiraba un carromula al noroccidente de Valledupar, nos preguntamos por el programa de reconversión socio-laboral que se prometió, entre otros, en el gobierno de Fredys Socarrás, y también en el de Augusto Ramírez Uhía, y en el que reconocemos un avance, al final de cuentas insuficiente.

Actualmente, la Asociación de Carromuleros de Valledupar, Asocar, tiene 343 afiliados en todo el municipio, y sus integrantes estiman que hay con ellos unos 400 de estos trabajadores en la capital del Cesar. Darle cumplimiento al Decreto 1666 de 2010, derogado por el decreto 178 de 2012, que tiene como misión la sustitución de vehículos de tracción animal, ha sido en extremo difícil para los entes territoriales, pues se les conmina pero no establece financiación, y es con recursos propios que se debe realizar, lo que al final de cuentas da el resultado por todos conocido.

En mayo de 2017, el alcalde Augusto Ramírez Uhía entregó cerca de 30 motocarros a igual número de familias para sustituir los carromulas. Sabemos por buena fuente que este año podrían entregarse no más de 15 automotores e igual número de proyectos capital – semilla para estas familias si se supera un impase en la formulación del documento en Planeación Municipal.

Con todo esto, podemos decir que la promesa de consolidar la reconversión socio-laboral en Valledupar no se cumplió. Para esa fecha, 15 de mayo de 2017, eran aproximadamente 350 los afiliados a Asocar; la cifra no ha cambiado mucho, pese a los motocarros entregados. Lo que quiere decir, al parecer, que podría haber un círculo vicioso en el proceso.

Como algunos otros pendientes, el gobierno entrante tendrá que comprometerse y además cumplir con la reconversión pues el asunto sigue siendo un problema no solo laboral, también ambiental por dos vertientes: el maltrato animal y la disposición final de podas y escombros. Estos elementos, a falta de varios puntos de depósito, son echados en los sitios de siempre. Callejones, lotes baldíos, terrenos de engorde, zonas periféricas y el río Guatapurí, en el peor de los casos, son las escombreras municipales.

Invitamos al alcalde actual y al entrante revisar el tema con lupa y que sea crucial en el empalme que pronto empezará. No puede quedar como aspecto secundario o accesorio. En principio hay una deuda con estos animales, es lamentable el estado de salud de muchos caballos en la ciudad y ya es hora que pasen a mejor vida, adoptados y albergados en zonas rurales.

Y, por otra parte, pensamos que deben establecerse con claridad los proyectos que se les entregaran a los carromuleros que abandonen esta actividad. Como es bien sabido, muchos de ellos no desean ni pueden sustentarse laboralmente con motocarros; prefieren proyectos productivos en los corregimientos de Valledupar y municipios aledaños. Ese aspecto diferencial del gobierno local debe prevalecer.

Editorial
2 noviembre, 2019

Promesa incumplida a los carromuleros

La tarde de ayer, luego de ver el lamentable accidente de un caballo que tiraba un carromula al noroccidente de Valledupar, nos preguntamos por el programa de reconversión socio-laboral que se prometió, entre otros, en el gobierno de Fredys Socarrás, y también en el de Augusto Ramírez Uhía, y en el que reconocemos un avance, al final de cuentas insuficiente.


La tarde de ayer, luego de ver el lamentable accidente de un caballo que tiraba un carromula al noroccidente de Valledupar, nos preguntamos por el programa de reconversión socio-laboral que se prometió, entre otros, en el gobierno de Fredys Socarrás, y también en el de Augusto Ramírez Uhía, y en el que reconocemos un avance, al final de cuentas insuficiente.

Actualmente, la Asociación de Carromuleros de Valledupar, Asocar, tiene 343 afiliados en todo el municipio, y sus integrantes estiman que hay con ellos unos 400 de estos trabajadores en la capital del Cesar. Darle cumplimiento al Decreto 1666 de 2010, derogado por el decreto 178 de 2012, que tiene como misión la sustitución de vehículos de tracción animal, ha sido en extremo difícil para los entes territoriales, pues se les conmina pero no establece financiación, y es con recursos propios que se debe realizar, lo que al final de cuentas da el resultado por todos conocido.

En mayo de 2017, el alcalde Augusto Ramírez Uhía entregó cerca de 30 motocarros a igual número de familias para sustituir los carromulas. Sabemos por buena fuente que este año podrían entregarse no más de 15 automotores e igual número de proyectos capital – semilla para estas familias si se supera un impase en la formulación del documento en Planeación Municipal.

Con todo esto, podemos decir que la promesa de consolidar la reconversión socio-laboral en Valledupar no se cumplió. Para esa fecha, 15 de mayo de 2017, eran aproximadamente 350 los afiliados a Asocar; la cifra no ha cambiado mucho, pese a los motocarros entregados. Lo que quiere decir, al parecer, que podría haber un círculo vicioso en el proceso.

Como algunos otros pendientes, el gobierno entrante tendrá que comprometerse y además cumplir con la reconversión pues el asunto sigue siendo un problema no solo laboral, también ambiental por dos vertientes: el maltrato animal y la disposición final de podas y escombros. Estos elementos, a falta de varios puntos de depósito, son echados en los sitios de siempre. Callejones, lotes baldíos, terrenos de engorde, zonas periféricas y el río Guatapurí, en el peor de los casos, son las escombreras municipales.

Invitamos al alcalde actual y al entrante revisar el tema con lupa y que sea crucial en el empalme que pronto empezará. No puede quedar como aspecto secundario o accesorio. En principio hay una deuda con estos animales, es lamentable el estado de salud de muchos caballos en la ciudad y ya es hora que pasen a mejor vida, adoptados y albergados en zonas rurales.

Y, por otra parte, pensamos que deben establecerse con claridad los proyectos que se les entregaran a los carromuleros que abandonen esta actividad. Como es bien sabido, muchos de ellos no desean ni pueden sustentarse laboralmente con motocarros; prefieren proyectos productivos en los corregimientos de Valledupar y municipios aledaños. Ese aspecto diferencial del gobierno local debe prevalecer.