La competitividad debe ser la bandera a ondear
La ministra Cecilia López, que conoce la problemática agropecuaria, ha ondeado la bandera de la productividad agropecuaria como meta de gobierno, pero ahí hay que tener cuidado porque un agricultor puede ser muy productivo pero el negocio, no serle rentable.
Se puede ser muy productivo en café, en soja, en maíz o en lo que uno quiera pero al mismo tiempo no ser competitivo y perder plata bien sea porque se sobre ofertó el producto y se achichó el precio; o porque las vías y la agro logística para venderlo dan pena; o por problemas de inseguridad; o por la tasa de cambio que no lo hace competitivo; o porque los agroinsumos y el transporte subieron de precio; o porque no se comenzó por el principio, que en el caso de la agricultura resulta ser paradójicamente el final, es decir, por el último eslabón, o sea, por el mercado.
El mercado, que viene siendo el último consumidor, es el principio de todo. Sin mercado la travesía naufraga y si no sé es competitivo también. Es lo que el CONPES 4098 sobre Política para impulsar la competitividad agropecuaria llama entorno apropiado para los negocios rurales.
Con el programa “Colombia Siembra” se cometió un error parecido -y no estoy diciendo que no haya que aumentar el área cultivada ni que no haya que ser más productivo sino que la clave es ser más competitivos- que puso en calzas prietas, por demasiada oferta, a más de un arrocero de los llanos orientales; o solo basta hacer memoria y recordar el “ñameton” en la costa sabanera o el “yucatón” en el Meta.
Disculpen los lectores pero aquí va un párrafo ladrilludo, técnico, pero da claridad: La productividad está relacionada con la capacidad para producir y es uno de los principales determinantes de la competitividad y la competitividad es, según la UPRA, la capacidad de producción de bienes y servicios para competir en mercados globales, que permite mejorar los ingresos y la calidad de vida de los productores, territorios o empresas.
Y Colombia es colero, ocupa el puesto 20 entre 25 países en el índice de competitividad agropecuaria.
Está por debajo de Ecuador, Chile, Perú, Brasil, Uruguay, Argentina y Bolivia.
Una empresa es competitiva cuando desarrolla las condiciones internas que le permiten competir y las externas que le reducen costos para que sea rentable. Las internas son más responsabilidad del empresario y las externas, esas que tienen que ver con los bienes públicos y el entorno para los negocios, son más responsabilidad del Estado. Por eso, la vía más que la productividad, es la competitividad y rentabilidad.
La competitividad debe ser la bandera a ondear. Y para ello se necesita una batería de cosas, desde instituciones modernas, que trabajen en red, hasta invertir en infraestructura física, digital, en seguridad jurídica y física y crear un ambiente macroeconómico, social y político estable como también financiamiento y apostar por una agricultura verde y digital.
La competitividad debe ser la bandera a ondear
La ministra Cecilia López, que conoce la problemática agropecuaria, ha ondeado la bandera de la productividad agropecuaria como meta de gobierno, pero ahí hay que tener cuidado porque un agricultor puede ser muy productivo pero el negocio, no serle rentable.
Se puede ser muy productivo en café, en soja, en maíz o en lo que uno quiera pero al mismo tiempo no ser competitivo y perder plata bien sea porque se sobre ofertó el producto y se achichó el precio; o porque las vías y la agro logística para venderlo dan pena; o por problemas de inseguridad; o por la tasa de cambio que no lo hace competitivo; o porque los agroinsumos y el transporte subieron de precio; o porque no se comenzó por el principio, que en el caso de la agricultura resulta ser paradójicamente el final, es decir, por el último eslabón, o sea, por el mercado.
El mercado, que viene siendo el último consumidor, es el principio de todo. Sin mercado la travesía naufraga y si no sé es competitivo también. Es lo que el CONPES 4098 sobre Política para impulsar la competitividad agropecuaria llama entorno apropiado para los negocios rurales.
Con el programa “Colombia Siembra” se cometió un error parecido -y no estoy diciendo que no haya que aumentar el área cultivada ni que no haya que ser más productivo sino que la clave es ser más competitivos- que puso en calzas prietas, por demasiada oferta, a más de un arrocero de los llanos orientales; o solo basta hacer memoria y recordar el “ñameton” en la costa sabanera o el “yucatón” en el Meta.
Disculpen los lectores pero aquí va un párrafo ladrilludo, técnico, pero da claridad: La productividad está relacionada con la capacidad para producir y es uno de los principales determinantes de la competitividad y la competitividad es, según la UPRA, la capacidad de producción de bienes y servicios para competir en mercados globales, que permite mejorar los ingresos y la calidad de vida de los productores, territorios o empresas.
Y Colombia es colero, ocupa el puesto 20 entre 25 países en el índice de competitividad agropecuaria.
Está por debajo de Ecuador, Chile, Perú, Brasil, Uruguay, Argentina y Bolivia.
Una empresa es competitiva cuando desarrolla las condiciones internas que le permiten competir y las externas que le reducen costos para que sea rentable. Las internas son más responsabilidad del empresario y las externas, esas que tienen que ver con los bienes públicos y el entorno para los negocios, son más responsabilidad del Estado. Por eso, la vía más que la productividad, es la competitividad y rentabilidad.
La competitividad debe ser la bandera a ondear. Y para ello se necesita una batería de cosas, desde instituciones modernas, que trabajen en red, hasta invertir en infraestructura física, digital, en seguridad jurídica y física y crear un ambiente macroeconómico, social y político estable como también financiamiento y apostar por una agricultura verde y digital.