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Columnista - 26 noviembre, 2021

Primero, la racionalidad ambiental

Es profundamente lamentable que muchos de los países del mundo que toman decisiones y que se dice son desarrollados piensen más en lo económico que en la protección de la vida humana en la Tierra, es decir, que en la protección de sus propias vidas, o lo que es mejor, la continuidad de la vida […]

Es profundamente lamentable que muchos de los países del mundo que toman decisiones y que se dice son desarrollados piensen más en lo económico que en la protección de la vida humana en la Tierra, es decir, que en la protección de sus propias vidas, o lo que es mejor, la continuidad de la vida en este planeta, como acaba de pasar en la COP26 de  Glasgow, Escocia.

No creemos equivocarnos que los asistentes a este evento le pusieron más atención a los lobistas en favor del uso de combustibles fósiles, reflejando claramente que los asistentes a la COP tienen pintado en su frente el signo dinero, o sea,  que son émulos de la figura del Rico Mac Pato. 

Si en la COP15 o Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, denominada Conferencia de Copenhague, tuvimos frustrantes resultados, será igual en esta que acaba de terminar, en donde se dieron citas delegaciones de 195 países para buscar soluciones o enfrentar la amenaza global que cada día se torna peor (efectos del cambio climático) debido a la cantidad de CO2 enviado a la atmósfera sin control, y que en grado sumo es responsabilidad directa de los países industrialmente avanzados, huelga decir, entre ellos, Estados Unidos, Rusia, Japón, China y Canadá. 

Estos países rechazan cualquier acuerdo vinculante al respecto, debido a que no han dejado de pensar o estar de acuerdo con lo expresado por el que fuera ministro de Hacienda entre 2010-2016 del Reino Unido, en la administración de David Cameron. Se trata de George Osborne: “No podemos salvar el planeta si no salvamos la economía”, para lo cual nos preguntamos, qué soluciones podemos esperar frente a estas posiciones, en donde prima la economía frente a lo ambiental o protección de la vida misma. 

Al abordar este tema no se nos puede escapar hacer alusión a la afrenta ambiental mundial que promueve Brasil, en cabeza de su presidente Jair Bolsonaro, en contra de la Amazonía, que representa una de las mayores zonas de biodiversidad del mundo y de la cual nosotros hacemos parte; esta es la reserva mundial más grande de producción de oxígeno; todo se produce en este país emergente por sus desordenados intereses económicos en contra de esa reserva forestal. 

En Brasil han llegado a proponer una criminal ley forestal que marca un retroceso o un golpe mortal a la producción de oxígeno, ocasionando aún más CO2 que el que produce con su industria. ¡Qué mal ejemplo para el mundo! Este adefesio económico está permitiendo que se reduzcan drásticamente las áreas de protección y a la vez la destrucción de mucha fuente de agua. Es un verdadero desastre contra la vida. 

En la COP (Comisión de las partes), aunque lo saben, sus delegados se abstienen de proponer normas vinculantes para cumplir todas las naciones del mundo con una gestión o política ambiental que se focalicen estratégicamente a garantizar la sostenibilidad ambiental del desarrollo, es decir, la sostenibilidad del patrimonio natural de cada nación, posibilitando que el desarrollo sostenible sea una responsabilidad integral de todas las políticas públicas de cada país, esto equivale a decir que el Estado y la nación en su conjunto deben enfrentar la situación y no con una u otra política en particular, que es lo que se ha querido endilgar a la política ambiental. 

Columnista
26 noviembre, 2021

Primero, la racionalidad ambiental

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Es profundamente lamentable que muchos de los países del mundo que toman decisiones y que se dice son desarrollados piensen más en lo económico que en la protección de la vida humana en la Tierra, es decir, que en la protección de sus propias vidas, o lo que es mejor, la continuidad de la vida […]


Es profundamente lamentable que muchos de los países del mundo que toman decisiones y que se dice son desarrollados piensen más en lo económico que en la protección de la vida humana en la Tierra, es decir, que en la protección de sus propias vidas, o lo que es mejor, la continuidad de la vida en este planeta, como acaba de pasar en la COP26 de  Glasgow, Escocia.

No creemos equivocarnos que los asistentes a este evento le pusieron más atención a los lobistas en favor del uso de combustibles fósiles, reflejando claramente que los asistentes a la COP tienen pintado en su frente el signo dinero, o sea,  que son émulos de la figura del Rico Mac Pato. 

Si en la COP15 o Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, denominada Conferencia de Copenhague, tuvimos frustrantes resultados, será igual en esta que acaba de terminar, en donde se dieron citas delegaciones de 195 países para buscar soluciones o enfrentar la amenaza global que cada día se torna peor (efectos del cambio climático) debido a la cantidad de CO2 enviado a la atmósfera sin control, y que en grado sumo es responsabilidad directa de los países industrialmente avanzados, huelga decir, entre ellos, Estados Unidos, Rusia, Japón, China y Canadá. 

Estos países rechazan cualquier acuerdo vinculante al respecto, debido a que no han dejado de pensar o estar de acuerdo con lo expresado por el que fuera ministro de Hacienda entre 2010-2016 del Reino Unido, en la administración de David Cameron. Se trata de George Osborne: “No podemos salvar el planeta si no salvamos la economía”, para lo cual nos preguntamos, qué soluciones podemos esperar frente a estas posiciones, en donde prima la economía frente a lo ambiental o protección de la vida misma. 

Al abordar este tema no se nos puede escapar hacer alusión a la afrenta ambiental mundial que promueve Brasil, en cabeza de su presidente Jair Bolsonaro, en contra de la Amazonía, que representa una de las mayores zonas de biodiversidad del mundo y de la cual nosotros hacemos parte; esta es la reserva mundial más grande de producción de oxígeno; todo se produce en este país emergente por sus desordenados intereses económicos en contra de esa reserva forestal. 

En Brasil han llegado a proponer una criminal ley forestal que marca un retroceso o un golpe mortal a la producción de oxígeno, ocasionando aún más CO2 que el que produce con su industria. ¡Qué mal ejemplo para el mundo! Este adefesio económico está permitiendo que se reduzcan drásticamente las áreas de protección y a la vez la destrucción de mucha fuente de agua. Es un verdadero desastre contra la vida. 

En la COP (Comisión de las partes), aunque lo saben, sus delegados se abstienen de proponer normas vinculantes para cumplir todas las naciones del mundo con una gestión o política ambiental que se focalicen estratégicamente a garantizar la sostenibilidad ambiental del desarrollo, es decir, la sostenibilidad del patrimonio natural de cada nación, posibilitando que el desarrollo sostenible sea una responsabilidad integral de todas las políticas públicas de cada país, esto equivale a decir que el Estado y la nación en su conjunto deben enfrentar la situación y no con una u otra política en particular, que es lo que se ha querido endilgar a la política ambiental.