En Colombia, estos primeros días del 2017 han estado con sabor agridulce por cuenta la reforma tributaria, sin embargo hay que reconocer que el país en su estructura macro económica presenta serios problemas que debían controlarse, de lo que no estoy seguro era que fuese vía tributos. A raíz de esto recordé una promesa que […]
En Colombia, estos primeros días del 2017 han estado con sabor agridulce por cuenta la reforma tributaria, sin embargo hay que reconocer que el país en su estructura macro económica presenta serios problemas que debían controlarse, de lo que no estoy seguro era que fuese vía tributos. A raíz de esto recordé una promesa que hizo el actual presidente, cuando en un debate le dijo a su contrincante que no aumentaría impuestos y que lo podía escribir en piedra.
Sí en la mente del ciudadano este tipo de manifestaciones se olvida, en la arena política no. Recientemente, la congresista Angélica Lozano llevó una placa en piedra a la plenaria del congreso y se la entregó al Ministro de Hacienda para recordarle la famosa promesa de campaña. Más allá del hecho anecdótico surge un debate interesante sobre la inflexibilidad que adquiere el prometer.
Siendo un profeso anti Ministro Cárdenas, debo reconocer que la inflexibilidad de las promesas deben leerse acorde al contexto y/o situación del entorno. Esto lo planteo por lo siguiente: cuando un país pierde $25 billones por caída en petróleo, cuando ha crecido el asistencialismo de los programas gubernamentales ¿debe un presidente aferrarse a la placa de su promesa O ser responsable para buscar cubrir el déficit?
Cada quién dará la respuesta de su preferencia a mi interrogante, es un asunto de posicionamiento muy personal. En mi caso tengo dos posiciones, la primera es que uno debe aplicar los cuatro acuerdos planteados por el escritor Miguel Ruiz en su libro de sabiduría tolteca.
La segunda tiene que ver con los efectos de la reforma tributaria en la canasta de consumo. He calculado que sentiré un aumento al año de $ 377.000; con esto nuevos precios triunfó mi nutricionista porque tendré que bajar el consumo de café, jamón, queso madurado, vino, pastas, entre otros. La reforma es un hecho y lo único que nos queda es ajustarnos a estas nuevas condiciones.
Otro hecho que causa inquietud entre miles de colombianos es la manera como los supermercados del 31 de diciembre al 1 de enero cambiaron los precios de todo el stock de mercancía comprada en el 2016 con un gravamen ex-ante de la reforma. ¿Quién controla que los supermercados no se queden con los puntos adicionales del aumento? Este desbarajuste para nosotros los consumidores se puede leer de la siguiente manera: el viernes 30 de diciembre en el supermercado el kilo de café costaba 8.100, sin embargo el día 1 de enero el mismo kilo de café ya costaba 8.350.
Finalmente, esta reforma parece aplicar aquel adagio que dice: “los pobres votan, la clase media paga impuestos y los ricos son los dueños de todo lo que tenemos, nos celebran y nos invitan a sus fiestas”.
En Colombia, estos primeros días del 2017 han estado con sabor agridulce por cuenta la reforma tributaria, sin embargo hay que reconocer que el país en su estructura macro económica presenta serios problemas que debían controlarse, de lo que no estoy seguro era que fuese vía tributos. A raíz de esto recordé una promesa que […]
En Colombia, estos primeros días del 2017 han estado con sabor agridulce por cuenta la reforma tributaria, sin embargo hay que reconocer que el país en su estructura macro económica presenta serios problemas que debían controlarse, de lo que no estoy seguro era que fuese vía tributos. A raíz de esto recordé una promesa que hizo el actual presidente, cuando en un debate le dijo a su contrincante que no aumentaría impuestos y que lo podía escribir en piedra.
Sí en la mente del ciudadano este tipo de manifestaciones se olvida, en la arena política no. Recientemente, la congresista Angélica Lozano llevó una placa en piedra a la plenaria del congreso y se la entregó al Ministro de Hacienda para recordarle la famosa promesa de campaña. Más allá del hecho anecdótico surge un debate interesante sobre la inflexibilidad que adquiere el prometer.
Siendo un profeso anti Ministro Cárdenas, debo reconocer que la inflexibilidad de las promesas deben leerse acorde al contexto y/o situación del entorno. Esto lo planteo por lo siguiente: cuando un país pierde $25 billones por caída en petróleo, cuando ha crecido el asistencialismo de los programas gubernamentales ¿debe un presidente aferrarse a la placa de su promesa O ser responsable para buscar cubrir el déficit?
Cada quién dará la respuesta de su preferencia a mi interrogante, es un asunto de posicionamiento muy personal. En mi caso tengo dos posiciones, la primera es que uno debe aplicar los cuatro acuerdos planteados por el escritor Miguel Ruiz en su libro de sabiduría tolteca.
La segunda tiene que ver con los efectos de la reforma tributaria en la canasta de consumo. He calculado que sentiré un aumento al año de $ 377.000; con esto nuevos precios triunfó mi nutricionista porque tendré que bajar el consumo de café, jamón, queso madurado, vino, pastas, entre otros. La reforma es un hecho y lo único que nos queda es ajustarnos a estas nuevas condiciones.
Otro hecho que causa inquietud entre miles de colombianos es la manera como los supermercados del 31 de diciembre al 1 de enero cambiaron los precios de todo el stock de mercancía comprada en el 2016 con un gravamen ex-ante de la reforma. ¿Quién controla que los supermercados no se queden con los puntos adicionales del aumento? Este desbarajuste para nosotros los consumidores se puede leer de la siguiente manera: el viernes 30 de diciembre en el supermercado el kilo de café costaba 8.100, sin embargo el día 1 de enero el mismo kilo de café ya costaba 8.350.
Finalmente, esta reforma parece aplicar aquel adagio que dice: “los pobres votan, la clase media paga impuestos y los ricos son los dueños de todo lo que tenemos, nos celebran y nos invitan a sus fiestas”.