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Columnista - 4 noviembre, 2011

Preguntas socráticas sobre el existencialismo vallenato

Por: Andrés E. Quintero Olmos La actividad de Sócrates se resumía en preguntar a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta convencional, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que […]

Por: Andrés E. Quintero Olmos

La actividad de Sócrates se resumía en preguntar a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta convencional, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que no sabían cuál era la respuesta correcta. Esto no significa que Sócrates ofreciera una contestación definitiva, pero demostraba que los demás tampoco sabían mucho sobre aquello que suponían tan claro, fácil y evidente.
Y eso es lo que sucede con los que creen irremediablemente que el vallenato es hoy en día lo que era antes. Cuestionémoslo.  ¿Qué está pasando con nuestra cultura vallenata, es decir, con nuestro folclor, nuestra literatura y nuestra filología? Desde que Consuelo Araujo desapareció sufrimos de un estancamiento cultural. Nadie se ha interesado en re-normalizar nuestra cultura. Consuelo lo hizo en su época –como pionera- en aras de academizar nuestra cultura. Sin embargo, hoy en día, ésta ha evolucionado, no es la misma. ¿A dónde están los puristas y sabelotodo vallenatos? Esos que defienden, alrededor de una botella y con puños, que el vallenato sólo tiene 4 ritmos. Esos recalcitrantes que al oír por primera vez al vallenato tocándose con guitarra eléctrica y pantalones cortos se escandalizaron. Como si la cultura fuese algo tangible e inamovible: “¡no André, no entiendes, es que se consuelan intelectualmente con los libros de Consuelo!”.

¿Cómo es posible que en el 2011 no exista en Valledupar una academia sobre la vallenatología que le siga el rumbo intelectual a la Cacica? ¿Dónde está la comitiva vallenata interesada en entablar el vallenato como patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO? “¡No, nada André, aquí la gente sólo está pendiente es de una parranda!”.

Existe un inmovilismo intelectual en torno a la cultura vallenata: cómo si el ser vallenato ya estuviese predefinido. Pero, en cambio, sí existe un negocio adyacente a la cultura festivalera. Pero a éste también le falta mucho. El Festival Vallenato, hoy en día, es sólo un concurso y una fiesta cuando debería también integrar tertulias y debates: en comparación con el “Hay festival” de Cartagena el Festival Vallenato es un “No hay festival” intelectual.

Mientras tanto el modus operandi del Festival de la leyenda vallenata es discriminatorio en cuanto a su concurso: se discrimina al guacharequero y al cajero en el concurso oficial del festival vallenato puesto que no pueden obtener la misma cantidad de puntos que los acordeoneros. ¿Cómo es posible que no haya reyes guacharaquero y reyes cajeros como los hay para los acordeoneros? ¿Cómo puede existir tanto elitismo alrededor del instrumento europeo? Como si el vallenato hubiese nacido con el acordeón y fuese conexo a aquél. Es todo lo contrario, el vallenato no depende del acordeón. En cambio sí depende de los tiempos marcados por la caja y la guacharaca. ¿Será que estamos frente a una desigualdad musical calcada sobre la desigualdad social donde lo europeo vale más que lo indígena y lo africano?.

[email protected]

Columnista
4 noviembre, 2011

Preguntas socráticas sobre el existencialismo vallenato

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Andrés E. Quintero Olmos

Por: Andrés E. Quintero Olmos La actividad de Sócrates se resumía en preguntar a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta convencional, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que […]


Por: Andrés E. Quintero Olmos

La actividad de Sócrates se resumía en preguntar a los ciudadanos de la polis ateniense si sabían qué era la belleza, qué era la verdad, qué era la justicia. Cuando sus interlocutores le daban una respuesta convencional, él les volvía a preguntar una y otra vez hasta dejar claro que no sabían cuál era la respuesta correcta. Esto no significa que Sócrates ofreciera una contestación definitiva, pero demostraba que los demás tampoco sabían mucho sobre aquello que suponían tan claro, fácil y evidente.
Y eso es lo que sucede con los que creen irremediablemente que el vallenato es hoy en día lo que era antes. Cuestionémoslo.  ¿Qué está pasando con nuestra cultura vallenata, es decir, con nuestro folclor, nuestra literatura y nuestra filología? Desde que Consuelo Araujo desapareció sufrimos de un estancamiento cultural. Nadie se ha interesado en re-normalizar nuestra cultura. Consuelo lo hizo en su época –como pionera- en aras de academizar nuestra cultura. Sin embargo, hoy en día, ésta ha evolucionado, no es la misma. ¿A dónde están los puristas y sabelotodo vallenatos? Esos que defienden, alrededor de una botella y con puños, que el vallenato sólo tiene 4 ritmos. Esos recalcitrantes que al oír por primera vez al vallenato tocándose con guitarra eléctrica y pantalones cortos se escandalizaron. Como si la cultura fuese algo tangible e inamovible: “¡no André, no entiendes, es que se consuelan intelectualmente con los libros de Consuelo!”.

¿Cómo es posible que en el 2011 no exista en Valledupar una academia sobre la vallenatología que le siga el rumbo intelectual a la Cacica? ¿Dónde está la comitiva vallenata interesada en entablar el vallenato como patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO? “¡No, nada André, aquí la gente sólo está pendiente es de una parranda!”.

Existe un inmovilismo intelectual en torno a la cultura vallenata: cómo si el ser vallenato ya estuviese predefinido. Pero, en cambio, sí existe un negocio adyacente a la cultura festivalera. Pero a éste también le falta mucho. El Festival Vallenato, hoy en día, es sólo un concurso y una fiesta cuando debería también integrar tertulias y debates: en comparación con el “Hay festival” de Cartagena el Festival Vallenato es un “No hay festival” intelectual.

Mientras tanto el modus operandi del Festival de la leyenda vallenata es discriminatorio en cuanto a su concurso: se discrimina al guacharequero y al cajero en el concurso oficial del festival vallenato puesto que no pueden obtener la misma cantidad de puntos que los acordeoneros. ¿Cómo es posible que no haya reyes guacharaquero y reyes cajeros como los hay para los acordeoneros? ¿Cómo puede existir tanto elitismo alrededor del instrumento europeo? Como si el vallenato hubiese nacido con el acordeón y fuese conexo a aquél. Es todo lo contrario, el vallenato no depende del acordeón. En cambio sí depende de los tiempos marcados por la caja y la guacharaca. ¿Será que estamos frente a una desigualdad musical calcada sobre la desigualdad social donde lo europeo vale más que lo indígena y lo africano?.

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