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Columnista - 11 noviembre, 2012

Preguntas sin respuestas y certezas absolutas

PALABRAS DE VIDA ETERNA Por: Marlon Javier Domínguez Si todas las circunstancias de la vida pudieran ser comprendidas y planeadas por el ser humano, no habría lugar para la fe. En efecto, la experiencia que nos lanza a creer, confiar y esperar en Dios es la de nuestra propia limitación frente a lo que nos […]

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PALABRAS DE VIDA ETERNA

Por: Marlon Javier Domínguez
Si todas las circunstancias de la vida pudieran ser comprendidas y planeadas por el ser humano, no habría lugar para la fe. En efecto, la experiencia que nos lanza a creer, confiar y esperar en Dios es la de nuestra propia limitación frente a lo que nos rodea y lo que nos sucede: descubrimos nuestra pequeñez en medio de un mundo tan vasto, nos sentimos incapacitados para realizar siempre el objeto de nuestros deseos y no siempre logramos encontrar una explicación satisfactoria a lo que nos sucede; entonces lanzamos una mirada al cielo, una mirada adolorida, angustiada, triste, alegre o llena de esperanza; una mirada que, en todo caso, no es otra cosa que un grito mudo: “Señor, yo no sé nada, tú lo sabes todo… Señor, yo no entiendo nada, pero que se haga tu voluntad…”
El relato del Evangelio que se lee en la Misa de hoy es un claro ejemplo de lo que hemos dicho: una viuda pobre deposita en el tesoro del templo de Jerusalén dos moneditas de muy poco valor, y Jesús llama a sus discípulos para enseñarles que aquella ofrenda, aparentemente insignificante, posee mayor valor que las grandes cantidades de dinero que depositaban los ricos: ellos han dado lo que les sobra, pero la viuda ha puesto su total confianza en Dios entregando todo cuanto tenía para vivir. Esto es la fe: poner confiadamente en manos de quien todo lo sabe y todo lo puede una existencia de la cual ignoramos muchas cosas y en la que nos topamos de frente con nuestras incapacidades.
Antes de seguir es preciso aclarar que este paso a la fe no se da por obligación de las circunstancias, sino por propia decisión y voluntad y que no se necesita atravesar un momento difícil para volver los ojos a Dios, porque cada momento es propicio para encontrarnos a solas con quien sabemos nos ama.
El pasado viernes dimos cristiana sepultura a una niña, hija de un par de amigos. Ha sido un acontecimiento muy triste que ha arrancado de muchos ojos lágrimas de dolor y ha dejado desgarrada el alma de todos. No se entiende por qué ni para qué desaparece de esta tierra una vida que apenas estaba empezando a ser vivida, no se comprende cual sea la explicación de tan doloroso acontecimiento, pero la fe nos hace entrever la luz de Dios en medio de la oscuridad del sufrimiento… Hay preguntas para las cuales no hay respuestas inmediatas y situaciones que jamás lograremos asumir lo suficiente, pero hay certezas que no admiten duda y que se convierten en el único asidero cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse: Dios es nuestro auxilio y nuestra fuerza, las lágrimas que caen de nuestros ojos no le son indiferentes, nuestro dolor ha sido por Él asumido, sus planes son insondables pero sabios y perfectos, la vida humana va más allá de la materia… Amigos míos: ¡Tienen ahora un ángel en el cielo!
Quisiera, finalmente, proponer para meditación de los lectores una frase sobre la que he vuelto a pensar a partir de los últimos acontecimientos y que solía repetir uno de mis maestros: “¿Qué es la vida y qué es la muerte si el hombre vive vuelto hacia la muerte y cuando muere lo hace vuelto hacia la vida? ¿Qué es el hombre?”  Ana María, desde un lugar junto a Dios, ¡ruega por nosotros!.

Columnista
11 noviembre, 2012

Preguntas sin respuestas y certezas absolutas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Marlon Javier Domínguez

PALABRAS DE VIDA ETERNA Por: Marlon Javier Domínguez Si todas las circunstancias de la vida pudieran ser comprendidas y planeadas por el ser humano, no habría lugar para la fe. En efecto, la experiencia que nos lanza a creer, confiar y esperar en Dios es la de nuestra propia limitación frente a lo que nos […]


PALABRAS DE VIDA ETERNA

Por: Marlon Javier Domínguez
Si todas las circunstancias de la vida pudieran ser comprendidas y planeadas por el ser humano, no habría lugar para la fe. En efecto, la experiencia que nos lanza a creer, confiar y esperar en Dios es la de nuestra propia limitación frente a lo que nos rodea y lo que nos sucede: descubrimos nuestra pequeñez en medio de un mundo tan vasto, nos sentimos incapacitados para realizar siempre el objeto de nuestros deseos y no siempre logramos encontrar una explicación satisfactoria a lo que nos sucede; entonces lanzamos una mirada al cielo, una mirada adolorida, angustiada, triste, alegre o llena de esperanza; una mirada que, en todo caso, no es otra cosa que un grito mudo: “Señor, yo no sé nada, tú lo sabes todo… Señor, yo no entiendo nada, pero que se haga tu voluntad…”
El relato del Evangelio que se lee en la Misa de hoy es un claro ejemplo de lo que hemos dicho: una viuda pobre deposita en el tesoro del templo de Jerusalén dos moneditas de muy poco valor, y Jesús llama a sus discípulos para enseñarles que aquella ofrenda, aparentemente insignificante, posee mayor valor que las grandes cantidades de dinero que depositaban los ricos: ellos han dado lo que les sobra, pero la viuda ha puesto su total confianza en Dios entregando todo cuanto tenía para vivir. Esto es la fe: poner confiadamente en manos de quien todo lo sabe y todo lo puede una existencia de la cual ignoramos muchas cosas y en la que nos topamos de frente con nuestras incapacidades.
Antes de seguir es preciso aclarar que este paso a la fe no se da por obligación de las circunstancias, sino por propia decisión y voluntad y que no se necesita atravesar un momento difícil para volver los ojos a Dios, porque cada momento es propicio para encontrarnos a solas con quien sabemos nos ama.
El pasado viernes dimos cristiana sepultura a una niña, hija de un par de amigos. Ha sido un acontecimiento muy triste que ha arrancado de muchos ojos lágrimas de dolor y ha dejado desgarrada el alma de todos. No se entiende por qué ni para qué desaparece de esta tierra una vida que apenas estaba empezando a ser vivida, no se comprende cual sea la explicación de tan doloroso acontecimiento, pero la fe nos hace entrever la luz de Dios en medio de la oscuridad del sufrimiento… Hay preguntas para las cuales no hay respuestas inmediatas y situaciones que jamás lograremos asumir lo suficiente, pero hay certezas que no admiten duda y que se convierten en el único asidero cuando todo a nuestro alrededor parece derrumbarse: Dios es nuestro auxilio y nuestra fuerza, las lágrimas que caen de nuestros ojos no le son indiferentes, nuestro dolor ha sido por Él asumido, sus planes son insondables pero sabios y perfectos, la vida humana va más allá de la materia… Amigos míos: ¡Tienen ahora un ángel en el cielo!
Quisiera, finalmente, proponer para meditación de los lectores una frase sobre la que he vuelto a pensar a partir de los últimos acontecimientos y que solía repetir uno de mis maestros: “¿Qué es la vida y qué es la muerte si el hombre vive vuelto hacia la muerte y cuando muere lo hace vuelto hacia la vida? ¿Qué es el hombre?”  Ana María, desde un lugar junto a Dios, ¡ruega por nosotros!.