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Columnista - 18 octubre, 2024

Posverdad, desinformación e incertidumbre

Desde que la palabra “posverdad” se puso de moda como una manera para definir "el mundo al revés" de la política, ha coadyuvado cercenando la obligación de adentrarse en la comprensión de las circunstancias, como base para entender el porqué de las cosas.

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Desde que la palabra “posverdad” se puso de moda como una manera para definir “el mundo al revés” de la política, ha coadyuvado cercenando la obligación de adentrarse en la comprensión de las circunstancias, como base para entender el porqué de las cosas. En esta parte del mundo la transición de las noticias falsas ha colonizado la capacidad de discernir, dominando la integridad intelectual. En América Latina, la posverdad, está causando mucho daño con la ideologización del pensamiento, ojalá no sea irreparable.

El Consejo Global sobre el Futuro de la Geopolítica del Foro Económico Mundial ha enmarcado este cambio como “una nueva era geopolítica más conflictiva con la posibilidad de que un orden que alguna vez fue estable y cooperativo esté siendo reemplazado por un panorama global más turbulento y fragmentado”. Este contexto o entender sus ramificaciones, que no tienen origen reciente, invocan la obligación de profundizar en un marco complejo, para discernir el porqué de los conflictos en Medio Oriente y el de Rusia contra Ucrania.

El reduccionismo de las circunstancias es improcedente en la cultura de la posverdad, encubierta en las redes sociales y en la prepotencia de mi opinión en detrimento de la evidencia de los hechos. En Colombia, por ejemplo, el debate político, que no es un escenario intelectual, si no consecuencia de la ideologización del pensamiento, sostiene la insinuación de las mentiras, pero es permisivo con los hechos. Incluso, se puede percibir la creencia de que antes de 2022 éramos Suiza y que desde esa fecha empezamos a ser Colombia.  

Según el prestigioso diccionario de Oxford, en 2017, “posverdad” fue la palabra del año. Y en 2024, el informe de Riesgos Globales, identificó la desinformación y la información errónea como el riesgo global más grave que se prevé para los próximos dos años. También resaltó que, a medida que crece la polarización y los riesgos tecnológicos siguen sin control, la “verdad” se verá sometida a presión. 

Estas previsiones son invisibles para gran parte de la humanidad. Probablemente, la influencia del posmodernismo, conduce a oponerse al racionalismo y al compromiso social. Estas actitudes son identificables en los perfiles e interpretaciones de los usuarios de las redes sociales. Apresurados, usan la bandera de Israel, Rusia, Ucrania o de algún país del medio oriente, hábilmente, se ubican en alguna orilla sin razón aparente, pero con mucha osadía. Renunciar a adentrarse en la comprensión de las circunstancias, concibe un punto de partida peligroso y una declinación del fascinante contexto histórico que ofrece por ejemplo el conflicto en Oriente Medio.

El panorama contemporáneo de América Latina y en general del mundo, cohabita con la irrupción de populistas y tecnócratas, sin embargo, nos debería preocupar de este régimen de posverdad el ascenso y retorno del autoritarismo, porque rechazan descaradamente las reglas del juego democrático, niegan la legitimidad de sus oponentes políticos, no dudan en promover la violencia y restringir las libertades de sus oponentes y de quienes los favorecen. ¿Cómo construir o pensar otro mundo más allá de la posverdad? Urge reestructurar la enseñanza a partir del pensamiento crítico y considerar los medios de alfabetización para que los ciudadanos puedan recuperar y reconstruir su vida social y política con dignidad.

Por: Luis Elquis Díaz. 

Columnista
18 octubre, 2024

Posverdad, desinformación e incertidumbre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

Desde que la palabra “posverdad” se puso de moda como una manera para definir "el mundo al revés" de la política, ha coadyuvado cercenando la obligación de adentrarse en la comprensión de las circunstancias, como base para entender el porqué de las cosas.


Desde que la palabra “posverdad” se puso de moda como una manera para definir “el mundo al revés” de la política, ha coadyuvado cercenando la obligación de adentrarse en la comprensión de las circunstancias, como base para entender el porqué de las cosas. En esta parte del mundo la transición de las noticias falsas ha colonizado la capacidad de discernir, dominando la integridad intelectual. En América Latina, la posverdad, está causando mucho daño con la ideologización del pensamiento, ojalá no sea irreparable.

El Consejo Global sobre el Futuro de la Geopolítica del Foro Económico Mundial ha enmarcado este cambio como “una nueva era geopolítica más conflictiva con la posibilidad de que un orden que alguna vez fue estable y cooperativo esté siendo reemplazado por un panorama global más turbulento y fragmentado”. Este contexto o entender sus ramificaciones, que no tienen origen reciente, invocan la obligación de profundizar en un marco complejo, para discernir el porqué de los conflictos en Medio Oriente y el de Rusia contra Ucrania.

El reduccionismo de las circunstancias es improcedente en la cultura de la posverdad, encubierta en las redes sociales y en la prepotencia de mi opinión en detrimento de la evidencia de los hechos. En Colombia, por ejemplo, el debate político, que no es un escenario intelectual, si no consecuencia de la ideologización del pensamiento, sostiene la insinuación de las mentiras, pero es permisivo con los hechos. Incluso, se puede percibir la creencia de que antes de 2022 éramos Suiza y que desde esa fecha empezamos a ser Colombia.  

Según el prestigioso diccionario de Oxford, en 2017, “posverdad” fue la palabra del año. Y en 2024, el informe de Riesgos Globales, identificó la desinformación y la información errónea como el riesgo global más grave que se prevé para los próximos dos años. También resaltó que, a medida que crece la polarización y los riesgos tecnológicos siguen sin control, la “verdad” se verá sometida a presión. 

Estas previsiones son invisibles para gran parte de la humanidad. Probablemente, la influencia del posmodernismo, conduce a oponerse al racionalismo y al compromiso social. Estas actitudes son identificables en los perfiles e interpretaciones de los usuarios de las redes sociales. Apresurados, usan la bandera de Israel, Rusia, Ucrania o de algún país del medio oriente, hábilmente, se ubican en alguna orilla sin razón aparente, pero con mucha osadía. Renunciar a adentrarse en la comprensión de las circunstancias, concibe un punto de partida peligroso y una declinación del fascinante contexto histórico que ofrece por ejemplo el conflicto en Oriente Medio.

El panorama contemporáneo de América Latina y en general del mundo, cohabita con la irrupción de populistas y tecnócratas, sin embargo, nos debería preocupar de este régimen de posverdad el ascenso y retorno del autoritarismo, porque rechazan descaradamente las reglas del juego democrático, niegan la legitimidad de sus oponentes políticos, no dudan en promover la violencia y restringir las libertades de sus oponentes y de quienes los favorecen. ¿Cómo construir o pensar otro mundo más allá de la posverdad? Urge reestructurar la enseñanza a partir del pensamiento crítico y considerar los medios de alfabetización para que los ciudadanos puedan recuperar y reconstruir su vida social y política con dignidad.

Por: Luis Elquis Díaz.