Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 19 enero, 2015

Por un año de buena ortografía

Cuando leí por primera vez a José Saramago me dejó pensativa la puntuación que utilizaba. Comas, comas, comas, nada de signos de interrogación, ni puntos. Luego en su libro La Caverna solo punto y coma. No es por la traducción del portugués, es su estilo, quizás tomado de Miguel Delibes que hacía lo mismo. En […]

Boton Wpp

Cuando leí por primera vez a José Saramago me dejó pensativa la puntuación que utilizaba. Comas, comas, comas, nada de signos de interrogación, ni puntos. Luego en su libro La Caverna solo punto y coma. No es por la traducción del portugués, es su estilo, quizás tomado de Miguel Delibes que hacía lo mismo. En Colombia Fernando Vallejo, el irreverente, también tiene su forma personal de puntuar.

Un alumno me dijo: ‘Ellos si pueden, pero a uno lo condenan hasta a perder la materia’. Yo le contesté que ellos sabían hacerlo, que eran grandes maestros. Replicó algo que me hizo reír: ‘En nuestra lengua también hay preferencias, mire que los poetas tienen dizque licencias’. Tu discurso está bueno, pero no te libra de aprenderte las normas, le respondí.

Sentí culpa, porque yo soy adicta a la coma, la considero un signo ortográfico no solo para hacer pausas, sino para atajar emociones. Un amigo, que ya murió, que era maestro en cuestiones gramaticales, me decía. ‘No te importe, cuando se te lee solo se siente la fluidez que manejas, es tu estilo”. Cuando no escribo literatura, aunque yo creo que todo escrito lo es, soy estricta con la puntuación, y en mis clases vigilo que se cumplan las normas gramaticales.
Esto lo escribo, no porque me hayan hecho algunas críticas, sino porque me gusta aclarar lo que hago para el público y por qué lo hago. Me gusta que me corrijan, no hay mejor forma de aprender. Los grandes escritores tienen sus correctores de textos y Gabo no era muy afortunado con la ortografía, tenía a Mutis y a otros grandes literatos que lo asesoraban.

Hay que aceptar las críticas con humildad siempre y cuando lo hagan de buena fe, no lo sabemos todo ni estamos vacunados contra cometer errores.
Hace unos días un ilustre personaje escribió, en una de las redes sociales “…me BETARON”, (así con mayúsculas sostenidas) yo le comenté: ‘¿Betaron?’ será vetaron. Si yo hubiera explotado una bomba no me habrían atacado tanto, sus seguidores me dijeron que quién era yo para corregirlo. Eso está bien, no soy nadie y por metida en lo que no debo me gané el ataque.

El personaje se defendió diciendo. “Lo escribí a propósito para destacarlo y haciendo uso de la ortografía semántica”; no entendí ese enredo y me prometí no corregir directamente a nadie, solo a mis alumnos, o cuando alguien acuda a mí, o cuando quiera hacer algunos comentarios gramaticales al final de mis columnas.

Invito a mis colegas periodista y profesores de español a que hagamos de este año el de la buena ortografía. Formemos una red en defensa del idioma, comencemos por nosotros mismo y los que se nos quieran unir, aunque no sean ni periodistas ni escritores ni profesores también; así contribuiremos a que no hayan más ‘Betados’ con B, ni ‘Hamor’ con H, ni ‘Habeces’ con H, B y junto, como lo leí en un mensaje de amor en twitter.

Columnista
19 enero, 2015

Por un año de buena ortografía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Cuando leí por primera vez a José Saramago me dejó pensativa la puntuación que utilizaba. Comas, comas, comas, nada de signos de interrogación, ni puntos. Luego en su libro La Caverna solo punto y coma. No es por la traducción del portugués, es su estilo, quizás tomado de Miguel Delibes que hacía lo mismo. En […]


Cuando leí por primera vez a José Saramago me dejó pensativa la puntuación que utilizaba. Comas, comas, comas, nada de signos de interrogación, ni puntos. Luego en su libro La Caverna solo punto y coma. No es por la traducción del portugués, es su estilo, quizás tomado de Miguel Delibes que hacía lo mismo. En Colombia Fernando Vallejo, el irreverente, también tiene su forma personal de puntuar.

Un alumno me dijo: ‘Ellos si pueden, pero a uno lo condenan hasta a perder la materia’. Yo le contesté que ellos sabían hacerlo, que eran grandes maestros. Replicó algo que me hizo reír: ‘En nuestra lengua también hay preferencias, mire que los poetas tienen dizque licencias’. Tu discurso está bueno, pero no te libra de aprenderte las normas, le respondí.

Sentí culpa, porque yo soy adicta a la coma, la considero un signo ortográfico no solo para hacer pausas, sino para atajar emociones. Un amigo, que ya murió, que era maestro en cuestiones gramaticales, me decía. ‘No te importe, cuando se te lee solo se siente la fluidez que manejas, es tu estilo”. Cuando no escribo literatura, aunque yo creo que todo escrito lo es, soy estricta con la puntuación, y en mis clases vigilo que se cumplan las normas gramaticales.
Esto lo escribo, no porque me hayan hecho algunas críticas, sino porque me gusta aclarar lo que hago para el público y por qué lo hago. Me gusta que me corrijan, no hay mejor forma de aprender. Los grandes escritores tienen sus correctores de textos y Gabo no era muy afortunado con la ortografía, tenía a Mutis y a otros grandes literatos que lo asesoraban.

Hay que aceptar las críticas con humildad siempre y cuando lo hagan de buena fe, no lo sabemos todo ni estamos vacunados contra cometer errores.
Hace unos días un ilustre personaje escribió, en una de las redes sociales “…me BETARON”, (así con mayúsculas sostenidas) yo le comenté: ‘¿Betaron?’ será vetaron. Si yo hubiera explotado una bomba no me habrían atacado tanto, sus seguidores me dijeron que quién era yo para corregirlo. Eso está bien, no soy nadie y por metida en lo que no debo me gané el ataque.

El personaje se defendió diciendo. “Lo escribí a propósito para destacarlo y haciendo uso de la ortografía semántica”; no entendí ese enredo y me prometí no corregir directamente a nadie, solo a mis alumnos, o cuando alguien acuda a mí, o cuando quiera hacer algunos comentarios gramaticales al final de mis columnas.

Invito a mis colegas periodista y profesores de español a que hagamos de este año el de la buena ortografía. Formemos una red en defensa del idioma, comencemos por nosotros mismo y los que se nos quieran unir, aunque no sean ni periodistas ni escritores ni profesores también; así contribuiremos a que no hayan más ‘Betados’ con B, ni ‘Hamor’ con H, ni ‘Habeces’ con H, B y junto, como lo leí en un mensaje de amor en twitter.