En nuestro país hay un revoltijo de factores y condiciones que tienen a la ciudadanía -especialmente a la de los estratos más pobres- en una indecisión de por quién votar para presidente del país. Tal incertidumbre; de veras, no tiene precedentes, tan es así que los dirigentes de la ultraderecha están altamente preocupados por el […]
En nuestro país hay un revoltijo de factores y condiciones que tienen a la ciudadanía -especialmente a la de los estratos más pobres- en una indecisión de por quién votar para presidente del país.
Tal incertidumbre; de veras, no tiene precedentes, tan es así que los dirigentes de la ultraderecha están altamente preocupados por el temor a que la voluntad popular se incline por el candidato que, según los recalcitrantes adalides de la política tradicional, encarna a la izquierda radical. Si esto ocurriera, ni siquiera quiero imaginarme cuál sería el porvenir de los colombianos, sobre todo, el de aquellos con opiniones contrarias al supuesto nuevo régimen del que puntea en todas las encuestas de intención de voto.
Sin embargo, en todos los escenarios posibles; es decir, que saliera elegido como Presidente de la República cualquiera de los candidatos; en realidad, la situación de los colombianos poco o nada variaría. Por ejemplo, tomemos las circunstancias más críticas, empezando por la corrupción que es nuestro peor flagelo, ante este fenómeno, surge el interrogante: ¿cómo la erradicarían o lo llevarían a menores proporciones? No a las justas proporciones como lo propuso uno de nuestros presidentes, cuyo nombre no merece escribirlo, porque en su gobierno hizo salir corriendo al exterior a nuestro Nobel de Literatura, para no tener el destino de Jorge Eliécer Gaitán, Héctor Abad Gómez y otros líderes con pensamientos similares.
Otro de los grandes problemas de nuestro país son los altos índices de pobreza, de desempleo y el rebusque con el trabajo informal, esto si es grave ya que más del 50% de los colombianos están expuestos a cometer cualquier tipo de delito con tal de satisfacer sus necesidades y las de sus familiares. En fin, estas condiciones de desigualdades perpetúan los círculos viciosos que siempre han azotado a los colombianos, en los cuales sobresalen el narcotráfico, el contrabando, la subversión armada, el sicariato, las muertes violentas y muchas más fatalidades.
Bajo tales realidades nunca lograremos convivir en paz, en cuyo logro no ha desmayado el presidente JM Santos, con todos los errores cometidos hay que reconocerle su empeño con el propósito de que vivamos con menos zozobra, aunque los postconflictos son difíciles, finalmente decantan en bienestar general.
Siendo coherente con el propósito de la convivencia pacífica, entonces en la primera vuelta del debate electoral del próximo 27 de mayo, como liberal demócrata mi voto se lo depositaré a Humberto De la Calle Lombana, a quien dejaron solo, quienes lo entusiasmaron a ser candidato presidencial.
En nuestro país hay un revoltijo de factores y condiciones que tienen a la ciudadanía -especialmente a la de los estratos más pobres- en una indecisión de por quién votar para presidente del país. Tal incertidumbre; de veras, no tiene precedentes, tan es así que los dirigentes de la ultraderecha están altamente preocupados por el […]
En nuestro país hay un revoltijo de factores y condiciones que tienen a la ciudadanía -especialmente a la de los estratos más pobres- en una indecisión de por quién votar para presidente del país.
Tal incertidumbre; de veras, no tiene precedentes, tan es así que los dirigentes de la ultraderecha están altamente preocupados por el temor a que la voluntad popular se incline por el candidato que, según los recalcitrantes adalides de la política tradicional, encarna a la izquierda radical. Si esto ocurriera, ni siquiera quiero imaginarme cuál sería el porvenir de los colombianos, sobre todo, el de aquellos con opiniones contrarias al supuesto nuevo régimen del que puntea en todas las encuestas de intención de voto.
Sin embargo, en todos los escenarios posibles; es decir, que saliera elegido como Presidente de la República cualquiera de los candidatos; en realidad, la situación de los colombianos poco o nada variaría. Por ejemplo, tomemos las circunstancias más críticas, empezando por la corrupción que es nuestro peor flagelo, ante este fenómeno, surge el interrogante: ¿cómo la erradicarían o lo llevarían a menores proporciones? No a las justas proporciones como lo propuso uno de nuestros presidentes, cuyo nombre no merece escribirlo, porque en su gobierno hizo salir corriendo al exterior a nuestro Nobel de Literatura, para no tener el destino de Jorge Eliécer Gaitán, Héctor Abad Gómez y otros líderes con pensamientos similares.
Otro de los grandes problemas de nuestro país son los altos índices de pobreza, de desempleo y el rebusque con el trabajo informal, esto si es grave ya que más del 50% de los colombianos están expuestos a cometer cualquier tipo de delito con tal de satisfacer sus necesidades y las de sus familiares. En fin, estas condiciones de desigualdades perpetúan los círculos viciosos que siempre han azotado a los colombianos, en los cuales sobresalen el narcotráfico, el contrabando, la subversión armada, el sicariato, las muertes violentas y muchas más fatalidades.
Bajo tales realidades nunca lograremos convivir en paz, en cuyo logro no ha desmayado el presidente JM Santos, con todos los errores cometidos hay que reconocerle su empeño con el propósito de que vivamos con menos zozobra, aunque los postconflictos son difíciles, finalmente decantan en bienestar general.
Siendo coherente con el propósito de la convivencia pacífica, entonces en la primera vuelta del debate electoral del próximo 27 de mayo, como liberal demócrata mi voto se lo depositaré a Humberto De la Calle Lombana, a quien dejaron solo, quienes lo entusiasmaron a ser candidato presidencial.