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Columnista - 1 julio, 2014

¿Por qué es bella la historia?

La historia es una ciencia cardinal en los avatares de la civilización, sus sabios postulados confrontan el pasado y el presente, conjugan el tiempo con el espacio y dan a cada generación, la oportunidad de un faro dispuesto a iluminar el incierto transitar de quien lo quiera tomar. Su majestad es agradecida, ciertamente, las naciones […]

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La historia es una ciencia cardinal en los avatares de la civilización, sus sabios postulados confrontan el pasado y el presente, conjugan el tiempo con el espacio y dan a cada generación, la oportunidad de un faro dispuesto a iluminar el incierto transitar de quien lo quiera tomar.

Su majestad es agradecida, ciertamente, las naciones de más brillo comparten el genio de atender sus lecciones, y ahí donde el acervo inmaterial no vale nada, sólo reina el caos y la anarquía.

Su saber se edifica tras un riguroso proceso de investigación, aspecto racional que dota a su corazón romántico de una dualidad, capaz de suscitar los más enconados debates entre la tradición, la epopeya, la crónica y la teoría.

Es una nave, cuyo viaje al pasado llena de sorpresas el presente, guarda para la posteridad inestimables sucesos y venga tras cada expedición las crueldades del olvido.

Como terapia fortalece el intelecto y entrega seguridad para avanzar entre el caos aparente; descubrir el cosmos resulta más afortunado con su compañía.

No llega a la verdad por simple capricho, con disciplina rastrea, razona y resume, valora las fuentes reconociendo siempre la posibilidad del error, así como del perfeccionamiento.

Es sencilla y se muestra tal cual es, ante su presencia la ignorancia ruge, para luego huir derrotada por la evidencia. El pionero no teme hacerla y el prudente siempre la respeta.

POR JOSE LUIS ROPERO DE LA HOZ

Columnista
1 julio, 2014

¿Por qué es bella la historia?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
El Pilón

La historia es una ciencia cardinal en los avatares de la civilización, sus sabios postulados confrontan el pasado y el presente, conjugan el tiempo con el espacio y dan a cada generación, la oportunidad de un faro dispuesto a iluminar el incierto transitar de quien lo quiera tomar. Su majestad es agradecida, ciertamente, las naciones […]


La historia es una ciencia cardinal en los avatares de la civilización, sus sabios postulados confrontan el pasado y el presente, conjugan el tiempo con el espacio y dan a cada generación, la oportunidad de un faro dispuesto a iluminar el incierto transitar de quien lo quiera tomar.

Su majestad es agradecida, ciertamente, las naciones de más brillo comparten el genio de atender sus lecciones, y ahí donde el acervo inmaterial no vale nada, sólo reina el caos y la anarquía.

Su saber se edifica tras un riguroso proceso de investigación, aspecto racional que dota a su corazón romántico de una dualidad, capaz de suscitar los más enconados debates entre la tradición, la epopeya, la crónica y la teoría.

Es una nave, cuyo viaje al pasado llena de sorpresas el presente, guarda para la posteridad inestimables sucesos y venga tras cada expedición las crueldades del olvido.

Como terapia fortalece el intelecto y entrega seguridad para avanzar entre el caos aparente; descubrir el cosmos resulta más afortunado con su compañía.

No llega a la verdad por simple capricho, con disciplina rastrea, razona y resume, valora las fuentes reconociendo siempre la posibilidad del error, así como del perfeccionamiento.

Es sencilla y se muestra tal cual es, ante su presencia la ignorancia ruge, para luego huir derrotada por la evidencia. El pionero no teme hacerla y el prudente siempre la respeta.

POR JOSE LUIS ROPERO DE LA HOZ