“Enciclopedias para la ganadería, la agricultura y la vida productiva del campo”, era el pomposo, ostentoso, pesado y voluminoso nombre, como su forma, de los libros que nuestro nobel Gabriel García Márquez se dispuso a vender en el norte del Cesar y La Guajira para mejorar sus ingresos, siendo cronista de El Heraldo donde firmaba […]
“Enciclopedias para la ganadería, la agricultura y la vida productiva del campo”, era el pomposo, ostentoso, pesado y voluminoso nombre, como su forma, de los libros que nuestro nobel Gabriel García Márquez se dispuso a vender en el norte del Cesar y La Guajira para mejorar sus ingresos, siendo cronista de El Heraldo donde firmaba como Septimus, y daba rienda suelta a su imaginación en su famosa columna ‘La Jirafa’.
Pensó Gabo que por ser estas tierras fértiles en actividades del agro, este libro se vendería como pan caliente; Gabo estaba en lo cierto.
Lógico, también vino García seducido por las crónicas cantadas por nuestros campesinos, que pregonaban de aldea en aldea el acontecer diario de la comarca.
Dedujo que estas historias también merecían ser recreadas por su mágica pluma, y así sucedió; de sus primeras historias de esta región, a un mes de los hechos, fue el incendio de 25 casas y dos muertos en la población de La Paz, barrio ‘Las Tunas’, hechos cometidos por la chulavita, policía política y posterior encuentro con Pablo López, considerado por Gabriel en su columna el mejor acordeonero de la región.
El escritor recorrió esta vasta región enviando historias al periódico, sacando tiempo para proponer las enciclopedias a ganaderos y agricultores, ellos se jactaban saber más que la enciclopedia, pero aceptaban gustosamente la propuesta.
Con lo que no contaba el Nobel era con la tacañería de los ricos hacendados cesarenses y guajiros, a quienes les dejaba a crédito su mercancía, con la esperanza que se la pagaran pronto, algo que jamás aconteció, llevando a la bancarrota al escritor y vendedor de enciclopedias.
Para redondear la faena, por la pinta sicodélica del escritor, uno de estos hacendados, siendo gerente del Club Valledupar, quiso negarle infructuosamente la entrada al club social.
Estos hechos no amilanaron el olfato del cronista, prosiguió en la búsqueda incesante de historias épicas en nuestros polvorientos y atrasados pueblos, relatos de hechos y personajes de la cotidianidad, convertidos en sucesos mitológicos que el mundo admira; Gabo divulgó su amistad con personajes vallenatos de la época que enriquecieron su conocimiento de nuestra idiosincrasia, para que los conociera el mundo a través del famoso vallenato de trescientas sesenta y cinco páginas, ‘Cien años de Soledad’.
De estos personajes entrañables, de los afectos de García, estaba la familia López de La Paz, por la admiración que le profesaba Gabo a las notas que emanaban del acordeón del papá de los hermanos López, Pablo Rafael.
Entonces, ¿por qué los López con el canto de Jorge Oñate grabaron en 1974 la canción ‘Aracataca Espera’, de Armando Zabaleta, donde se agravia al escritor, siendo Gabriel García famoso por estar en la cúspide mundial de las letras?, ¿No intuyeron, a pesar del presagio, que ocho años después sería Premio Nobel de Literatura? ¿Sería por eso que dentro de la numerosa comitiva que fue a Estocolmo a recibir el nobel, Gabo invitó a Pablo López, ‘Poncho’ y Emilianito Zuleta, Pedro García y a Jorge Oñate?
“Enciclopedias para la ganadería, la agricultura y la vida productiva del campo”, era el pomposo, ostentoso, pesado y voluminoso nombre, como su forma, de los libros que nuestro nobel Gabriel García Márquez se dispuso a vender en el norte del Cesar y La Guajira para mejorar sus ingresos, siendo cronista de El Heraldo donde firmaba […]
“Enciclopedias para la ganadería, la agricultura y la vida productiva del campo”, era el pomposo, ostentoso, pesado y voluminoso nombre, como su forma, de los libros que nuestro nobel Gabriel García Márquez se dispuso a vender en el norte del Cesar y La Guajira para mejorar sus ingresos, siendo cronista de El Heraldo donde firmaba como Septimus, y daba rienda suelta a su imaginación en su famosa columna ‘La Jirafa’.
Pensó Gabo que por ser estas tierras fértiles en actividades del agro, este libro se vendería como pan caliente; Gabo estaba en lo cierto.
Lógico, también vino García seducido por las crónicas cantadas por nuestros campesinos, que pregonaban de aldea en aldea el acontecer diario de la comarca.
Dedujo que estas historias también merecían ser recreadas por su mágica pluma, y así sucedió; de sus primeras historias de esta región, a un mes de los hechos, fue el incendio de 25 casas y dos muertos en la población de La Paz, barrio ‘Las Tunas’, hechos cometidos por la chulavita, policía política y posterior encuentro con Pablo López, considerado por Gabriel en su columna el mejor acordeonero de la región.
El escritor recorrió esta vasta región enviando historias al periódico, sacando tiempo para proponer las enciclopedias a ganaderos y agricultores, ellos se jactaban saber más que la enciclopedia, pero aceptaban gustosamente la propuesta.
Con lo que no contaba el Nobel era con la tacañería de los ricos hacendados cesarenses y guajiros, a quienes les dejaba a crédito su mercancía, con la esperanza que se la pagaran pronto, algo que jamás aconteció, llevando a la bancarrota al escritor y vendedor de enciclopedias.
Para redondear la faena, por la pinta sicodélica del escritor, uno de estos hacendados, siendo gerente del Club Valledupar, quiso negarle infructuosamente la entrada al club social.
Estos hechos no amilanaron el olfato del cronista, prosiguió en la búsqueda incesante de historias épicas en nuestros polvorientos y atrasados pueblos, relatos de hechos y personajes de la cotidianidad, convertidos en sucesos mitológicos que el mundo admira; Gabo divulgó su amistad con personajes vallenatos de la época que enriquecieron su conocimiento de nuestra idiosincrasia, para que los conociera el mundo a través del famoso vallenato de trescientas sesenta y cinco páginas, ‘Cien años de Soledad’.
De estos personajes entrañables, de los afectos de García, estaba la familia López de La Paz, por la admiración que le profesaba Gabo a las notas que emanaban del acordeón del papá de los hermanos López, Pablo Rafael.
Entonces, ¿por qué los López con el canto de Jorge Oñate grabaron en 1974 la canción ‘Aracataca Espera’, de Armando Zabaleta, donde se agravia al escritor, siendo Gabriel García famoso por estar en la cúspide mundial de las letras?, ¿No intuyeron, a pesar del presagio, que ocho años después sería Premio Nobel de Literatura? ¿Sería por eso que dentro de la numerosa comitiva que fue a Estocolmo a recibir el nobel, Gabo invitó a Pablo López, ‘Poncho’ y Emilianito Zuleta, Pedro García y a Jorge Oñate?