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Editorial - 16 diciembre, 2022

Por la unidad arhuaca

Las divisiones internas del pueblo arhuaco, asentado en la Sierra Nevada, producto del proceso de elección del cabildo gobernador de esa comunidad, es un problema que se ha prolongado demasiado, porque ya no solo afecta a las poblaciones aborígenes, sino que también perjudica la dinámica normal de vida de la ciudadanía en general de esta […]

Las divisiones internas del pueblo arhuaco, asentado en la Sierra Nevada, producto del proceso de elección del cabildo gobernador de esa comunidad, es un problema que se ha prolongado demasiado, porque ya no solo afecta a las poblaciones aborígenes, sino que también perjudica la dinámica normal de vida de la ciudadanía en general de esta región.

La sola movilización de más de tres mil indígenas, desde sus lugares de residencia, representa graves riesgos e inconvenientes, tanto para ellos como para toda la población.

Además de todo el caos que genera el bloqueo, por más de dos días, de una vía principal, son múltiples las consecuencias negativas que se derivan de este tipo de jornadas de protestas: salubridad, alimentación, ambiental, seguridad, incertidumbre, alteración del orden público, solo para mencionar algunas.

Imaginarlos reunidos en un mismo sitio y tratando de satisfacer sus principales necesidades fisiológicas, es un escenario nada halagador, el cual empeora cada vez más a medida que avancen los días. Todo eso indica que, por la cercanía a la zona de protesta, nuestro río Guatapurí y todo su contorno está siendo víctima de contaminación y de muchos otros inconvenientes. Además de que Aseo del Norte anunció un retardo en el traslado de basuras al relleno sanitario. Hasta ambulancias y carros fúnebres, con enfermos y sepelios, y turistas en época decembrina, se han afectado.

Con consecuencia dolorosa: la muerte de un joven indígena, quien se ahogó este jueves en las aguas del río Guatapurí mientras intentaba bañarse.

Pero más allá de esas circunstancias es la división interna que rompe con una tradición que siempre los había caracterizado: su unidad ancestral. Factores internos de poder, administración de recursos nacionales transferidos a los resguardos, territorios indígenas, y de servicios de salud y educación, de administración propia y relaciones con los gobiernos nacionales, habrían despedazado la armonía, los ha convertido en seres expuestos a los vicios que antes endilgaban a los hermanos menores, y el buen modelo que representaban adolece de desprestigio ante la región y el resto de ciudadanos. Han salido a flote incluso aspectos cuestionables como la relación con las mujeres y menores, involucrando a sus censuradas autoridades.

También factores como la intervención y regulación del Ministerio del interior, y su manejo desacertado, en los últimos dos largos años de conflicto, ha convertido a la comunidad en foco de atención.

La situación requiere la intervención de un ente de mayor instancia, en común acuerdo de las partes, donde se respete la decisión de las 60 comunidades arhuacas,
la voluntad de los mamos reunidos en las Kankurwas, encargados de hacer las consultas espirituales sobre el que puede ser el futuro del gobierno arhuaco.

Para el Cesar y la región la siempre buena convivencia y respeto con los pueblos de la sierra no se puede transformar en un problema mayúsculo, por aquel desgobierno y división.

Editorial
16 diciembre, 2022

Por la unidad arhuaca

Las divisiones internas del pueblo arhuaco, asentado en la Sierra Nevada, producto del proceso de elección del cabildo gobernador de esa comunidad, es un problema que se ha prolongado demasiado, porque ya no solo afecta a las poblaciones aborígenes, sino que también perjudica la dinámica normal de vida de la ciudadanía en general de esta […]


Las divisiones internas del pueblo arhuaco, asentado en la Sierra Nevada, producto del proceso de elección del cabildo gobernador de esa comunidad, es un problema que se ha prolongado demasiado, porque ya no solo afecta a las poblaciones aborígenes, sino que también perjudica la dinámica normal de vida de la ciudadanía en general de esta región.

La sola movilización de más de tres mil indígenas, desde sus lugares de residencia, representa graves riesgos e inconvenientes, tanto para ellos como para toda la población.

Además de todo el caos que genera el bloqueo, por más de dos días, de una vía principal, son múltiples las consecuencias negativas que se derivan de este tipo de jornadas de protestas: salubridad, alimentación, ambiental, seguridad, incertidumbre, alteración del orden público, solo para mencionar algunas.

Imaginarlos reunidos en un mismo sitio y tratando de satisfacer sus principales necesidades fisiológicas, es un escenario nada halagador, el cual empeora cada vez más a medida que avancen los días. Todo eso indica que, por la cercanía a la zona de protesta, nuestro río Guatapurí y todo su contorno está siendo víctima de contaminación y de muchos otros inconvenientes. Además de que Aseo del Norte anunció un retardo en el traslado de basuras al relleno sanitario. Hasta ambulancias y carros fúnebres, con enfermos y sepelios, y turistas en época decembrina, se han afectado.

Con consecuencia dolorosa: la muerte de un joven indígena, quien se ahogó este jueves en las aguas del río Guatapurí mientras intentaba bañarse.

Pero más allá de esas circunstancias es la división interna que rompe con una tradición que siempre los había caracterizado: su unidad ancestral. Factores internos de poder, administración de recursos nacionales transferidos a los resguardos, territorios indígenas, y de servicios de salud y educación, de administración propia y relaciones con los gobiernos nacionales, habrían despedazado la armonía, los ha convertido en seres expuestos a los vicios que antes endilgaban a los hermanos menores, y el buen modelo que representaban adolece de desprestigio ante la región y el resto de ciudadanos. Han salido a flote incluso aspectos cuestionables como la relación con las mujeres y menores, involucrando a sus censuradas autoridades.

También factores como la intervención y regulación del Ministerio del interior, y su manejo desacertado, en los últimos dos largos años de conflicto, ha convertido a la comunidad en foco de atención.

La situación requiere la intervención de un ente de mayor instancia, en común acuerdo de las partes, donde se respete la decisión de las 60 comunidades arhuacas,
la voluntad de los mamos reunidos en las Kankurwas, encargados de hacer las consultas espirituales sobre el que puede ser el futuro del gobierno arhuaco.

Para el Cesar y la región la siempre buena convivencia y respeto con los pueblos de la sierra no se puede transformar en un problema mayúsculo, por aquel desgobierno y división.