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Columnista - 9 enero, 2019

Ponerse en camino cada día

En cada amanecer hay una nueva búsqueda. Siempre hay una estrella que nos ilumina. Hay que encontrar al Niño y hacerse Niño. Despojarse de mundo, conservar el alma. Buscar a Dios, volver a Dios, ser de Dios.                 Porque somos hijos del amor, amar es nuestra misión. Que nadie desfallezca en las andanzas. Pongámonos en […]

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En cada amanecer hay una nueva búsqueda.

Siempre hay una estrella que nos ilumina.

Hay que encontrar al Niño y hacerse Niño.

Despojarse de mundo, conservar el alma.

Buscar a Dios, volver a Dios, ser de Dios.

                Porque somos hijos del amor, amar es nuestra misión.

Que nadie desfallezca en las andanzas.

Pongámonos en camino, salgamos del yo.

Hemos de resurgir de la nada para el todo.

Nos espera el encuentro con el Padre.

El espíritu nos dará valor para trascender.

                Porque somos hijos del tiempo, la esperanza es nuestra.

Habrá desolación, instantes tenebrosos.

También habrá consuelo, soplos de paz.

Y será en la humildad el renacer a la luz.

Adiós el poder de Herodes, hasta siempre.

A Jesús se le encuentra en un pesebre.

                Porque somos hijos de la verdad, la Natividad nos calma.

Ahora, pues, es el momento de adorarle.

Volvamos al verso puro de nuestro interior.

Démonos, hagamos donación comunitaria.

Pongamos pasión en la celebración litúrgica.

Nos llama la inocencia, nos busca en su visión.

                Porque somos hijos del verbo, la carne nos glorifica.

Quiere arroparnos y decirnos que está aquí.

En cada uno de nosotros, junto a nosotros.

Así es la ternura de nuestro Creador, universal.

Nos precede la alegría, el gozo nos embellece.

Partícipes del misterio, confluimos en mística.

                Porque somos hijos del sol, el universo nos protege.

El Nacimiento del verbo encarnado nos une.

Fraternicémonos, que nadie se sienta extraño.

Humanicémonos,  que nadie se halle solo.

Conciliémonos, que nadie se encuentre abatido.

Reconciliémonos, la paz es fruto de lo que soy.

                Porque somos el resplandor de Cristo, ¡Cristo nos redime!

Columnista
9 enero, 2019

Ponerse en camino cada día

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Víctor Corcoba Herrero

En cada amanecer hay una nueva búsqueda. Siempre hay una estrella que nos ilumina. Hay que encontrar al Niño y hacerse Niño. Despojarse de mundo, conservar el alma. Buscar a Dios, volver a Dios, ser de Dios.                 Porque somos hijos del amor, amar es nuestra misión. Que nadie desfallezca en las andanzas. Pongámonos en […]


En cada amanecer hay una nueva búsqueda.

Siempre hay una estrella que nos ilumina.

Hay que encontrar al Niño y hacerse Niño.

Despojarse de mundo, conservar el alma.

Buscar a Dios, volver a Dios, ser de Dios.

                Porque somos hijos del amor, amar es nuestra misión.

Que nadie desfallezca en las andanzas.

Pongámonos en camino, salgamos del yo.

Hemos de resurgir de la nada para el todo.

Nos espera el encuentro con el Padre.

El espíritu nos dará valor para trascender.

                Porque somos hijos del tiempo, la esperanza es nuestra.

Habrá desolación, instantes tenebrosos.

También habrá consuelo, soplos de paz.

Y será en la humildad el renacer a la luz.

Adiós el poder de Herodes, hasta siempre.

A Jesús se le encuentra en un pesebre.

                Porque somos hijos de la verdad, la Natividad nos calma.

Ahora, pues, es el momento de adorarle.

Volvamos al verso puro de nuestro interior.

Démonos, hagamos donación comunitaria.

Pongamos pasión en la celebración litúrgica.

Nos llama la inocencia, nos busca en su visión.

                Porque somos hijos del verbo, la carne nos glorifica.

Quiere arroparnos y decirnos que está aquí.

En cada uno de nosotros, junto a nosotros.

Así es la ternura de nuestro Creador, universal.

Nos precede la alegría, el gozo nos embellece.

Partícipes del misterio, confluimos en mística.

                Porque somos hijos del sol, el universo nos protege.

El Nacimiento del verbo encarnado nos une.

Fraternicémonos, que nadie se sienta extraño.

Humanicémonos,  que nadie se halle solo.

Conciliémonos, que nadie se encuentre abatido.

Reconciliémonos, la paz es fruto de lo que soy.

                Porque somos el resplandor de Cristo, ¡Cristo nos redime!