Aquí las cosas van llegando gota a gota. O mejor dicho granito a granito. Todo nos llega tarde, escribió el poeta Julio Flórez. Algún profesor de geografía en mi curso de primaria, afirmó que el desierto más grande del mundo era La Guajira, tal vez quiso decir de Colombia, nadie se atrevió a contradecirlo. Solo […]
Aquí las cosas van llegando gota a gota. O mejor dicho granito a granito. Todo nos llega tarde, escribió el poeta Julio Flórez. Algún profesor de geografía en mi curso de primaria, afirmó que el desierto más grande del mundo era La Guajira, tal vez quiso decir de Colombia, nadie se atrevió a contradecirlo. Solo a escuchar y luego a repetir. Luego nos dijeron que era el Sahara, ahora resulta que es el tercero, después del Antártico y el Ártico. Mejor dicho es más fácil preguntar cuál ha sido el mejor alcalde de Valledupar, y cada quien contesta dependiendo como le fue en la fiesta. Frescos como lechugas. Existen dos mandatarios que ni sus coequiperos los defienden. Será otro chorro.
Hay tres propuestas infaltables de candidatos en campaña a la alcaldía vallenata en sus discursos: Besotes, Ruta Escalona y Casas para periodistas. Al menos ya existe un tanque con figura de elefante blanco y una vaina llena de varillas al aire libre, leve indicio de las promesas, lo último es… ¡Caso cerrado!
Estamos olvidando el tema. La salvación del río Cesar, el mismo del cual los últimos gobernadores no paran de hablar, muere lentamente, por la cruel enfermedad del abandono. Guacochito, pequeño poblado donde el cauce pasa, es eterno proveedor de arena para construcción, llamado material de arrastre. Arrastrados quienes han prometido salvar el río. Enlodados embusteros, fangosos corruptores sí, mañosos. Promeseros del primer orden.
Aprendemos más de las canciones que de la experiencia. “Tú eres como los desiertos que no tienen nada, solo arena requemada por años y años de inmenso calor”, dijo Nando Marín. Ahí definimos desierto, luego aprendimos en concursos de méritos para empleos, cuando ya tienen al seleccionado escogido, se aplica. Ah, y en las ¡licitaciones!
Con el ‘encerramiento’ prolongado hasta el 15 de julio, respetando que el 16 celebran la Virgen del Carmen, tenemos como novedad el polvo del Sahara, viajando desde el África lejano viene a acompañarnos, quien lo creyera. En el Génesis se lee: “Con el sudor de tu frente comerás pan hasta que tornes al suelo, pues de el fuiste tomado ya que eres polvo y tornarás al polvo”. Los sacerdotes decían el miércoles de ceniza: “No olvides que eres polvo y en polvo te convertirás. ¿Pero de dónde viene el dicho? En el pasado se hizo popular la costumbre de los caballeros en las reuniones sociales, el consumo de rapé, es decir, polvo de tabaco, por lo tanto se retiraban a un cuarto especial a echar un polvo. Como echarse unas frías hoy. La frase como tantas otras, la utilizamos para referirnos a otra cosa.
Hoy, en tiempos pandémicos los hogares dispares, pensaban reconstruirse, y resultó lo contrario según muestran las estadísticas sobre feminicidio y violencia intrafamiliar. Hasta una reconocida marca de talcos resultó cancerígena. Los polvos ya no tenemos que pedirlos a domicilio, ni por internet, el polvo viene gratis y desde lejos, polvos saharianos para tiempos difíciles, parece ser la cura. Ya los curas lo habían anunciado.
Siempre algo nuevo nos amenaza, el avispón asiático, está en espera. Pobre la América de Trump y Bolsonaro. Barranquilla, ‘La Arenosa’, pendiente a maicena carnavalera y no al virus, los narcos siguen con polvos en bolsitas ilegales y el gran desierto se acuerda de nosotros. No estamos solos. Este país parece una polvorería, sino miren las redes y los líderes políticos. De los otros líderes de caminos polvorientos da pesar y miedo. El oasis es la esperanza. Todos somos saharauis.
Aquí las cosas van llegando gota a gota. O mejor dicho granito a granito. Todo nos llega tarde, escribió el poeta Julio Flórez. Algún profesor de geografía en mi curso de primaria, afirmó que el desierto más grande del mundo era La Guajira, tal vez quiso decir de Colombia, nadie se atrevió a contradecirlo. Solo […]
Aquí las cosas van llegando gota a gota. O mejor dicho granito a granito. Todo nos llega tarde, escribió el poeta Julio Flórez. Algún profesor de geografía en mi curso de primaria, afirmó que el desierto más grande del mundo era La Guajira, tal vez quiso decir de Colombia, nadie se atrevió a contradecirlo. Solo a escuchar y luego a repetir. Luego nos dijeron que era el Sahara, ahora resulta que es el tercero, después del Antártico y el Ártico. Mejor dicho es más fácil preguntar cuál ha sido el mejor alcalde de Valledupar, y cada quien contesta dependiendo como le fue en la fiesta. Frescos como lechugas. Existen dos mandatarios que ni sus coequiperos los defienden. Será otro chorro.
Hay tres propuestas infaltables de candidatos en campaña a la alcaldía vallenata en sus discursos: Besotes, Ruta Escalona y Casas para periodistas. Al menos ya existe un tanque con figura de elefante blanco y una vaina llena de varillas al aire libre, leve indicio de las promesas, lo último es… ¡Caso cerrado!
Estamos olvidando el tema. La salvación del río Cesar, el mismo del cual los últimos gobernadores no paran de hablar, muere lentamente, por la cruel enfermedad del abandono. Guacochito, pequeño poblado donde el cauce pasa, es eterno proveedor de arena para construcción, llamado material de arrastre. Arrastrados quienes han prometido salvar el río. Enlodados embusteros, fangosos corruptores sí, mañosos. Promeseros del primer orden.
Aprendemos más de las canciones que de la experiencia. “Tú eres como los desiertos que no tienen nada, solo arena requemada por años y años de inmenso calor”, dijo Nando Marín. Ahí definimos desierto, luego aprendimos en concursos de méritos para empleos, cuando ya tienen al seleccionado escogido, se aplica. Ah, y en las ¡licitaciones!
Con el ‘encerramiento’ prolongado hasta el 15 de julio, respetando que el 16 celebran la Virgen del Carmen, tenemos como novedad el polvo del Sahara, viajando desde el África lejano viene a acompañarnos, quien lo creyera. En el Génesis se lee: “Con el sudor de tu frente comerás pan hasta que tornes al suelo, pues de el fuiste tomado ya que eres polvo y tornarás al polvo”. Los sacerdotes decían el miércoles de ceniza: “No olvides que eres polvo y en polvo te convertirás. ¿Pero de dónde viene el dicho? En el pasado se hizo popular la costumbre de los caballeros en las reuniones sociales, el consumo de rapé, es decir, polvo de tabaco, por lo tanto se retiraban a un cuarto especial a echar un polvo. Como echarse unas frías hoy. La frase como tantas otras, la utilizamos para referirnos a otra cosa.
Hoy, en tiempos pandémicos los hogares dispares, pensaban reconstruirse, y resultó lo contrario según muestran las estadísticas sobre feminicidio y violencia intrafamiliar. Hasta una reconocida marca de talcos resultó cancerígena. Los polvos ya no tenemos que pedirlos a domicilio, ni por internet, el polvo viene gratis y desde lejos, polvos saharianos para tiempos difíciles, parece ser la cura. Ya los curas lo habían anunciado.
Siempre algo nuevo nos amenaza, el avispón asiático, está en espera. Pobre la América de Trump y Bolsonaro. Barranquilla, ‘La Arenosa’, pendiente a maicena carnavalera y no al virus, los narcos siguen con polvos en bolsitas ilegales y el gran desierto se acuerda de nosotros. No estamos solos. Este país parece una polvorería, sino miren las redes y los líderes políticos. De los otros líderes de caminos polvorientos da pesar y miedo. El oasis es la esperanza. Todos somos saharauis.