CUANDO LA MADRE SE VA (EN HONOR A JOSEFA COTES OVALLE) Muere la madre, soledad y lágrimas…… Ya no humea el café en la madrugada. En la repisa con santos se apagaron las espermas, Se cerró para siempre el novenario. Vacío está su mecedor, sola su cama La mochila inconclusa doblegó su cuerpo Se ausentaron […]
CUANDO LA MADRE SE VA
(EN HONOR A JOSEFA COTES OVALLE)
Muere la madre, soledad y lágrimas……
Ya no humea el café en la madrugada.
En la repisa con santos se apagaron las espermas,
Se cerró para siempre el novenario.
Vacío está su mecedor, sola su cama
La mochila inconclusa doblegó su cuerpo
Se ausentaron las arepas y buñuelos.
En la mesa el pan de tienda le ganó al maíz
Las arañas hacen su agosto en el pajizo techo
Ya no hay quien asegure de noche,
puertas y ventanas.
EL perro silencioso en un rincón echado,
las tinajas de sed se están muriendo
las flores del jardín se marchitaron,
Y las almas huérfanas de sus hijos,
de soledad y de tristeza se enmontaron.
ODA A LA SIERRA NEVADA
¡Oh cerrejones de negros fugitivos!
suspendidos en la bruma del tiempo.
Ancianas moles de piel semidesnuda y arrugada
que congelan y guardan en enigmático silencio
el ayer, el hoy, y el mañana.
Montañas viejas y fieles guardianes de este Valle;
cerros perfumados con el aroma de los
ancestros.
Serranías que guardan en sus entrañas la errancia legendaria del indio.
El secreteo jamás silenciado de sus quebradas,
las voces milenarias de sus primeros hombres,
sus gemidos o cantos de victoria
después de sus batallas.
¡Y los valientes gritos de resistencia de una raza!
Serranías que luchan contra el olvido,
pero que guardan en sus oídos,
las voces de una gaita enamorada,
que bajo la luz de una tímida luna,
los corazones de un indio y una india entrelazan.
Santuarios añejos de verdes cabellos
que el viento columpia,
cerros de la Horqueta, Silimín y Juaneta:
primeros y últimos amos de la Nevada,
de piel aterciopelada por frailejones,
que celosos esconden el agua,
para amamantar los ríos
y calmar la sed de la sabana.
En el vientre sagrado de sus rocas,
en el fondo de sus pozos encantados,
yace brumosa y soñolienta, pero aún no perdida, la memoria indiana.
Memoria que hará sonreír y resucitar el agua,
que hará parir a la tierra hombres nuevos,
para que alcancemos la verdad hoy disfrazada,
la justicia tan esquiva, el perdón posible,
la equidad y la paz tanto tiempo anheladas!
CUANDO LA MADRE SE VA (EN HONOR A JOSEFA COTES OVALLE) Muere la madre, soledad y lágrimas…… Ya no humea el café en la madrugada. En la repisa con santos se apagaron las espermas, Se cerró para siempre el novenario. Vacío está su mecedor, sola su cama La mochila inconclusa doblegó su cuerpo Se ausentaron […]
CUANDO LA MADRE SE VA
(EN HONOR A JOSEFA COTES OVALLE)
Muere la madre, soledad y lágrimas……
Ya no humea el café en la madrugada.
En la repisa con santos se apagaron las espermas,
Se cerró para siempre el novenario.
Vacío está su mecedor, sola su cama
La mochila inconclusa doblegó su cuerpo
Se ausentaron las arepas y buñuelos.
En la mesa el pan de tienda le ganó al maíz
Las arañas hacen su agosto en el pajizo techo
Ya no hay quien asegure de noche,
puertas y ventanas.
EL perro silencioso en un rincón echado,
las tinajas de sed se están muriendo
las flores del jardín se marchitaron,
Y las almas huérfanas de sus hijos,
de soledad y de tristeza se enmontaron.
ODA A LA SIERRA NEVADA
¡Oh cerrejones de negros fugitivos!
suspendidos en la bruma del tiempo.
Ancianas moles de piel semidesnuda y arrugada
que congelan y guardan en enigmático silencio
el ayer, el hoy, y el mañana.
Montañas viejas y fieles guardianes de este Valle;
cerros perfumados con el aroma de los
ancestros.
Serranías que guardan en sus entrañas la errancia legendaria del indio.
El secreteo jamás silenciado de sus quebradas,
las voces milenarias de sus primeros hombres,
sus gemidos o cantos de victoria
después de sus batallas.
¡Y los valientes gritos de resistencia de una raza!
Serranías que luchan contra el olvido,
pero que guardan en sus oídos,
las voces de una gaita enamorada,
que bajo la luz de una tímida luna,
los corazones de un indio y una india entrelazan.
Santuarios añejos de verdes cabellos
que el viento columpia,
cerros de la Horqueta, Silimín y Juaneta:
primeros y últimos amos de la Nevada,
de piel aterciopelada por frailejones,
que celosos esconden el agua,
para amamantar los ríos
y calmar la sed de la sabana.
En el vientre sagrado de sus rocas,
en el fondo de sus pozos encantados,
yace brumosa y soñolienta, pero aún no perdida, la memoria indiana.
Memoria que hará sonreír y resucitar el agua,
que hará parir a la tierra hombres nuevos,
para que alcancemos la verdad hoy disfrazada,
la justicia tan esquiva, el perdón posible,
la equidad y la paz tanto tiempo anheladas!