“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4,13 El corazón de Dios siempre está pensando en nosotros. Sin embargo, muchos viven un sentido mutilado de su amor propio, con poca autoestima y escaso sentido de valoración y de destino. Todos tenemos batallas mentales, el enemigo, la gente y las circunstancias hacen cerco alrededor […]
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4,13
El corazón de Dios siempre está pensando en nosotros. Sin embargo, muchos viven un sentido mutilado de su amor propio, con poca autoestima y escaso sentido de valoración y de destino. Todos tenemos batallas mentales, el enemigo, la gente y las circunstancias hacen cerco alrededor de nuestras vidas y nos acusan mintiendo acerca de quiénes somos y lo que somos capaces de hacer.
Cuando callamos y aceptamos estar de acuerdo con esas mentiras, nuestra pasión por la vida y sus amplias posibilidades se aminoran y corremos el riesgo de quedar paralizados por la amargura y el resentimiento, haciéndonos vivir por debajo del potencial que Dios nos ha dado y de lo que podemos lograr.
El sistema de valores de este tiempo de cuánto tienes – cuánto vales, nos afecta haciéndonos creer que, si no somos ricos y reconocidos, esbeltos y delgados, con influencias y poder; entonces no somos lo suficientemente dignos para permanecer. Cuando el mundo nos grita: ¡No puedes! ¡No lo lograrás! Es cuando debemos levantarnos de nuestras debilidades y falencias, reales o imaginarias para responder: ¡Puedo hacerlo, porque Cristo es mi fortaleza!
Amados amigos, levantémonos de las cenizas del desorden y la mediocridad y experimentemos la realidad diaria del amor de Dios en nuestras vidas, para estar ciertos que el futuro es digno de ser vivido y que si valió la pena existir para este tiempo. Cambiemos nuestro lenguaje negativo y obtuso basado en las experiencias del pasado por una cultura de trabajo duro y pleno de posibilidades donde podamos sentir la atmósfera de: ¡si se puede! ¡Independiente de lo que sea necesario hacer, podemos hacerlo!
Claro que no somos omnipotentes, ninguno lo puede hacer todo. Necesitamos del concurso y la participación de otros. Necesitamos de los dones, habilidades y talentos de otros para llevar a cabo la obra que nos hayamos propuesto. De allí la importancia de ayudar a levantar a otros.
El creer en nosotros mismos es una fuerza poderosa que desarrolla la capacidad de convertir algo aparentemente ordinario en otra cosa muy por encima de lo que hayamos podido desear o imaginar. Los planes de Dios para nosotros son inmensos y cuando caminamos en ellos, lo agradamos. Aprender a confiar en Dios en medio de todos los giros y cambios de la vida, es una fortaleza que crece en la medida que caminamos con Dios.
Hoy, además de recordar que Dios es nuestro Padre amante, también invito a concentrarnos en el valor que Dios nos ha otorgado en Cristo, proporcionando las herramientas para levantarnos por encima de las circunstancias. ¡Tomemos nuestro lugar de victoria!
Veamos nuestro futuro con ilusión, sin sentimientos de inferioridad o desplazamiento. La intención de Dios para nosotros es que seamos vencedores porque Él venció en la Cruz.
Un fuerte abrazo y adelante con valor porque Dios es amor.
Por Valerio Mejía
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4,13 El corazón de Dios siempre está pensando en nosotros. Sin embargo, muchos viven un sentido mutilado de su amor propio, con poca autoestima y escaso sentido de valoración y de destino. Todos tenemos batallas mentales, el enemigo, la gente y las circunstancias hacen cerco alrededor […]
“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Filipenses 4,13
El corazón de Dios siempre está pensando en nosotros. Sin embargo, muchos viven un sentido mutilado de su amor propio, con poca autoestima y escaso sentido de valoración y de destino. Todos tenemos batallas mentales, el enemigo, la gente y las circunstancias hacen cerco alrededor de nuestras vidas y nos acusan mintiendo acerca de quiénes somos y lo que somos capaces de hacer.
Cuando callamos y aceptamos estar de acuerdo con esas mentiras, nuestra pasión por la vida y sus amplias posibilidades se aminoran y corremos el riesgo de quedar paralizados por la amargura y el resentimiento, haciéndonos vivir por debajo del potencial que Dios nos ha dado y de lo que podemos lograr.
El sistema de valores de este tiempo de cuánto tienes – cuánto vales, nos afecta haciéndonos creer que, si no somos ricos y reconocidos, esbeltos y delgados, con influencias y poder; entonces no somos lo suficientemente dignos para permanecer. Cuando el mundo nos grita: ¡No puedes! ¡No lo lograrás! Es cuando debemos levantarnos de nuestras debilidades y falencias, reales o imaginarias para responder: ¡Puedo hacerlo, porque Cristo es mi fortaleza!
Amados amigos, levantémonos de las cenizas del desorden y la mediocridad y experimentemos la realidad diaria del amor de Dios en nuestras vidas, para estar ciertos que el futuro es digno de ser vivido y que si valió la pena existir para este tiempo. Cambiemos nuestro lenguaje negativo y obtuso basado en las experiencias del pasado por una cultura de trabajo duro y pleno de posibilidades donde podamos sentir la atmósfera de: ¡si se puede! ¡Independiente de lo que sea necesario hacer, podemos hacerlo!
Claro que no somos omnipotentes, ninguno lo puede hacer todo. Necesitamos del concurso y la participación de otros. Necesitamos de los dones, habilidades y talentos de otros para llevar a cabo la obra que nos hayamos propuesto. De allí la importancia de ayudar a levantar a otros.
El creer en nosotros mismos es una fuerza poderosa que desarrolla la capacidad de convertir algo aparentemente ordinario en otra cosa muy por encima de lo que hayamos podido desear o imaginar. Los planes de Dios para nosotros son inmensos y cuando caminamos en ellos, lo agradamos. Aprender a confiar en Dios en medio de todos los giros y cambios de la vida, es una fortaleza que crece en la medida que caminamos con Dios.
Hoy, además de recordar que Dios es nuestro Padre amante, también invito a concentrarnos en el valor que Dios nos ha otorgado en Cristo, proporcionando las herramientas para levantarnos por encima de las circunstancias. ¡Tomemos nuestro lugar de victoria!
Veamos nuestro futuro con ilusión, sin sentimientos de inferioridad o desplazamiento. La intención de Dios para nosotros es que seamos vencedores porque Él venció en la Cruz.
Un fuerte abrazo y adelante con valor porque Dios es amor.
Por Valerio Mejía