La primera precisión que debo expresar está relacionada con la determinación de apartar mis consideraciones del marco de la polarización ideológica. En nuestro país argumentar sobre aspectos positivos del candidato Iván Duque sirven para ubicarte en la derecha, pero si hago lo mismo con Gustavo Petro, me mandan a la izquierda. En la actual coyuntura […]
La primera precisión que debo expresar está relacionada con la determinación de apartar mis consideraciones del marco de la polarización ideológica. En nuestro país argumentar sobre aspectos positivos del candidato Iván Duque sirven para ubicarte en la derecha, pero si hago lo mismo con Gustavo Petro, me mandan a la izquierda. En la actual coyuntura te ubican con facilidad en un extremo, pero no hay discernimiento para valorar el pensamiento crítico.
Quienes osamos en participar de los escenarios de generación de opinión, tenemos la obligación de ser sensatos y no enfrascarnos en la divergencia ideológica, porque convivimos en una sociedad compleja, polarizada, con inmadurez política, incrédula, confusa y desconocedora de los capítulos históricos de su realidad. En tiempos del mundo al revés de la política o “la posverdad” que apela a las emociones, es pertinente dilucidar tanta desinformación, sobre todo, porque por un lado nos vaticinan un futuro en manos de comunistas, el embeleco del Castrochavismo o el fracaso del socialismo del Siglo XXI, y por el otro, la continuidad de la elite predominante de nuestra historia republicana.
Las elecciones presidenciales presentan un panorama nebuloso, la contienda electoral no será entre candidatos, sino una guerra política de bandos y alianzas, no obstante, las elecciones de marzo orientarán el rumbo de las presidenciales. En este escenario Gustavo Petro, ganador en las recientes encuestas no tiene condiciones favorables por la conformación de las listas propuestas para el Congreso, por eso acude a su discurso en contra del establecimiento. Es probable que los sustos generados por el exalcalde de Bogotá se disipen por la fortaleza de las fuerzas abrigadas por los expresidentes Uribe y Pastrana y la estructura de German Vargas Lleras.
Gustavo Petro es el político colombiano alineado a la izquierda, con un perfil señalado de soberbia, característica puntual de los caudillos, condición adversa para aglutinar los sectores comunes. Identificarse con una tesis ideológica política–económica no es un pecado, sin embargo, el desenlace de la coyuntura política en América Latina es favorable para usufructo electoral de los sectores de la derecha y circunstancial para desdibujar al candidato con preferencia en las encuestas identificado con los gobiernos que respiran el ocaso.
Por eso el miedo y el odio son los métodos elegidos para generar indignación y alteración del ánimo de los ciudadanos de Colombia. La estrategia consiste en inocularlo y exacerbarlo hasta las últimas consecuencias, trasmitiéndolo rápidamente con el fin de hacer metástasis en una sociedad enferma y débil que desconoce la verdad y es esclava de la mentira. Encabecé esta opinión hablando de pensamiento crítico, siendo consecuente acepto que no puedo desconocer el criterio ideológico de Gustavo Petro, ni la realidad de Venezuela, pero pondero que no ha sido objeto de señalamientos de corrupción, en nuestro país esta es una certificación diferencial en condiciones normales concibe credibilidad y respaldo popular.
En la tranquilidad de mi intimidad en varias oportunidades me he cuestionado sobre un hipotético gobierno de Gustavo Petro. Lo imagino igual al acaecido cuando fue alcalde, con el Procurador haciendo lo posible para destituirlo y un fuerte sector buscando espacios para tumbarlo. Los que vaticinan que seríamos como Venezuela se equivocan, porque seriamos peores. Desde la perspectiva institucional, tendría en el Congreso de la Republica un férreo opositor y seguramente la Rama Judicial cumpliría milimétricamente sus funciones independientes como es el deber ser. Bajo estos escenarios la única ruta que tendría Gustavo Petro, sería la vía del referendo para modificar la Constitución y en efecto, construir el gobierno fatal que le atribuyen. Sin duda la codicia narcisista sería un error garrafal que nos regresaría a principios del Siglo XIX.
@LuchoDiaz12
La primera precisión que debo expresar está relacionada con la determinación de apartar mis consideraciones del marco de la polarización ideológica. En nuestro país argumentar sobre aspectos positivos del candidato Iván Duque sirven para ubicarte en la derecha, pero si hago lo mismo con Gustavo Petro, me mandan a la izquierda. En la actual coyuntura […]
La primera precisión que debo expresar está relacionada con la determinación de apartar mis consideraciones del marco de la polarización ideológica. En nuestro país argumentar sobre aspectos positivos del candidato Iván Duque sirven para ubicarte en la derecha, pero si hago lo mismo con Gustavo Petro, me mandan a la izquierda. En la actual coyuntura te ubican con facilidad en un extremo, pero no hay discernimiento para valorar el pensamiento crítico.
Quienes osamos en participar de los escenarios de generación de opinión, tenemos la obligación de ser sensatos y no enfrascarnos en la divergencia ideológica, porque convivimos en una sociedad compleja, polarizada, con inmadurez política, incrédula, confusa y desconocedora de los capítulos históricos de su realidad. En tiempos del mundo al revés de la política o “la posverdad” que apela a las emociones, es pertinente dilucidar tanta desinformación, sobre todo, porque por un lado nos vaticinan un futuro en manos de comunistas, el embeleco del Castrochavismo o el fracaso del socialismo del Siglo XXI, y por el otro, la continuidad de la elite predominante de nuestra historia republicana.
Las elecciones presidenciales presentan un panorama nebuloso, la contienda electoral no será entre candidatos, sino una guerra política de bandos y alianzas, no obstante, las elecciones de marzo orientarán el rumbo de las presidenciales. En este escenario Gustavo Petro, ganador en las recientes encuestas no tiene condiciones favorables por la conformación de las listas propuestas para el Congreso, por eso acude a su discurso en contra del establecimiento. Es probable que los sustos generados por el exalcalde de Bogotá se disipen por la fortaleza de las fuerzas abrigadas por los expresidentes Uribe y Pastrana y la estructura de German Vargas Lleras.
Gustavo Petro es el político colombiano alineado a la izquierda, con un perfil señalado de soberbia, característica puntual de los caudillos, condición adversa para aglutinar los sectores comunes. Identificarse con una tesis ideológica política–económica no es un pecado, sin embargo, el desenlace de la coyuntura política en América Latina es favorable para usufructo electoral de los sectores de la derecha y circunstancial para desdibujar al candidato con preferencia en las encuestas identificado con los gobiernos que respiran el ocaso.
Por eso el miedo y el odio son los métodos elegidos para generar indignación y alteración del ánimo de los ciudadanos de Colombia. La estrategia consiste en inocularlo y exacerbarlo hasta las últimas consecuencias, trasmitiéndolo rápidamente con el fin de hacer metástasis en una sociedad enferma y débil que desconoce la verdad y es esclava de la mentira. Encabecé esta opinión hablando de pensamiento crítico, siendo consecuente acepto que no puedo desconocer el criterio ideológico de Gustavo Petro, ni la realidad de Venezuela, pero pondero que no ha sido objeto de señalamientos de corrupción, en nuestro país esta es una certificación diferencial en condiciones normales concibe credibilidad y respaldo popular.
En la tranquilidad de mi intimidad en varias oportunidades me he cuestionado sobre un hipotético gobierno de Gustavo Petro. Lo imagino igual al acaecido cuando fue alcalde, con el Procurador haciendo lo posible para destituirlo y un fuerte sector buscando espacios para tumbarlo. Los que vaticinan que seríamos como Venezuela se equivocan, porque seriamos peores. Desde la perspectiva institucional, tendría en el Congreso de la Republica un férreo opositor y seguramente la Rama Judicial cumpliría milimétricamente sus funciones independientes como es el deber ser. Bajo estos escenarios la única ruta que tendría Gustavo Petro, sería la vía del referendo para modificar la Constitución y en efecto, construir el gobierno fatal que le atribuyen. Sin duda la codicia narcisista sería un error garrafal que nos regresaría a principios del Siglo XIX.
@LuchoDiaz12