No es extraño que los políticos pesquen en rio revuelto, al fin y al cabo a muchos de ellos no les queda nada de escrúpulos o dignidad para emplear los mecanismos que sean necesarios, con tal de obtener los votos que se requieran para llegar al poder y ojalá mantenerse a como dé lugar en […]
No es extraño que los políticos pesquen en rio revuelto, al fin y al cabo a muchos de ellos no les queda nada de escrúpulos o dignidad para emplear los mecanismos que sean necesarios, con tal de obtener los votos que se requieran para llegar al poder y ojalá mantenerse a como dé lugar en él.
Con el reciente episodio de lo que algunos mal llamaron “ideología de género” que supuestamente pretendió implementar el gobierno nacional en la educación del país, se dieron dos fenómenos aparentemente contradictorios:
En primer lugar el oportunismo del recalcitrante poder conservador que pretende reencaucharse y devolvernos al siglo XIX, de la mano de la iglesia católica que le pone una vela a Dios y otra al demonio, porque se alinea con Uribe para estos menesteres, pero está con Santos en los temas de la paz y el plebiscito.
En segundo término el poder de los medios modernos de comunicación, especialmente las redes sociales y las tics en general, que nos dejaron en evidencia que el mundo es otro bien distinto al de veinte años atrás y que ahora las masas se pueden mover a ritmos incalculados con sofismas, verdades a medias y mentiras a punta de memes, whatsapp y redes.
Lo más triste de todo esto es que la nación cada día se deja polarizar más, casi para regresar al bipartidismo del que fuimos emancipados con sacrificio, hace ya unas décadas; dos fuerzas que tiran cada una para su lado sin importarle en lo más mínimo la suerte de la población vulnerable y de especial protección.
Sin duda alguna que la estrategia uribista de ganar adeptos pegándose a la ola homofóbica y conservadurista, le funcionó perfectamente; su candidato de la ultraderecha jugó de local y se debió sentir como pez en el agua matoneando a los LGBTI sin misericordia.
Será que nuestros ciudadanos, padres y madres de familia que salieron a marchar tan fácilmente en una supuesta defensa de principios, valores y buenas costumbres de la familia para la educación, se han dado cuenta que los están utilizando en el propósito de que el odio y la venganza de quien se siente traicionado y huérfano de poder, divida cada día más a los colombianos y regresemos a la era de los “chulavitas” y “cachiporros” que ya creíamos superada, especialmente en la era de las comunicaciones.
Será que nuestros compatriotas que aceptaron la invitación de la iglesia a marchar, se han puesto a pensar en la pederastia y abusos sexuales de sus miembros y el encubrimiento de gran parte de su alta jerarquía, que tal vez ha ayudado a la llamada “descomposición social” que hoy se pretende atacar.
Estas políticas públicas provenientes de organismos económicos multilaterales y que el gobierno actual pretende implementar, solo dan pie para que sus contradictores apliquen el aforismo: En rio revuelto ganancias de pescadores.
No es extraño que los políticos pesquen en rio revuelto, al fin y al cabo a muchos de ellos no les queda nada de escrúpulos o dignidad para emplear los mecanismos que sean necesarios, con tal de obtener los votos que se requieran para llegar al poder y ojalá mantenerse a como dé lugar en […]
No es extraño que los políticos pesquen en rio revuelto, al fin y al cabo a muchos de ellos no les queda nada de escrúpulos o dignidad para emplear los mecanismos que sean necesarios, con tal de obtener los votos que se requieran para llegar al poder y ojalá mantenerse a como dé lugar en él.
Con el reciente episodio de lo que algunos mal llamaron “ideología de género” que supuestamente pretendió implementar el gobierno nacional en la educación del país, se dieron dos fenómenos aparentemente contradictorios:
En primer lugar el oportunismo del recalcitrante poder conservador que pretende reencaucharse y devolvernos al siglo XIX, de la mano de la iglesia católica que le pone una vela a Dios y otra al demonio, porque se alinea con Uribe para estos menesteres, pero está con Santos en los temas de la paz y el plebiscito.
En segundo término el poder de los medios modernos de comunicación, especialmente las redes sociales y las tics en general, que nos dejaron en evidencia que el mundo es otro bien distinto al de veinte años atrás y que ahora las masas se pueden mover a ritmos incalculados con sofismas, verdades a medias y mentiras a punta de memes, whatsapp y redes.
Lo más triste de todo esto es que la nación cada día se deja polarizar más, casi para regresar al bipartidismo del que fuimos emancipados con sacrificio, hace ya unas décadas; dos fuerzas que tiran cada una para su lado sin importarle en lo más mínimo la suerte de la población vulnerable y de especial protección.
Sin duda alguna que la estrategia uribista de ganar adeptos pegándose a la ola homofóbica y conservadurista, le funcionó perfectamente; su candidato de la ultraderecha jugó de local y se debió sentir como pez en el agua matoneando a los LGBTI sin misericordia.
Será que nuestros ciudadanos, padres y madres de familia que salieron a marchar tan fácilmente en una supuesta defensa de principios, valores y buenas costumbres de la familia para la educación, se han dado cuenta que los están utilizando en el propósito de que el odio y la venganza de quien se siente traicionado y huérfano de poder, divida cada día más a los colombianos y regresemos a la era de los “chulavitas” y “cachiporros” que ya creíamos superada, especialmente en la era de las comunicaciones.
Será que nuestros compatriotas que aceptaron la invitación de la iglesia a marchar, se han puesto a pensar en la pederastia y abusos sexuales de sus miembros y el encubrimiento de gran parte de su alta jerarquía, que tal vez ha ayudado a la llamada “descomposición social” que hoy se pretende atacar.
Estas políticas públicas provenientes de organismos económicos multilaterales y que el gobierno actual pretende implementar, solo dan pie para que sus contradictores apliquen el aforismo: En rio revuelto ganancias de pescadores.