Inició el año 2020 con múltiples y preocupantes noticias, en diversos campos, algunas de las cuales tendrán su impacto en la economía. Tres botones de muestra: la situación del medio oriente, el conflicto entre EE. UU e Irán, que genera un estado de tensión que, tarde o temprano, afectará los precios del petróleo. La segunda: los fenómenos del clima, la tragedia en Australia, los incendios forestales en varias partes del mundo, inclusive en Colombia, al lado del fenómeno de las heladas, también por el verano, lo que podría tener, igualmente, un impacto en la inflación de alimentos en nuestro país.

Comencemos por el último tema, Colombia viene registrando desde hace varios meses un buen comportamiento en materia de inflación, a pesar de los problemas el clima y de la depreciación del peso frente al dólar, lo que tiene sus efectos en algunos productos de la canasta familiar. En efecto, el Dane reportó un aumento en el índice de precios al consumidor de 3,8 por ciento en 2019, teniendo en cuenta un aumento de precios de 0,26 %, en diciembre. Una buena noticia: la inflación sigue bajo control.

Además, por segundo año consecutivo el reajuste del salario mínimo legal ha estado varios puntos por encima de la tasa de inflación; es decir, que la capacidad de compra de este sector ha mejorado un poco, o por lo menos no se ha deteriorado. En materia de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), también el país del Sagrado Corazón de Jesús, registra vientos a favor. Todo indica que cerraremos el 2019 con un crecimiento superior al 3%, cercano al 3,3 o 3,5 %; tasa que es buena en medio del contexto internacional. Para 2020, el Banco Mundial esperan un crecimiento de 3,6% para Colombia

Es un panorama aceptable, en medio de la situación que vive la región: la debacle de Venezuela, la crisis económica de Argentina y la situación no muy favorable de Brasil y México. A pesar de todo, al lado de Chile, incluyendo el problema de las protestas sociales, seguimos siendo los casos modelos del barrio. Pero, con muchos nubarrones…

Los nubarrones para el panorama económico del país son tanto externos, como internos. En el frente externo, insisto, en medio de una economía internacional con tantas turbulencias no se puede esperar un aumento de la demanda de nuestros productos, con excepción del petróleo, tanto por precio como por volumen; del resto, es incierto lo que pueda suceder.

En el frente interno, el principal factor de incertidumbre son las marchas de protesta, no por estas mismas, sino por su impacto en materia de gobernabilidad, finanzas públicas y la imagen del país hacia el exterior. Si bien pueden considerarse fundamentadas algunas de las peticiones de los estudiantes y otros sectores sociales; lo cierto es que el país no puede resolver -de la noche a la mañana- una deuda social que viene de muchos años y que es un problema de estado.

Todos, como sociedad, queremos más y mejores empleos; más y mejor educación y salud, etc. Pero, todo eso cuesta y alguien tiene que pagarlo. Y cuando el Estado asume esos costos, luego esa cuenta tienen que pagarla las empresas y las familias. Así de claro y así de sencillo.

Preocupa el tema del desempleo, que se mantiene cercano al 10 por ciento. En el país, persisten condiciones que impiden que ese mayor crecimiento se traduzca en una reducción del desempleo. Es necesario darle más estímulos a la inversión privada, nacional y extranjera, para que – por esta vía- podamos crear nuevas empresas, impulsar nuevos proyectos y generar más y mejores empleos. No es aumentando el gasto público, como vamos a reducir el desempleo.