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Columnista - 19 septiembre, 2018

Persecución en caliente

Se ha suscitado en Valledupar una polémica por la muerte de un agente de la Policía en momentos en que perseguía a un presunto infractor de las normas de tránsito. Se trata de un hecho lamentable, que no debió ocurrir. Sin embargo, es otra alerta para la Policía Nacional para que revise sus protocolos de […]

Se ha suscitado en Valledupar una polémica por la muerte de un agente de la Policía en momentos en que perseguía a un presunto infractor de las normas de tránsito.

Se trata de un hecho lamentable, que no debió ocurrir. Sin embargo, es otra alerta para la Policía Nacional para que revise sus protocolos de seguridad para los agentes. Mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan y yo, presentamos condolencias a la familia y a la institución, a su esposa, a su hijo recién nacido y al que está por nacer.

En esta muerte, como aquel discurso de Gabo que refiere la señora que “algo va a pasar en el pueblo”, mis consejeros mantienen la tesis de que no todos los que ‘la hacen las pagan’ para referir a la inapropiada frase del presidente Duque, dizque para castigar a los delincuentes.

Conviene repasar los procesos misionales de la institución e inculcarles a los agentes que no todo lo que brilla es oro, en este caso, no todos los mototaxistas ni motociclistas son delincuentes o actúan en contra de la norma, pero hay que verificar.

Si tenemos que buscar culpables en esta tragedia que afecta principalmente a la familia del joven policía, Caleb Junior Arrieta Angulo, de 28 años, nacido en Barranquilla, y a la institución, seguramente tenemos que señalar a los mismos agentes porque fallaron en la pericia para estabilizar su motocicleta, cuando perseguían “en caliente” a un sospechoso, en la Avenida 44.

Mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan son más temerarios, porque sostienen que hay responsabilidades compartidas. De un lado está la institución por romper el esquema de la “Persecución en caliente” y por el otro el Alcalde, porque azuza a los policías para que entreguen resultados que, equivale a capturas y señalamientos, aunque a las pocas horas sean dejados libres los detenidos. La propia incapacidad del Alcalde para frenar la delincuencia y la zozobra con políticas públicas, se las traslada a la Policía, para evadir su responsabilidad de acabar con la miseria humana.

‘La persecución en caliente’ no es más que un sofisma de guerra en la ciudad. Guerra entre Alcaldía y la delincuencia, el Alcalde porque necesita resultados tangibles que mostrar en Bogotá y los delincuentes terroristas porque necesitan el celular, la cartera, el reloj, el anillo o lo que sea, para vender y comprar droga y comida para su casa.

Ya lo había advertido Tíochiro que, ese eslogan de guerra de Duque no es más que incitar a los violentos. Si de verdad alguien tiene que pagar por el crecimiento de la delincuencia, la miseria del país y la corrupción rampante, deberían ser muchos de nuestros políticos.

Lo que queda, entonces, es no lanzar a los muchachos policías a una persecución en caliente por las calles de la ciudad, saltando avenidas, corriendo en contravía o irrumpiendo en zonas inhóspitas para que la institución pierda a otro de sus héroes.

Lo anterior conlleva, también, a poner en peligro a niños, jóvenes, ancianos, madres y padres, porque en una persecución en caliente lo que importa es que los policías capturen a los sospechosos, aún a costa de sus propias vidas, como acaba de ocurrir. Paz en su tumba para el agente caído. Hasta la próxima semana.


Por Aquilino Cotes Zuleta
[email protected] @tiochiro.

Columnista
19 septiembre, 2018

Persecución en caliente

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Aquilino Cotes Zuleta

Se ha suscitado en Valledupar una polémica por la muerte de un agente de la Policía en momentos en que perseguía a un presunto infractor de las normas de tránsito. Se trata de un hecho lamentable, que no debió ocurrir. Sin embargo, es otra alerta para la Policía Nacional para que revise sus protocolos de […]


Se ha suscitado en Valledupar una polémica por la muerte de un agente de la Policía en momentos en que perseguía a un presunto infractor de las normas de tránsito.

Se trata de un hecho lamentable, que no debió ocurrir. Sin embargo, es otra alerta para la Policía Nacional para que revise sus protocolos de seguridad para los agentes. Mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan y yo, presentamos condolencias a la familia y a la institución, a su esposa, a su hijo recién nacido y al que está por nacer.

En esta muerte, como aquel discurso de Gabo que refiere la señora que “algo va a pasar en el pueblo”, mis consejeros mantienen la tesis de que no todos los que ‘la hacen las pagan’ para referir a la inapropiada frase del presidente Duque, dizque para castigar a los delincuentes.

Conviene repasar los procesos misionales de la institución e inculcarles a los agentes que no todo lo que brilla es oro, en este caso, no todos los mototaxistas ni motociclistas son delincuentes o actúan en contra de la norma, pero hay que verificar.

Si tenemos que buscar culpables en esta tragedia que afecta principalmente a la familia del joven policía, Caleb Junior Arrieta Angulo, de 28 años, nacido en Barranquilla, y a la institución, seguramente tenemos que señalar a los mismos agentes porque fallaron en la pericia para estabilizar su motocicleta, cuando perseguían “en caliente” a un sospechoso, en la Avenida 44.

Mis consejeros periodísticos Tíochiro y Tíonan son más temerarios, porque sostienen que hay responsabilidades compartidas. De un lado está la institución por romper el esquema de la “Persecución en caliente” y por el otro el Alcalde, porque azuza a los policías para que entreguen resultados que, equivale a capturas y señalamientos, aunque a las pocas horas sean dejados libres los detenidos. La propia incapacidad del Alcalde para frenar la delincuencia y la zozobra con políticas públicas, se las traslada a la Policía, para evadir su responsabilidad de acabar con la miseria humana.

‘La persecución en caliente’ no es más que un sofisma de guerra en la ciudad. Guerra entre Alcaldía y la delincuencia, el Alcalde porque necesita resultados tangibles que mostrar en Bogotá y los delincuentes terroristas porque necesitan el celular, la cartera, el reloj, el anillo o lo que sea, para vender y comprar droga y comida para su casa.

Ya lo había advertido Tíochiro que, ese eslogan de guerra de Duque no es más que incitar a los violentos. Si de verdad alguien tiene que pagar por el crecimiento de la delincuencia, la miseria del país y la corrupción rampante, deberían ser muchos de nuestros políticos.

Lo que queda, entonces, es no lanzar a los muchachos policías a una persecución en caliente por las calles de la ciudad, saltando avenidas, corriendo en contravía o irrumpiendo en zonas inhóspitas para que la institución pierda a otro de sus héroes.

Lo anterior conlleva, también, a poner en peligro a niños, jóvenes, ancianos, madres y padres, porque en una persecución en caliente lo que importa es que los policías capturen a los sospechosos, aún a costa de sus propias vidas, como acaba de ocurrir. Paz en su tumba para el agente caído. Hasta la próxima semana.


Por Aquilino Cotes Zuleta
[email protected] @tiochiro.