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Columnista - 30 septiembre, 2021

Perfectibilidad de la democracia

Nada es perfecto, ni siquiera la naturaleza, mucho menos los constructos y sistemas que hemos creado. Incluso, algunos paradigmas han sido revisados y acotados. La teoría de la relatividad encontró que las leyes de Newton, de connotación universal, no aplicaban en ciertos ámbitos. Un hit. Se dice que cuando Einstein visitó su tumba exclamó: “Lo […]

Nada es perfecto, ni siquiera la naturaleza, mucho menos los constructos y sistemas que hemos creado. Incluso, algunos paradigmas han sido revisados y acotados. La teoría de la relatividad encontró que las leyes de Newton, de connotación universal, no aplicaban en ciertos ámbitos. Un hit. Se dice que cuando Einstein visitó su tumba exclamó: “Lo siento”. Con mucha más razón, los sistemas políticos y de gobierno, que son temporales, deben revisarse.

La humanidad ha experimentado varios modelos de gobierno; la monarquía, por ejemplo, ya se practicaba en Egipto y Sumeria 3.000 años a.C., cercanos a la “creación”. Roma fue monarquía, después república, luego imperio y ahora es una democracia parlamentaria. Sin embargo, después de estos ensayos, la “Itálica famosa” no ha encontrado su forma perfecta de gobernarse ni de resolver sus problemas. La combinación de los poderes económico, político y religioso, puede ser letal. La religiosidad ha sido inmanente al poder, siempre se arguyó, por conveniencias, que todo poder emanaba de Dios.

 El concepto de democracia, si bien surgió en el siglo VI a.C. en Grecia, solo encontró aplicación desde finales del siglo XVIII, y aún no ha logrado su perfectibilidad por los atajos que le imponen sus manejadores, quienes son sus principales beneficiarios y no dejan que esta curse libremente. Muchos se ufanan hablando de democracia a la que dicen defender, pero esta palabreja tiene tanto de largo como de ancho; es una superficie extensa en la cual es fácil esconderse y convertirse en forajido; es un club de tiro, apto para francotiradores.

Colombia adoptó el sistema democrático de Montesquieu pero de este solo nos queda una caricatura montada sobre dos categorías casi excluyentes, orden y libertad. El presidencialismo que define nuestro perfil político es el peor enemigo de la democracia, rompe el equilibrio de los poderes; también, las guerras son un distintivo nuestro. A Roma las guerras, pese a lo malo, le sirvieron para crecer, pero su prepotencia, vanidad y corrupción la colapsaron; a Colombia las guerras no la hicieron crecer, ni tuvo glorias como Roma, y también, la corrupción la destruyó.

Alardeamos porque podemos elegir y ser elegidos, más, esta última opción es bien limitada, las condiciones para lograrlo son perversas; nuestro voto no siempre llega a quien queremos ungir. Proponer cambios ayudarían a la perfectibilidad pero los amos del poder dicen que eso es alterar el orden; ahí la libertad queda sub judice, este es un bozal ideológico. Por eso podemos asegurar que nuestra supuesta democracia está en cuidados intensivos, la ola de inseguridad que vivimos, nunca vista, es la lava del volcán que engendraron la corrupción, la injusticia y el abuso. Necesitamos un pacto, una junta de nuestra sociedad para que, sin miedos, formule soluciones de fondo, el paciente no da espera. Desde el Pacto Histórico impulsamos estas recetas, sin dogmatismos, con racionalidad, respeto y una fácil posología.

Nos importa la suerte de Colombia y a nadie le confiscaremos su iniciativa ni sus bienes. Basta ya de la guerra sucia, el peor terrorismo es el del lenguaje sesgado y viciado. Con el contrario se debate, no se le elimina.

Columnista
30 septiembre, 2021

Perfectibilidad de la democracia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Nada es perfecto, ni siquiera la naturaleza, mucho menos los constructos y sistemas que hemos creado. Incluso, algunos paradigmas han sido revisados y acotados. La teoría de la relatividad encontró que las leyes de Newton, de connotación universal, no aplicaban en ciertos ámbitos. Un hit. Se dice que cuando Einstein visitó su tumba exclamó: “Lo […]


Nada es perfecto, ni siquiera la naturaleza, mucho menos los constructos y sistemas que hemos creado. Incluso, algunos paradigmas han sido revisados y acotados. La teoría de la relatividad encontró que las leyes de Newton, de connotación universal, no aplicaban en ciertos ámbitos. Un hit. Se dice que cuando Einstein visitó su tumba exclamó: “Lo siento”. Con mucha más razón, los sistemas políticos y de gobierno, que son temporales, deben revisarse.

La humanidad ha experimentado varios modelos de gobierno; la monarquía, por ejemplo, ya se practicaba en Egipto y Sumeria 3.000 años a.C., cercanos a la “creación”. Roma fue monarquía, después república, luego imperio y ahora es una democracia parlamentaria. Sin embargo, después de estos ensayos, la “Itálica famosa” no ha encontrado su forma perfecta de gobernarse ni de resolver sus problemas. La combinación de los poderes económico, político y religioso, puede ser letal. La religiosidad ha sido inmanente al poder, siempre se arguyó, por conveniencias, que todo poder emanaba de Dios.

 El concepto de democracia, si bien surgió en el siglo VI a.C. en Grecia, solo encontró aplicación desde finales del siglo XVIII, y aún no ha logrado su perfectibilidad por los atajos que le imponen sus manejadores, quienes son sus principales beneficiarios y no dejan que esta curse libremente. Muchos se ufanan hablando de democracia a la que dicen defender, pero esta palabreja tiene tanto de largo como de ancho; es una superficie extensa en la cual es fácil esconderse y convertirse en forajido; es un club de tiro, apto para francotiradores.

Colombia adoptó el sistema democrático de Montesquieu pero de este solo nos queda una caricatura montada sobre dos categorías casi excluyentes, orden y libertad. El presidencialismo que define nuestro perfil político es el peor enemigo de la democracia, rompe el equilibrio de los poderes; también, las guerras son un distintivo nuestro. A Roma las guerras, pese a lo malo, le sirvieron para crecer, pero su prepotencia, vanidad y corrupción la colapsaron; a Colombia las guerras no la hicieron crecer, ni tuvo glorias como Roma, y también, la corrupción la destruyó.

Alardeamos porque podemos elegir y ser elegidos, más, esta última opción es bien limitada, las condiciones para lograrlo son perversas; nuestro voto no siempre llega a quien queremos ungir. Proponer cambios ayudarían a la perfectibilidad pero los amos del poder dicen que eso es alterar el orden; ahí la libertad queda sub judice, este es un bozal ideológico. Por eso podemos asegurar que nuestra supuesta democracia está en cuidados intensivos, la ola de inseguridad que vivimos, nunca vista, es la lava del volcán que engendraron la corrupción, la injusticia y el abuso. Necesitamos un pacto, una junta de nuestra sociedad para que, sin miedos, formule soluciones de fondo, el paciente no da espera. Desde el Pacto Histórico impulsamos estas recetas, sin dogmatismos, con racionalidad, respeto y una fácil posología.

Nos importa la suerte de Colombia y a nadie le confiscaremos su iniciativa ni sus bienes. Basta ya de la guerra sucia, el peor terrorismo es el del lenguaje sesgado y viciado. Con el contrario se debate, no se le elimina.