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Columnista - 21 diciembre, 2015

“Perdona hasta que te duela”

“No tendréis mi odio. El viernes por la noche robasteis la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no obtendréis mi odio. No sé quiénes sois ni lo quiero saber, sois almas muertas. Si ese Dios por el que matáis os ha hecho a su imagen, […]

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“No tendréis mi odio. El viernes por la noche robasteis la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no obtendréis mi odio. No sé quiénes sois ni lo quiero saber, sois almas muertas. Si ese Dios por el que matáis os ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.

No os haré ese regalo de odiaros…” Así comienza la emotiva carta del periodista Antoine Leiris a los salvajes que mataron a su mujer en el ataque terrorista de París. Se le preguntó si perdonaba y dijo que no, sólo que no los iba a odiar ‘porque eso es lo que ellos quieren’.

No entró Leiris en la lista de los que andan perdonando sin pensarlo; el perdón hay que sentirlo, hay que llorarlo íntimamente con el ofendido, hay que madurarlo; pero se ha vuelto una moda pedir perdón o conceder el perdón sin sentirlo en el corazón. Pero el no odia, ¿no es eso una forma sublime de perdonar?

Es difícil perdonar, se notó hace pocos días en Bojayá, cuando las Farc fueron a pedir perdón por la masacre de un centenar de personas inocentes refugiadas en la iglesia a la que lanzaron un cilindro bomba, hechos que no olvida el país; Pastor Alape conmovido, dijo: ‘No hay palabras para recuperar lo irrecuperable’, al final entrevistados algunos habitantes del pueblo, dijeron que no perdonaban, que el dolor no se les había pasado.

El expresidente Belisario Betancourt pidió perdón por lo del Palacio de Justicia, ¿Le perdonarían? Pero lo más curioso es el perdón que piden personajes como Nicolás Gaviria, el supuesto sobrino del expresidente Gaviria, le rebajó pena por ofensa a la policía. Eso es preocupante: si se pide perdón a la ligera se puede lograr que la pena sea menor. Se parece a cuando en la juventud se decía peco y después me confieso y el sacerdote me perdona.
Se puede perdonar de corazón aunque las lágrimas estén ahí, como lo hizo Carolina Hoyos la hija de Diana Turbay ante Popeye, lloró y le perdonó el asesinato de su madre veinticinco años después.

Estamos, pues, viviendo una época de perdóname que yo te perdono, eso es bueno si se asume con seriedad, con sentimiento profundo. Es bueno recordar lo de ‘setenta veces siete’; o a la madre Teresa de Calcuta cuando dijo: “Perdona hasta que te duela”. Diciembre es mes de reconciliación por eso, de todo corazón, pido perdón a mis lectores si mis columnas los han ofendido, si no ha sido claro mi mensaje y los ha llevado a pensar lo que no quise decir.

Por vacaciones esta columna se volverá a publicar, Dios mediante, a mediados de enero del año entrante.

Columnista
21 diciembre, 2015

“Perdona hasta que te duela”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

“No tendréis mi odio. El viernes por la noche robasteis la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no obtendréis mi odio. No sé quiénes sois ni lo quiero saber, sois almas muertas. Si ese Dios por el que matáis os ha hecho a su imagen, […]


“No tendréis mi odio. El viernes por la noche robasteis la vida de un ser excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo, pero no obtendréis mi odio. No sé quiénes sois ni lo quiero saber, sois almas muertas. Si ese Dios por el que matáis os ha hecho a su imagen, cada bala en el cuerpo de mi mujer habrá sido una herida en su corazón.

No os haré ese regalo de odiaros…” Así comienza la emotiva carta del periodista Antoine Leiris a los salvajes que mataron a su mujer en el ataque terrorista de París. Se le preguntó si perdonaba y dijo que no, sólo que no los iba a odiar ‘porque eso es lo que ellos quieren’.

No entró Leiris en la lista de los que andan perdonando sin pensarlo; el perdón hay que sentirlo, hay que llorarlo íntimamente con el ofendido, hay que madurarlo; pero se ha vuelto una moda pedir perdón o conceder el perdón sin sentirlo en el corazón. Pero el no odia, ¿no es eso una forma sublime de perdonar?

Es difícil perdonar, se notó hace pocos días en Bojayá, cuando las Farc fueron a pedir perdón por la masacre de un centenar de personas inocentes refugiadas en la iglesia a la que lanzaron un cilindro bomba, hechos que no olvida el país; Pastor Alape conmovido, dijo: ‘No hay palabras para recuperar lo irrecuperable’, al final entrevistados algunos habitantes del pueblo, dijeron que no perdonaban, que el dolor no se les había pasado.

El expresidente Belisario Betancourt pidió perdón por lo del Palacio de Justicia, ¿Le perdonarían? Pero lo más curioso es el perdón que piden personajes como Nicolás Gaviria, el supuesto sobrino del expresidente Gaviria, le rebajó pena por ofensa a la policía. Eso es preocupante: si se pide perdón a la ligera se puede lograr que la pena sea menor. Se parece a cuando en la juventud se decía peco y después me confieso y el sacerdote me perdona.
Se puede perdonar de corazón aunque las lágrimas estén ahí, como lo hizo Carolina Hoyos la hija de Diana Turbay ante Popeye, lloró y le perdonó el asesinato de su madre veinticinco años después.

Estamos, pues, viviendo una época de perdóname que yo te perdono, eso es bueno si se asume con seriedad, con sentimiento profundo. Es bueno recordar lo de ‘setenta veces siete’; o a la madre Teresa de Calcuta cuando dijo: “Perdona hasta que te duela”. Diciembre es mes de reconciliación por eso, de todo corazón, pido perdón a mis lectores si mis columnas los han ofendido, si no ha sido claro mi mensaje y los ha llevado a pensar lo que no quise decir.

Por vacaciones esta columna se volverá a publicar, Dios mediante, a mediados de enero del año entrante.