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Columnista - 5 julio, 2015

Perdiendo el toque

Pasan los días y te sientes perdiendo el toque. No es cuestión de edad ni de práctica, es más, ni siquiera es cuestión de ánimo, sencillamente algo cambió y eso que se te daba tan bien empieza a dejar de funcionar. Todo iba bien, las cosas fluían y de repente todo cambia y ya nada […]

Pasan los días y te sientes perdiendo el toque. No es cuestión de edad ni de práctica, es más, ni siquiera es cuestión de ánimo, sencillamente algo cambió y eso que se te daba tan bien empieza a dejar de funcionar.

Todo iba bien, las cosas fluían y de repente todo cambia y ya nada te sale. Algunos críticos aseguran que los mejores trabajos de los artistas son los primeros, porque es ahí donde está condesado con mayor intensidad su euforia creativa, que el resto es una sofisticación de eso mismo que surge de manera casi agresiva en las primeras obras.

La mamá de una buena amiga de Valledupar cocinaba muy bien, hacía unos brownies exquisitos que toda la familia y amigos disfrutábamos, hasta que un día, a pesar de estar sintiéndose bien y haciéndose todos los controles médicos necesarios, empezó a sentirse mareada y a perder la memoria, lo que la obligó a ir a un neurólogo y a dejar de hacer cosas como conducir el carro y manejar sus cuentas bancarias.

Al terminar su serie de exámenes, ya recuperada, decidió un día hacer una buena bandeja de brownies, como de costumbre; sin embargo, luego de comerse uno, una de sus nietas dijo: “Mamita X está perdiendo el toque”. A mí me gustaron, me siguieron pareciendo buenos aunque realmente no eran tan esponjosos como antes y el saborcito amargo del chocolate había sido modificado por uno un poco empalagoso.

Pero la frase de la niña- hoy una joven universitaria sobresaliente- me dejó marcado, haciéndome continuamente la misma pregunta: ¿Estaré perdiendo el toque? Y lo mismo me pasa con las personas, siempre pienso, cuando veo a alguien a quien admiraba cometiendo alguna estupidez o sencillamente bajando el nivel, reduciendo el voltaje, me pregunto: ¿Estará tal perdiendo el toque? Aunque parece que en la vida todo está dispuesto para que en algún momento perdamos el toque, lo cierto es que hay gente que mientras más pasa el tiempo más crece, nunca baja la guardia, siempre va para adelante… hasta que le llega la hora.

Mi papá por ejemplo, nunca se había enfermado, siempre fuerte y diligente; a pesar de haber perdido el toque para los negocios, expresaba siempre que llegaba el tema: “yo sé que estoy viejo, pero no mandao a recogé”. Hasta que le cayó una isquemia y lo mandó a la lona.

Espero que mi preocupación no me termine estancando. Hace poco, hablando con un amigo le conté sobre esta frase-obsesión que desde que la oí me marcó. Me dijo que eso era normal, que era cuestión de la edad, que aprovechara la llanura fértil de mis años y me dejara de preocupar por algo que todavía no pasaba; sin embargo -debo confesarlo- siempre estoy pensando en eso, me digo: “Para cada cosa hay un momento en el que se pierde el toque y una vez perdido es casi imposible recuperarlo”.

Algunas veces descuidamos alguna actividad a la que estuvimos dedicados, retomamos y todo sigue ahí; la benevolencia universal nos ha favorecido esa vez y nada se ha ido. Pero en otro momento puede ocurrir, así porque si, que te vas a enfrentar a un viejo oficio, y nada; y por más que lo intentas sabes que no es lo mismo, que has bajado tu nivel y que recuperarlo es casi imposible, que has perdido el toque.

Aunque lo peor no es eso sino perderlo y no darte cuenta, andar por ahí pensando que eres el mismo cuando has perdido calidad y lo que haces ya no es interesante, es repetitivo, aunque funciona ha perdido su misterio, su sublimidad, se ha vuelto predecible, ya no estremece. No es que hayas perdido habilidades, tampoco es falta de inspiración, sencillamente has perdido el toque. Es eso.

Columnista
5 julio, 2015

Perdiendo el toque

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jarol Ferreira

Pasan los días y te sientes perdiendo el toque. No es cuestión de edad ni de práctica, es más, ni siquiera es cuestión de ánimo, sencillamente algo cambió y eso que se te daba tan bien empieza a dejar de funcionar. Todo iba bien, las cosas fluían y de repente todo cambia y ya nada […]


Pasan los días y te sientes perdiendo el toque. No es cuestión de edad ni de práctica, es más, ni siquiera es cuestión de ánimo, sencillamente algo cambió y eso que se te daba tan bien empieza a dejar de funcionar.

Todo iba bien, las cosas fluían y de repente todo cambia y ya nada te sale. Algunos críticos aseguran que los mejores trabajos de los artistas son los primeros, porque es ahí donde está condesado con mayor intensidad su euforia creativa, que el resto es una sofisticación de eso mismo que surge de manera casi agresiva en las primeras obras.

La mamá de una buena amiga de Valledupar cocinaba muy bien, hacía unos brownies exquisitos que toda la familia y amigos disfrutábamos, hasta que un día, a pesar de estar sintiéndose bien y haciéndose todos los controles médicos necesarios, empezó a sentirse mareada y a perder la memoria, lo que la obligó a ir a un neurólogo y a dejar de hacer cosas como conducir el carro y manejar sus cuentas bancarias.

Al terminar su serie de exámenes, ya recuperada, decidió un día hacer una buena bandeja de brownies, como de costumbre; sin embargo, luego de comerse uno, una de sus nietas dijo: “Mamita X está perdiendo el toque”. A mí me gustaron, me siguieron pareciendo buenos aunque realmente no eran tan esponjosos como antes y el saborcito amargo del chocolate había sido modificado por uno un poco empalagoso.

Pero la frase de la niña- hoy una joven universitaria sobresaliente- me dejó marcado, haciéndome continuamente la misma pregunta: ¿Estaré perdiendo el toque? Y lo mismo me pasa con las personas, siempre pienso, cuando veo a alguien a quien admiraba cometiendo alguna estupidez o sencillamente bajando el nivel, reduciendo el voltaje, me pregunto: ¿Estará tal perdiendo el toque? Aunque parece que en la vida todo está dispuesto para que en algún momento perdamos el toque, lo cierto es que hay gente que mientras más pasa el tiempo más crece, nunca baja la guardia, siempre va para adelante… hasta que le llega la hora.

Mi papá por ejemplo, nunca se había enfermado, siempre fuerte y diligente; a pesar de haber perdido el toque para los negocios, expresaba siempre que llegaba el tema: “yo sé que estoy viejo, pero no mandao a recogé”. Hasta que le cayó una isquemia y lo mandó a la lona.

Espero que mi preocupación no me termine estancando. Hace poco, hablando con un amigo le conté sobre esta frase-obsesión que desde que la oí me marcó. Me dijo que eso era normal, que era cuestión de la edad, que aprovechara la llanura fértil de mis años y me dejara de preocupar por algo que todavía no pasaba; sin embargo -debo confesarlo- siempre estoy pensando en eso, me digo: “Para cada cosa hay un momento en el que se pierde el toque y una vez perdido es casi imposible recuperarlo”.

Algunas veces descuidamos alguna actividad a la que estuvimos dedicados, retomamos y todo sigue ahí; la benevolencia universal nos ha favorecido esa vez y nada se ha ido. Pero en otro momento puede ocurrir, así porque si, que te vas a enfrentar a un viejo oficio, y nada; y por más que lo intentas sabes que no es lo mismo, que has bajado tu nivel y que recuperarlo es casi imposible, que has perdido el toque.

Aunque lo peor no es eso sino perderlo y no darte cuenta, andar por ahí pensando que eres el mismo cuando has perdido calidad y lo que haces ya no es interesante, es repetitivo, aunque funciona ha perdido su misterio, su sublimidad, se ha vuelto predecible, ya no estremece. No es que hayas perdido habilidades, tampoco es falta de inspiración, sencillamente has perdido el toque. Es eso.