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Columnista - 4 junio, 2021

Paros, marchas y protestas

Estos eventos han resultado más apocalípticos de lo que se temía, o sea, unas simples pedreas; claro, son movilizaciones promovidas por grupos de trabajadores y jóvenes que han sido acompañados o infiltrados por personas violentas o vándalos.  Hay que tener en cuenta que estas marchas de protestas se han convertido en el instrumento proferido de […]

Estos eventos han resultado más apocalípticos de lo que se temía, o sea, unas simples pedreas; claro, son movilizaciones promovidas por grupos de trabajadores y jóvenes que han sido acompañados o infiltrados por personas violentas o vándalos. 

Hay que tener en cuenta que estas marchas de protestas se han convertido en el instrumento proferido de la oposición de izquierda para movilizar sus huestes, evidenciándose la desvinculación de los partidos tradicionales y amplios sectores de la población del país.

Se reconoce que en la mayoría de los paros, sobretodo cívicos, reflejan la incapacidad institucional y de los partidos para canalizar las angustias populares represadas, pero notamos que los partidos tradicionales evidentemente no se vinculan a estas actividades y dejan que las protestas cívicas se conviertan en el instrumento preferido de la oposición de izquierda para movilizar a sus seguidores. 

La pérdida de influencia y credibilidad de los partidos tradicionales en este campo data de tiempo atrás, ha sido un proceso de deterioro gradual. En este lapso han ido surgiendo nuevos líderes naturales extraídos de junta de acción comunal, de sindicatos y agremiaciones campesinas que dejaron de creer en jefes que solo se ven en épocas electorales en su gran mayoría.

En tanto es preciso manifestar que la ausencia de los partidos tradicionales ha sido parcialmente remplazada por la izquierda, que en los últimos 30 años ha adelantado una paciente labor de hormiga entre las bases campesinas, sindicales y poblaciones olvidadas de todas las regiones del país, y con esta medida, esa oposición ha ido multiplicando su electorado. Lo grave de todo este escenario es que se pretende mezclar de alguna manera todas las formas de lucha (la electoral, la social y la armada). 

Cuando a un movimiento de paro le surgen bloqueos, se destrozan propiedades privadas y públicas, se desvirtúa a la justeza de una protesta cívica y se expone a la represión de la autoridad; ellos buscan como táctica agudizar las contradicciones, aunque es claro que los paros o movilizaciones de masa son recursos legítimos, ya sea de la izquierda o derecha, pero lo que no es permitido es que se obstaculice la libre locomoción o la obstrucción que está prohibida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 13 (Naciones Unidas, 1948), el artículo 24 de la Constitución Nacional, así como el Código Penal Colombiano en su artículo 353 A.

Muchas veces, como dijimos antes, los participantes de paros abusan de este recurso de protesta introduciendo reclamos imposibles y consignas absurdas, sin embargo, la gente que se moviliza con todas sus propuestas sienten que sus protestas son justas. Aunque consideramos que hay que tener en muchos aspectos una actitud comprensiva frente a la inconformidad popular, entendiendo sus raíces, y claro, darle una respuesta institucional al malestar, abonando también, que si el problema carece de un partido de gobierno que contribuya a interpretar y canalizar su acción, estos actos se alteran y se agudiza la crisis social (como está sucediendo ahora). 

No hay que sorprenderse que los promotores de los paros logren movilizar cada vez más adeptos, especialmente si no se cumple con el paquete de promesas que vienen acumuladas desde hace muchos años. Por favor, repensemos nuestro país, desarrollando una gran reingeniería que abarque entre tantos puntos: la corrupción, austeridad administrativa, achicamiento de la administración estatal, reforma de la justicia, reducción del Congreso, reforma a la educación en general y sindéresis social.

Columnista
4 junio, 2021

Paros, marchas y protestas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hernán Maestre Martínez

Estos eventos han resultado más apocalípticos de lo que se temía, o sea, unas simples pedreas; claro, son movilizaciones promovidas por grupos de trabajadores y jóvenes que han sido acompañados o infiltrados por personas violentas o vándalos.  Hay que tener en cuenta que estas marchas de protestas se han convertido en el instrumento proferido de […]


Estos eventos han resultado más apocalípticos de lo que se temía, o sea, unas simples pedreas; claro, son movilizaciones promovidas por grupos de trabajadores y jóvenes que han sido acompañados o infiltrados por personas violentas o vándalos. 

Hay que tener en cuenta que estas marchas de protestas se han convertido en el instrumento proferido de la oposición de izquierda para movilizar sus huestes, evidenciándose la desvinculación de los partidos tradicionales y amplios sectores de la población del país.

Se reconoce que en la mayoría de los paros, sobretodo cívicos, reflejan la incapacidad institucional y de los partidos para canalizar las angustias populares represadas, pero notamos que los partidos tradicionales evidentemente no se vinculan a estas actividades y dejan que las protestas cívicas se conviertan en el instrumento preferido de la oposición de izquierda para movilizar a sus seguidores. 

La pérdida de influencia y credibilidad de los partidos tradicionales en este campo data de tiempo atrás, ha sido un proceso de deterioro gradual. En este lapso han ido surgiendo nuevos líderes naturales extraídos de junta de acción comunal, de sindicatos y agremiaciones campesinas que dejaron de creer en jefes que solo se ven en épocas electorales en su gran mayoría.

En tanto es preciso manifestar que la ausencia de los partidos tradicionales ha sido parcialmente remplazada por la izquierda, que en los últimos 30 años ha adelantado una paciente labor de hormiga entre las bases campesinas, sindicales y poblaciones olvidadas de todas las regiones del país, y con esta medida, esa oposición ha ido multiplicando su electorado. Lo grave de todo este escenario es que se pretende mezclar de alguna manera todas las formas de lucha (la electoral, la social y la armada). 

Cuando a un movimiento de paro le surgen bloqueos, se destrozan propiedades privadas y públicas, se desvirtúa a la justeza de una protesta cívica y se expone a la represión de la autoridad; ellos buscan como táctica agudizar las contradicciones, aunque es claro que los paros o movilizaciones de masa son recursos legítimos, ya sea de la izquierda o derecha, pero lo que no es permitido es que se obstaculice la libre locomoción o la obstrucción que está prohibida por la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 13 (Naciones Unidas, 1948), el artículo 24 de la Constitución Nacional, así como el Código Penal Colombiano en su artículo 353 A.

Muchas veces, como dijimos antes, los participantes de paros abusan de este recurso de protesta introduciendo reclamos imposibles y consignas absurdas, sin embargo, la gente que se moviliza con todas sus propuestas sienten que sus protestas son justas. Aunque consideramos que hay que tener en muchos aspectos una actitud comprensiva frente a la inconformidad popular, entendiendo sus raíces, y claro, darle una respuesta institucional al malestar, abonando también, que si el problema carece de un partido de gobierno que contribuya a interpretar y canalizar su acción, estos actos se alteran y se agudiza la crisis social (como está sucediendo ahora). 

No hay que sorprenderse que los promotores de los paros logren movilizar cada vez más adeptos, especialmente si no se cumple con el paquete de promesas que vienen acumuladas desde hace muchos años. Por favor, repensemos nuestro país, desarrollando una gran reingeniería que abarque entre tantos puntos: la corrupción, austeridad administrativa, achicamiento de la administración estatal, reforma de la justicia, reducción del Congreso, reforma a la educación en general y sindéresis social.