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Columnista - 8 mayo, 2024

Paremias del 57 Festival de la Leyenda Vallenata

Miguel Aroca Yepes. Cuando Hermógenes López me sugirió que trascendiera de redactor de noticias a columnista, con la condición de prepararme mejor, no lo dudé dos veces. Justo ya había vaticinado la grandeza musical de quien se asomaba como cantante, daba sus pinitos a la sombra de Miguel López y Alfredo Gutiérrez en una memorable parranda de nupcias de […]

Miguel Aroca Yepes.

Cuando Hermógenes López me sugirió que trascendiera de redactor de noticias a columnista, con la condición de prepararme mejor, no lo dudé dos veces. Justo ya había vaticinado la grandeza musical de quien se asomaba como cantante, daba sus pinitos a la sombra de Miguel López y Alfredo Gutiérrez en una memorable parranda de nupcias de Lilo y Lucas Gnecco, donde El Chijo Zuleta, en La Paz.  Usted va a ser un gran cantante le pronosticó el empresario a Diomedes Díaz. 

A la sazón de este corolario folclórico, expongo con propiedad que una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música, cae esta frase del escritor argentino, Julio Cortázar, como anillo al dedo, no para blindar al jurado de cualquier crítica, ni para poner en el pedestal a Juan David “el Pollito” Herrera, quien se coronó Rey vallenato en 1996 sin destronar a Alfredo Gutiérrez, catalogado como el músico más completo por los juglares Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales, en digitación, ritmo y melodía.

El Pollito Herrera cuando se alzó con la corona no se sometió a los dictados de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, compromiso que adquiere el rey, y la revancha es más dulce que la vida misma, dice el fatuo. Se la cobraron, dirán otros, discernimiento que trae a colación el poeta romano, Juvenal, sentencioso, satírico y lapidario contra la decadencia y la corrupción que imperaban en la sociedad romana del siglo primero.

“El ídolo de hoy arrincona al héreo de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana”, es el relevo generacional que cita Wasington Irving, de pronto para exaltar la grandeza de nuestros juglares, donde no se limitaba la creatividad, para caer en la mediocridad de imitar a los demás, porque se puede avanzar sin dejar lo vernáculo, cambia de hojas, pero nunca pierdas tus raíces, apunta el adagio, con más carga cultural que el refrán.

Se debe entender que el folclor es una expresión popular, pero la Fundación que organiza el certamen es un ente privado, en los que un jurado obra con criterio objetivo o subjetivo, porque el corazón nunca es neutral, a juzgar del filósofo británico, Anthony Shaftesbury, corazón que tiene sus preferencias, sentimientos, afectos, odios, envidias, pasiones y animadversiones, propias de la condición humana.

La crítica es fácil, y el arte es difícil: Destouches. Sería mezquino no abonarle a la Fundación su denuedo por preservar la autenticidad de un folclor, que no en vano es declarado por la Unesco patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los inicios no son fáciles, si nos retrotraemos al año 1968, génesis de la Fundación y el Festival de la Leyenda Vallenata, que nos legaron Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona y Consuelo Araújo Noguera, emprendimientos en los que muchos suelen perecer por no enfrentar los rigores del comienzo, y hacer sostenible una empresa es algo complejo, loa entonces a esa épica obra. 

Es mejor el fin del negocio que su principio, reza el texto bíblico en Eclesiastés 7:8-10, podemos inferir un folclor empoderado que promete ser el gran filón económico para la región, con vallenato de exportación, la idiosincrasia de un pueblo y el arraigo cultural de una comarca que atrae turistas del orden nacional e internacional, en fin, una gama de atractivos como  el parque de la Leyenda y de La Provincia, el Museo del Acordeón de Beto Murgas y del Cocha Molina, en ciernes el Museo de Jorge Oñate, la Glorieta de Los Poporos y el Centro Cultural y de Convenciones de la Música Vallenata, que encierra la historia de nuestros juglares, megaobra que se abrirá al público en diciembre próximo.

A la nueva generación de acordeoneros y cantantes le queda la tarea de nutrirse de leyendas vivas del vallenato como Alberto Fernández, precursor de los cantos de Escalona junto a Bovea y sus Vallenatos; Náfer Durán, rey vallenato y del tono menor, y el trirrey Alfredo Gutiérrez, que hoy representan la pureza de los 4 aires: paseo, merengue, puya y son.

Columnista
8 mayo, 2024

Paremias del 57 Festival de la Leyenda Vallenata

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Miguel Aroca Yepes. Cuando Hermógenes López me sugirió que trascendiera de redactor de noticias a columnista, con la condición de prepararme mejor, no lo dudé dos veces. Justo ya había vaticinado la grandeza musical de quien se asomaba como cantante, daba sus pinitos a la sombra de Miguel López y Alfredo Gutiérrez en una memorable parranda de nupcias de […]


Miguel Aroca Yepes.

Cuando Hermógenes López me sugirió que trascendiera de redactor de noticias a columnista, con la condición de prepararme mejor, no lo dudé dos veces. Justo ya había vaticinado la grandeza musical de quien se asomaba como cantante, daba sus pinitos a la sombra de Miguel López y Alfredo Gutiérrez en una memorable parranda de nupcias de Lilo y Lucas Gnecco, donde El Chijo Zuleta, en La Paz.  Usted va a ser un gran cantante le pronosticó el empresario a Diomedes Díaz. 

A la sazón de este corolario folclórico, expongo con propiedad que una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música, cae esta frase del escritor argentino, Julio Cortázar, como anillo al dedo, no para blindar al jurado de cualquier crítica, ni para poner en el pedestal a Juan David “el Pollito” Herrera, quien se coronó Rey vallenato en 1996 sin destronar a Alfredo Gutiérrez, catalogado como el músico más completo por los juglares Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales, en digitación, ritmo y melodía.

El Pollito Herrera cuando se alzó con la corona no se sometió a los dictados de la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, compromiso que adquiere el rey, y la revancha es más dulce que la vida misma, dice el fatuo. Se la cobraron, dirán otros, discernimiento que trae a colación el poeta romano, Juvenal, sentencioso, satírico y lapidario contra la decadencia y la corrupción que imperaban en la sociedad romana del siglo primero.

“El ídolo de hoy arrincona al héreo de ayer, y a la vez lo reemplaza por el héroe de mañana”, es el relevo generacional que cita Wasington Irving, de pronto para exaltar la grandeza de nuestros juglares, donde no se limitaba la creatividad, para caer en la mediocridad de imitar a los demás, porque se puede avanzar sin dejar lo vernáculo, cambia de hojas, pero nunca pierdas tus raíces, apunta el adagio, con más carga cultural que el refrán.

Se debe entender que el folclor es una expresión popular, pero la Fundación que organiza el certamen es un ente privado, en los que un jurado obra con criterio objetivo o subjetivo, porque el corazón nunca es neutral, a juzgar del filósofo británico, Anthony Shaftesbury, corazón que tiene sus preferencias, sentimientos, afectos, odios, envidias, pasiones y animadversiones, propias de la condición humana.

La crítica es fácil, y el arte es difícil: Destouches. Sería mezquino no abonarle a la Fundación su denuedo por preservar la autenticidad de un folclor, que no en vano es declarado por la Unesco patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Los inicios no son fáciles, si nos retrotraemos al año 1968, génesis de la Fundación y el Festival de la Leyenda Vallenata, que nos legaron Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona y Consuelo Araújo Noguera, emprendimientos en los que muchos suelen perecer por no enfrentar los rigores del comienzo, y hacer sostenible una empresa es algo complejo, loa entonces a esa épica obra. 

Es mejor el fin del negocio que su principio, reza el texto bíblico en Eclesiastés 7:8-10, podemos inferir un folclor empoderado que promete ser el gran filón económico para la región, con vallenato de exportación, la idiosincrasia de un pueblo y el arraigo cultural de una comarca que atrae turistas del orden nacional e internacional, en fin, una gama de atractivos como  el parque de la Leyenda y de La Provincia, el Museo del Acordeón de Beto Murgas y del Cocha Molina, en ciernes el Museo de Jorge Oñate, la Glorieta de Los Poporos y el Centro Cultural y de Convenciones de la Música Vallenata, que encierra la historia de nuestros juglares, megaobra que se abrirá al público en diciembre próximo.

A la nueva generación de acordeoneros y cantantes le queda la tarea de nutrirse de leyendas vivas del vallenato como Alberto Fernández, precursor de los cantos de Escalona junto a Bovea y sus Vallenatos; Náfer Durán, rey vallenato y del tono menor, y el trirrey Alfredo Gutiérrez, que hoy representan la pureza de los 4 aires: paseo, merengue, puya y son.