La visita del papa Francisco a nuestro territorio es una oportunidad de oro para mirar hacia atrás en la historia y encontrar las raíces cristianas de la cultura de los derechos humanos en Occidente. Mejor, para recordar que dentro de las fuentes de los derechos humanos no puede olvidarse el grado de participación del cristianismo, […]
La visita del papa Francisco a nuestro territorio es una oportunidad de oro para mirar hacia atrás en la historia y encontrar las raíces cristianas de la cultura de los derechos humanos en Occidente. Mejor, para recordar que dentro de las fuentes de los derechos humanos no puede olvidarse el grado de participación del cristianismo, y muy en particular, del catolicismo.
Esto invita a recordar que en el año 1952, dos maestros de maestros, Alfonso López Michelsen y Leopoldo Uprimny, se encontraron en un riquísimo debate académico en el Aula Máxima de la Universidad Nacional sobre el origen de nuestras instituciones políticas. Ellos presentaron sus puntos de vista acerca de la influencia de las ideas que fundamentaron las instituciones políticas. Lo curioso fue que ambos partieron de fuentes cristianas. No podía ser de otra manera.
Es que la modernidad y el tránsito a la modernidad no pueden abordarse por fuera del cristianismo, y su proceso de secularización y racionalidad parten del cristianismo. En este sentido, la cultura de los derechos humanos tiene, en gran parte, raíces cristianas y en el mundo tienen mucho peso las ideas que el catolicismo ha creado y multiplicado. La visita del sumo pontífice nos los trae a la memoria, es un deber, una fuerza espiritual e intelectual recordar la fuente de los derechos humanos.
En este contexto, cómo olvidar los clásicos españoles del derecho natural. Estos pensadores y teólogos que filosofaban acerca de la naturaleza del hombre y su destino también lo hacían sobre la política, el derecho, las instituciones justas y el origen de las instituciones políticas. El Nuevo Mundo, el hombre americano y sus derechos fueron materia de sus reflexiones y allí sobresalieron los pertenecientes a la Escuela de Salamanca.
Francisco Suárez, Francisco de Victoria, Bartolomé de las Casas, Domingo Soto, Luis de Molina y otros contribuyeron a la cultura de los derechos humanos. Su pensamiento, orientado por la concepción del derecho natural, parte de las ideas de Tomás de Aquino, de la existencia de una justicia natural histórica y móvil.
Igualmente, que las autoridades deben respetar la libertad porque ésta es desarrollo de la dignidad humana. Se parte de que todos los seres humanos son hechos a imagen y semejanza del creador.
Ideas que hoy le son atribuidas a Kant, como la del ciudadano cosmopolita, ya habían sido aportadas por Francisco de Victoria. La universalidad del hombre y el derecho de movilizarse en el mundo ya las había reflexionado este último. De Victoria se había referido a la existencia de un derecho internacional y sirvió de fuente a Hugo Grocio.
Francisco Suárez contribuyó al Derecho de Gentes y sus trabajos acerca de las guerras y su justificación razonable tienen cierta vigencia.
En el legado de Francisco Suárez hay un tratado de hermenéutica jurídica en la que establece cómo deben ser interpretadas y aplicadas en forma justa las leyes. No escapa de sus trabajos las ideas del pacto social del que trataron posteriormente, bajo el planteamiento del contractualismo político y jurídico, autores como Juan Jacobo Rosseau. Es decir, toda la modernidad de estos teólogos parte de concepciones cristianas.
Y que decir de Bartolomé de las Casas —él merece un tratamiento especial en otro artículo—. Recordar y estudiar la Escuela de Salamanca es obligatorio en estos días de alegría católica. Bienvenido sumo pontífice. Son momentos de paz.
Eduardo Verano De la Rosa
La visita del papa Francisco a nuestro territorio es una oportunidad de oro para mirar hacia atrás en la historia y encontrar las raíces cristianas de la cultura de los derechos humanos en Occidente. Mejor, para recordar que dentro de las fuentes de los derechos humanos no puede olvidarse el grado de participación del cristianismo, […]
La visita del papa Francisco a nuestro territorio es una oportunidad de oro para mirar hacia atrás en la historia y encontrar las raíces cristianas de la cultura de los derechos humanos en Occidente. Mejor, para recordar que dentro de las fuentes de los derechos humanos no puede olvidarse el grado de participación del cristianismo, y muy en particular, del catolicismo.
Esto invita a recordar que en el año 1952, dos maestros de maestros, Alfonso López Michelsen y Leopoldo Uprimny, se encontraron en un riquísimo debate académico en el Aula Máxima de la Universidad Nacional sobre el origen de nuestras instituciones políticas. Ellos presentaron sus puntos de vista acerca de la influencia de las ideas que fundamentaron las instituciones políticas. Lo curioso fue que ambos partieron de fuentes cristianas. No podía ser de otra manera.
Es que la modernidad y el tránsito a la modernidad no pueden abordarse por fuera del cristianismo, y su proceso de secularización y racionalidad parten del cristianismo. En este sentido, la cultura de los derechos humanos tiene, en gran parte, raíces cristianas y en el mundo tienen mucho peso las ideas que el catolicismo ha creado y multiplicado. La visita del sumo pontífice nos los trae a la memoria, es un deber, una fuerza espiritual e intelectual recordar la fuente de los derechos humanos.
En este contexto, cómo olvidar los clásicos españoles del derecho natural. Estos pensadores y teólogos que filosofaban acerca de la naturaleza del hombre y su destino también lo hacían sobre la política, el derecho, las instituciones justas y el origen de las instituciones políticas. El Nuevo Mundo, el hombre americano y sus derechos fueron materia de sus reflexiones y allí sobresalieron los pertenecientes a la Escuela de Salamanca.
Francisco Suárez, Francisco de Victoria, Bartolomé de las Casas, Domingo Soto, Luis de Molina y otros contribuyeron a la cultura de los derechos humanos. Su pensamiento, orientado por la concepción del derecho natural, parte de las ideas de Tomás de Aquino, de la existencia de una justicia natural histórica y móvil.
Igualmente, que las autoridades deben respetar la libertad porque ésta es desarrollo de la dignidad humana. Se parte de que todos los seres humanos son hechos a imagen y semejanza del creador.
Ideas que hoy le son atribuidas a Kant, como la del ciudadano cosmopolita, ya habían sido aportadas por Francisco de Victoria. La universalidad del hombre y el derecho de movilizarse en el mundo ya las había reflexionado este último. De Victoria se había referido a la existencia de un derecho internacional y sirvió de fuente a Hugo Grocio.
Francisco Suárez contribuyó al Derecho de Gentes y sus trabajos acerca de las guerras y su justificación razonable tienen cierta vigencia.
En el legado de Francisco Suárez hay un tratado de hermenéutica jurídica en la que establece cómo deben ser interpretadas y aplicadas en forma justa las leyes. No escapa de sus trabajos las ideas del pacto social del que trataron posteriormente, bajo el planteamiento del contractualismo político y jurídico, autores como Juan Jacobo Rosseau. Es decir, toda la modernidad de estos teólogos parte de concepciones cristianas.
Y que decir de Bartolomé de las Casas —él merece un tratamiento especial en otro artículo—. Recordar y estudiar la Escuela de Salamanca es obligatorio en estos días de alegría católica. Bienvenido sumo pontífice. Son momentos de paz.
Eduardo Verano De la Rosa