Este tema de la crianza de los hijos y su impacto social, entorno a lo que es correcto y lo que no es, cobra capital importancia en el contexto universal. Para nadie es extraño que antes la disciplina, la educación y comportamiento de los niños y adolescentes, no solo al interior de su núcleo familiar, […]
Este tema de la crianza de los hijos y su impacto social, entorno a lo que es correcto y lo que no es, cobra capital importancia en el contexto universal. Para nadie es extraño que antes la disciplina, la educación y comportamiento de los niños y adolescentes, no solo al interior de su núcleo familiar, era realmente diferente; ayer, los niños y adolescentes eran un modelo dentro y fuera de los hogares. Preguntamos: ¿Por qué hoy todo es diferente? Los hijos no acatan consejos de sus progenitores y mayores; existe irrespeto generalizado.
Los novios pedían permiso para visitar a sus pretendidas, hoy no, la novia ingresa al joven a la casa de sus padres, incluso lo muda sin el consentimiento de ellos.
Se aprecia una angustiosa descomposición social en la esfera de la educación, los alumnos se hacen célebres por el matoneo, la burla y el sarcasmo a sus docentes, compañeros y demás miembros de la comunidad. Preguntamos: ¿cuál es la razón de esta protuberante descomposición social? Algunos lo atribuyen a la falta de una adecuada crianza; otros dicen que el mal tiene raíz en los preceptos y modelo educativo.
Todos estos aspectos se conjugan para tener como resultado una sociedad altanera, osada, atrevida, carente de valores éticos y morales. Por ejemplo, algunos dicen que los padres no deben someter a castigos físicos a sus hijos frente a comportamientos indecentes, no adecuados; igual señalamiento hacen con el proceso educativo.
Pero vale la pena retroceder el reloj y concluir cómo era la crianza y educación del pasado. Recordemos décadas atrás, los profesores propinaban reglazos a los niños que no rendían; es más, contaban con el aval de los padres, estos últimos de igual forma usaban la correa, la chancla y reprendían con severidad a sus hijos.
Con el transcurso del tiempo estas situaciones han mutado por una permisividad fría y espantosa, donde el jefe o la jefe del hogar perdió el total control; es más, la sugerencia o intervención del tío, tía o abuelos es considerada una actitud impertinente.
¿Qué dicen sobre el particular las autoridades de la educación? El concepto generalizado es que el proceso de enseñanza de hoy es sometido a regulaciones estrictas por parte de las secretarías de Educación y el Ministerio del Ramo; sostienen que vivimos otros tiempos, donde la tolerancia debe potenciar la coherencia para alcanzar la excelencia dentro de un equilibrio armonioso de amor y comprensión, una educación democrática, donde la violencia intrafamiliar no debe existir, pero ¿cuál es la apreciación de los padres de familia? Estos fundamentan sus conceptos en la falta de carácter, de temple y exceso de debilidad.
Como consecuencia de ello es menester que primero cambie el individuo en su forma de actuar y pensar, si quiere que realmente cambie la sociedad.
Para corregir los castigos excesivos que los padres propinan a sus hijos se encuentra en el panorama jurídico la Ley 2089, más conocida como la Ley antichacleta, la cual prohíbe el uso del castigo físico, los tratos crueles, humillantes o degradantes y cualquier tipo de violencia como método de corrección contra los niños; aunque esta ley prohíbe el castigo físico como método de crianza, queda claro entonces que los padres no pierden la patria potestad, que no es otra cosa que la facultad legal concedida a los padres para criar a sus hijos. El espíritu de la ley es crear conciencia en el país sobre el respeto y protección hacia las niñas y niños.
Recalcamos y recomendamos propiciar y lograr condiciones de formación y educación. Esta norma es persuasiva y alternativa; no se crearán sanciones o multas a los padres que incurran en estos castigos.
Concluyendo, manifestamos aquí: se debe propiciar conciencia en mujeres y hombres que con dificultades económicas traen hijos al mundo sin control a aguantar hambre y de repeso les adicionan correa, palo, chancla voladora… que en nada procurarán un bienestar; por el contrario, mantendrán unos hijos que no crecerán como la sociedad los requiere.
Este tema de la crianza de los hijos y su impacto social, entorno a lo que es correcto y lo que no es, cobra capital importancia en el contexto universal. Para nadie es extraño que antes la disciplina, la educación y comportamiento de los niños y adolescentes, no solo al interior de su núcleo familiar, […]
Este tema de la crianza de los hijos y su impacto social, entorno a lo que es correcto y lo que no es, cobra capital importancia en el contexto universal. Para nadie es extraño que antes la disciplina, la educación y comportamiento de los niños y adolescentes, no solo al interior de su núcleo familiar, era realmente diferente; ayer, los niños y adolescentes eran un modelo dentro y fuera de los hogares. Preguntamos: ¿Por qué hoy todo es diferente? Los hijos no acatan consejos de sus progenitores y mayores; existe irrespeto generalizado.
Los novios pedían permiso para visitar a sus pretendidas, hoy no, la novia ingresa al joven a la casa de sus padres, incluso lo muda sin el consentimiento de ellos.
Se aprecia una angustiosa descomposición social en la esfera de la educación, los alumnos se hacen célebres por el matoneo, la burla y el sarcasmo a sus docentes, compañeros y demás miembros de la comunidad. Preguntamos: ¿cuál es la razón de esta protuberante descomposición social? Algunos lo atribuyen a la falta de una adecuada crianza; otros dicen que el mal tiene raíz en los preceptos y modelo educativo.
Todos estos aspectos se conjugan para tener como resultado una sociedad altanera, osada, atrevida, carente de valores éticos y morales. Por ejemplo, algunos dicen que los padres no deben someter a castigos físicos a sus hijos frente a comportamientos indecentes, no adecuados; igual señalamiento hacen con el proceso educativo.
Pero vale la pena retroceder el reloj y concluir cómo era la crianza y educación del pasado. Recordemos décadas atrás, los profesores propinaban reglazos a los niños que no rendían; es más, contaban con el aval de los padres, estos últimos de igual forma usaban la correa, la chancla y reprendían con severidad a sus hijos.
Con el transcurso del tiempo estas situaciones han mutado por una permisividad fría y espantosa, donde el jefe o la jefe del hogar perdió el total control; es más, la sugerencia o intervención del tío, tía o abuelos es considerada una actitud impertinente.
¿Qué dicen sobre el particular las autoridades de la educación? El concepto generalizado es que el proceso de enseñanza de hoy es sometido a regulaciones estrictas por parte de las secretarías de Educación y el Ministerio del Ramo; sostienen que vivimos otros tiempos, donde la tolerancia debe potenciar la coherencia para alcanzar la excelencia dentro de un equilibrio armonioso de amor y comprensión, una educación democrática, donde la violencia intrafamiliar no debe existir, pero ¿cuál es la apreciación de los padres de familia? Estos fundamentan sus conceptos en la falta de carácter, de temple y exceso de debilidad.
Como consecuencia de ello es menester que primero cambie el individuo en su forma de actuar y pensar, si quiere que realmente cambie la sociedad.
Para corregir los castigos excesivos que los padres propinan a sus hijos se encuentra en el panorama jurídico la Ley 2089, más conocida como la Ley antichacleta, la cual prohíbe el uso del castigo físico, los tratos crueles, humillantes o degradantes y cualquier tipo de violencia como método de corrección contra los niños; aunque esta ley prohíbe el castigo físico como método de crianza, queda claro entonces que los padres no pierden la patria potestad, que no es otra cosa que la facultad legal concedida a los padres para criar a sus hijos. El espíritu de la ley es crear conciencia en el país sobre el respeto y protección hacia las niñas y niños.
Recalcamos y recomendamos propiciar y lograr condiciones de formación y educación. Esta norma es persuasiva y alternativa; no se crearán sanciones o multas a los padres que incurran en estos castigos.
Concluyendo, manifestamos aquí: se debe propiciar conciencia en mujeres y hombres que con dificultades económicas traen hijos al mundo sin control a aguantar hambre y de repeso les adicionan correa, palo, chancla voladora… que en nada procurarán un bienestar; por el contrario, mantendrán unos hijos que no crecerán como la sociedad los requiere.