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Columnista - 29 mayo, 2021

Panorama Jurídico: El campesino productor en el olvido

Surge al panorama jurídico la fecha para celebrar cada año el día del campesino, festejándose desde 1965 cuando durante el gobierno de Guillermo León Valencia se estableció para reconocer las labores de todos los campesinos y campesinas del país. Es inaudito y por demás sorprendente que el aparato estatal tenga al sector rural en el […]

Surge al panorama jurídico la fecha para celebrar cada año el día del campesino, festejándose desde 1965 cuando durante el gobierno de Guillermo León Valencia se estableció para reconocer las labores de todos los campesinos y campesinas del país.

Es inaudito y por demás sorprendente que el aparato estatal tenga al sector rural en el más frío, paupérrimo y desalentador panorama de olvido, donde el hambre, la miseria y desigualdad que afronta el humilde labriego es el común denominador. Lo más lamentable de esta tétrica y caótica situación es que estos miles de hombres, mujeres y niños, con pieles callosas y manos curtidas por el fuerte sol canicular que irradia sus espaldas, hacen producir la tierra para llevar alimentos a las grandes urbes y mantener la sostenibilidad de los habitantes de la ciudad.

Son los contrastes que tiene la vida; mientras los que vivimos en el tejido urbanístico de las metrópolis lo tenemos todo: servicios públicos (agua, luz y gas), educación, transporte, vía de accesos, hospitales…, la comunidad campesina adolece de todo, absolutamente de todo; allí la suerte de estos abnegados seres, sometidos al olvido, es tal vez el sueño más expedito de cada uno de ellos, al sentir que no tienen nada, simplemente sueños y añoranzas es el bálsamo curativo que avivan sus deseos.

Un ejemplo claro son las regiones de Colombia que han sido afectadas por los estragos de las fuertes sequías, toda vez que estos entes territoriales carecen en lo absoluto de cuerpos hídricos: ríos, quebradas, ciénagas…; a decir verdad, los beneficiados del agua son los que viven en el área urbana del ente territorial y de manera racionada. 

Surge ahora la pregunta ideal: ¿cómo hacen estos campesinos para el consumo de agua que requiere el cuerpo humano? La respuesta produce risa, pero es la verdad verdadera; estos humildes y olvidados caseríos han adoptado el más riguroso y controlado sistema de racionamiento en el servicio del preciado líquido, que consideran el más importante de todos, acumulando el agua lluvia en grandes reservorios para las actividades cotidianas y animales domésticos.

 No se podrá sembrar lo planeado, lo soñado. Otro factor del largo rosario de necesidades lo configura la falta de conectividad a internet, para que los niños cumplan el proceso de enseñanza y aprendizaje, convertido en este periodo de la pandemia en una verdadera hecatombe. De las vías de acceso, puestos de salud, escuelas, energía, ni decir, no existen. 

En síntesis, los problemas que viven los campesinos son idénticos en gran parte de Colombia; esto a simple vista refleja la falta de inversión social en esas regiones y por ende en el avasallante olvido en que el Estado colombiano tiene sometido al campesino.

Lo ideal sería que el Gobierno nacional ejerza el rol de formulador y ejecutor de proyectos productivos regionales ante Fenalce y Finagro al servicio de los pequeños y medianos labriegos del campo, otorgándoles préstamos y activos que necesitan para que se reactive el campo y la economía del campesinado, y de esta manera  no abandonen su terruño.

Columnista
29 mayo, 2021

Panorama Jurídico: El campesino productor en el olvido

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

Surge al panorama jurídico la fecha para celebrar cada año el día del campesino, festejándose desde 1965 cuando durante el gobierno de Guillermo León Valencia se estableció para reconocer las labores de todos los campesinos y campesinas del país. Es inaudito y por demás sorprendente que el aparato estatal tenga al sector rural en el […]


Surge al panorama jurídico la fecha para celebrar cada año el día del campesino, festejándose desde 1965 cuando durante el gobierno de Guillermo León Valencia se estableció para reconocer las labores de todos los campesinos y campesinas del país.

Es inaudito y por demás sorprendente que el aparato estatal tenga al sector rural en el más frío, paupérrimo y desalentador panorama de olvido, donde el hambre, la miseria y desigualdad que afronta el humilde labriego es el común denominador. Lo más lamentable de esta tétrica y caótica situación es que estos miles de hombres, mujeres y niños, con pieles callosas y manos curtidas por el fuerte sol canicular que irradia sus espaldas, hacen producir la tierra para llevar alimentos a las grandes urbes y mantener la sostenibilidad de los habitantes de la ciudad.

Son los contrastes que tiene la vida; mientras los que vivimos en el tejido urbanístico de las metrópolis lo tenemos todo: servicios públicos (agua, luz y gas), educación, transporte, vía de accesos, hospitales…, la comunidad campesina adolece de todo, absolutamente de todo; allí la suerte de estos abnegados seres, sometidos al olvido, es tal vez el sueño más expedito de cada uno de ellos, al sentir que no tienen nada, simplemente sueños y añoranzas es el bálsamo curativo que avivan sus deseos.

Un ejemplo claro son las regiones de Colombia que han sido afectadas por los estragos de las fuertes sequías, toda vez que estos entes territoriales carecen en lo absoluto de cuerpos hídricos: ríos, quebradas, ciénagas…; a decir verdad, los beneficiados del agua son los que viven en el área urbana del ente territorial y de manera racionada. 

Surge ahora la pregunta ideal: ¿cómo hacen estos campesinos para el consumo de agua que requiere el cuerpo humano? La respuesta produce risa, pero es la verdad verdadera; estos humildes y olvidados caseríos han adoptado el más riguroso y controlado sistema de racionamiento en el servicio del preciado líquido, que consideran el más importante de todos, acumulando el agua lluvia en grandes reservorios para las actividades cotidianas y animales domésticos.

 No se podrá sembrar lo planeado, lo soñado. Otro factor del largo rosario de necesidades lo configura la falta de conectividad a internet, para que los niños cumplan el proceso de enseñanza y aprendizaje, convertido en este periodo de la pandemia en una verdadera hecatombe. De las vías de acceso, puestos de salud, escuelas, energía, ni decir, no existen. 

En síntesis, los problemas que viven los campesinos son idénticos en gran parte de Colombia; esto a simple vista refleja la falta de inversión social en esas regiones y por ende en el avasallante olvido en que el Estado colombiano tiene sometido al campesino.

Lo ideal sería que el Gobierno nacional ejerza el rol de formulador y ejecutor de proyectos productivos regionales ante Fenalce y Finagro al servicio de los pequeños y medianos labriegos del campo, otorgándoles préstamos y activos que necesitan para que se reactive el campo y la economía del campesinado, y de esta manera  no abandonen su terruño.