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Columnista - 30 octubre, 2021

Panorama Jurídico: Confrontación ideológica camino a la polarización

El proselitismo político que avanza en el marco de la contienda electoral para elegir el futuro Congreso de Colombia, Cámara y Senado, deja muy mal parado al país en materia de desarrollo organizacional y cumplimiento ético. Tal parece que, en vez de evolucionar, estamos retrocediendo, y de qué forma; es como si la elegancia del […]

El proselitismo político que avanza en el marco de la contienda electoral para elegir el futuro Congreso de Colombia, Cámara y Senado, deja muy mal parado al país en materia de desarrollo organizacional y cumplimiento ético.

Tal parece que, en vez de evolucionar, estamos retrocediendo, y de qué forma; es como si la elegancia del discurso, el poder de la palabra y la fuerza cautivante de la oratoria en las plazas públicas hubiese pasado de moda. Hoy, no se admira a un candidato por su fluidez, versatilidad y exuberante improvisación en el manejo retórico del discurso; pero, sí se alaba y aclama al más gritón, al sarcástico, al que agrede, al más ofensivo, intrigante y osado en sus comentarios a través de las redes sociales, propias del contexto virtual.

Precisamente esta sofisticada, novedosa y estratégica arma de combate entorno a los medios de comunicación social, viene dando mucho de qué hablar. De ahí que afirmamos que la confrontación ideológica que suscitan estos   protagonistas se constituye en epicentro de polarización, muy tosca y alejada de la civilidad. Lo que trasciende ahora es el impacto del fenómeno mediático que tiene como escenario las redes, donde la inmediatez, la imagen y el sonido dejan rezagados el interés por la lectura y, como tal, el discurso hablado.

Décadas atrás, cualquier ciudadano con poder de oratoria era seguido, valorado y ponderado, especialmente en las contiendas electorales; pero,  en cambio ahora, en esta afanada y acelerada era de la sociedad informatizada, de la aldea global y de la escuela paralela, los candidatos a cualquier corporación pública actúan como auténticos robots, engrasados e impulsados por la tecnología; pero lo más crítico y preocupante es que el civismo, la urbanidad, el decoro y la decencia que otrora se expresaba en el discurso y la oratoria han sido reemplazados por el irrespeto generalizado. 

¡Qué barbaridad! Y lo peor aún es que cada día la situación se agudiza. Recordemos la época de Martin Luther King en Estados Unidos, o de Colombia con Jorge Eliecer Gaitán o Luis Carlos Galán, los debates en las plazas eran un ejemplo de organización y, lo más importante, de valoración en criterios éticos. Allí, el poder de la palabra era cautivante y persuasiva, contrario ahora, donde el irrespeto al otro, colega, se traduce en el arma demoníaca más utilizada. Utilidad que ha enviado al apocalipsis el decoro y la elegancia en el manejo del discurso con la cual se pueden hacer consensos, confrontar ideas, pero no la polarización tóxica.

Discursos generalmente tóxicos seguiremos escuchando por varios meses en este camino electoral; no lo corregirán, porque es el estilo que les ha servido, no tienen otro, así mantienen embelesados y anestesiados a sus militantes o seguidores; mientras tanto, se polariza la sociedad colombiana, teniendo en cuenta que esta polarización ideológica significa entonces que existen diferencias en las opiniones, orientaciones, bien marcadas, que de diferencias pasan a oposiciones.  

El concepto intuitivo de valorización lo que nos dice es que esos conflictos en algún momento se estructuran; resultado de esto es la tensión que vive el país, formándose así un potencial de conflictos que se expresan en distintos grados a través de manifestaciones, disturbios o enfrentamientos constantes que se deben desmontar   lo más pronto posible.

[email protected]

Columnista
30 octubre, 2021

Panorama Jurídico: Confrontación ideológica camino a la polarización

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

El proselitismo político que avanza en el marco de la contienda electoral para elegir el futuro Congreso de Colombia, Cámara y Senado, deja muy mal parado al país en materia de desarrollo organizacional y cumplimiento ético. Tal parece que, en vez de evolucionar, estamos retrocediendo, y de qué forma; es como si la elegancia del […]


El proselitismo político que avanza en el marco de la contienda electoral para elegir el futuro Congreso de Colombia, Cámara y Senado, deja muy mal parado al país en materia de desarrollo organizacional y cumplimiento ético.

Tal parece que, en vez de evolucionar, estamos retrocediendo, y de qué forma; es como si la elegancia del discurso, el poder de la palabra y la fuerza cautivante de la oratoria en las plazas públicas hubiese pasado de moda. Hoy, no se admira a un candidato por su fluidez, versatilidad y exuberante improvisación en el manejo retórico del discurso; pero, sí se alaba y aclama al más gritón, al sarcástico, al que agrede, al más ofensivo, intrigante y osado en sus comentarios a través de las redes sociales, propias del contexto virtual.

Precisamente esta sofisticada, novedosa y estratégica arma de combate entorno a los medios de comunicación social, viene dando mucho de qué hablar. De ahí que afirmamos que la confrontación ideológica que suscitan estos   protagonistas se constituye en epicentro de polarización, muy tosca y alejada de la civilidad. Lo que trasciende ahora es el impacto del fenómeno mediático que tiene como escenario las redes, donde la inmediatez, la imagen y el sonido dejan rezagados el interés por la lectura y, como tal, el discurso hablado.

Décadas atrás, cualquier ciudadano con poder de oratoria era seguido, valorado y ponderado, especialmente en las contiendas electorales; pero,  en cambio ahora, en esta afanada y acelerada era de la sociedad informatizada, de la aldea global y de la escuela paralela, los candidatos a cualquier corporación pública actúan como auténticos robots, engrasados e impulsados por la tecnología; pero lo más crítico y preocupante es que el civismo, la urbanidad, el decoro y la decencia que otrora se expresaba en el discurso y la oratoria han sido reemplazados por el irrespeto generalizado. 

¡Qué barbaridad! Y lo peor aún es que cada día la situación se agudiza. Recordemos la época de Martin Luther King en Estados Unidos, o de Colombia con Jorge Eliecer Gaitán o Luis Carlos Galán, los debates en las plazas eran un ejemplo de organización y, lo más importante, de valoración en criterios éticos. Allí, el poder de la palabra era cautivante y persuasiva, contrario ahora, donde el irrespeto al otro, colega, se traduce en el arma demoníaca más utilizada. Utilidad que ha enviado al apocalipsis el decoro y la elegancia en el manejo del discurso con la cual se pueden hacer consensos, confrontar ideas, pero no la polarización tóxica.

Discursos generalmente tóxicos seguiremos escuchando por varios meses en este camino electoral; no lo corregirán, porque es el estilo que les ha servido, no tienen otro, así mantienen embelesados y anestesiados a sus militantes o seguidores; mientras tanto, se polariza la sociedad colombiana, teniendo en cuenta que esta polarización ideológica significa entonces que existen diferencias en las opiniones, orientaciones, bien marcadas, que de diferencias pasan a oposiciones.  

El concepto intuitivo de valorización lo que nos dice es que esos conflictos en algún momento se estructuran; resultado de esto es la tensión que vive el país, formándose así un potencial de conflictos que se expresan en distintos grados a través de manifestaciones, disturbios o enfrentamientos constantes que se deben desmontar   lo más pronto posible.

[email protected]