Claro que necesitamos un cambio en nuestras vidas, hagamos un alto en el camino y examinémonos; los resultados al momento nos dirán quiénes somos y dónde estamos. Todo proyecto de cambio, sea personal, empresarial, así quede lo máximo en el momento, después de determinado tiempo, mediante una evaluación otro mejor resultará, renovando parcial o totalmente. […]
Claro que necesitamos un cambio en nuestras vidas, hagamos un alto en el camino y examinémonos; los resultados al momento nos dirán quiénes somos y dónde estamos. Todo proyecto de cambio, sea personal, empresarial, así quede lo máximo en el momento, después de determinado tiempo, mediante una evaluación otro mejor resultará, renovando parcial o totalmente. Podemos afirmar que el cambio es el autor de todas las cosas. Hoy por hoy, valoramos con precisión y certeza que los cambios están enmarcados en una verdad ineludible; al no existir cambios, todo permanecerá estático; el cambio es a no dudarlo el motor que enciende la chispa hacia la transformación.
Muchas veces o tal vez la generalidad de las veces, pretendemos que el mundo y la sociedad cambien, cuando somos nosotros en forma individual quienes debemos asumir el cambio para que el colectivo marque el derrotero y la transformación que tanto anhelamos. Señalamos que la sociedad es mala, corrupta y perversa. El escritor Rosseau manifestó: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. Pero, preguntamos: ¿Quién soy yo? ¿Estoy actuando correctamente? ¿Son mis comportamientos, acciones y decisiones ajustados al marco de la prudencia, la benevolencia y lo justo?
En cumplimiento a nuestras actuaciones, si queremos que nuestros hijos sean cultos, decentes, pulcros, educados, es indispensable primero, que como padres seamos el símbolo y espejo de esas virtudes; de lo contrario es lógico y absurdo pretender obtener excelentes frutos de un huerto al que ni siquiera riegas y abonas.
De allí el dicho: “De tal palo, tal astilla”. Si el progenitor es el retrato de la honestidad, el compromiso, la seriedad, responsabilidad y cumplimiento, sus retoños emularán estas manifestaciones y germinará una cultura arraigada a los buenos principios; de lo contrario, no podemos exigir excelencia en comportamiento si no cimentamos las bases desde la niñez. No le podemos pedir peras al olmo.
Si se enseña a los hijos a ser cultos, serviciales y atentos, debe el padre ser el ejemplo de tales actitudes. No hay que olvidar que los niños repiten y copian lo que ven. En síntesis es requisito indispensable fortalecernos, pero, tenemos que aportar algo de nosotros. En otras palabras, estamos obligados para seguir viviendo a cambiar y de esta manera transformar.
Como pueden apreciar estimados lectores, el comportamiento no acorde de los individuos, deteriora y de qué forma el tejido social de la humanidad. Iniciemos entonces con la renovación personal; será la cuota inicial que aportemos, paso inicial del proceso hacia la justicia, solidaridad, honestidad y transparencia, porque la persona precede naturalmente a la sociedad en cuanto que esta se forma, constituye de personas que se unen según diversos vínculos; con la sumatoria de pequeñas causas de seguro obtendremos mejores comportamientos y eso es lo que deseamos.
Claro que necesitamos un cambio en nuestras vidas, hagamos un alto en el camino y examinémonos; los resultados al momento nos dirán quiénes somos y dónde estamos. Todo proyecto de cambio, sea personal, empresarial, así quede lo máximo en el momento, después de determinado tiempo, mediante una evaluación otro mejor resultará, renovando parcial o totalmente. […]
Claro que necesitamos un cambio en nuestras vidas, hagamos un alto en el camino y examinémonos; los resultados al momento nos dirán quiénes somos y dónde estamos. Todo proyecto de cambio, sea personal, empresarial, así quede lo máximo en el momento, después de determinado tiempo, mediante una evaluación otro mejor resultará, renovando parcial o totalmente. Podemos afirmar que el cambio es el autor de todas las cosas. Hoy por hoy, valoramos con precisión y certeza que los cambios están enmarcados en una verdad ineludible; al no existir cambios, todo permanecerá estático; el cambio es a no dudarlo el motor que enciende la chispa hacia la transformación.
Muchas veces o tal vez la generalidad de las veces, pretendemos que el mundo y la sociedad cambien, cuando somos nosotros en forma individual quienes debemos asumir el cambio para que el colectivo marque el derrotero y la transformación que tanto anhelamos. Señalamos que la sociedad es mala, corrupta y perversa. El escritor Rosseau manifestó: “El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”. Pero, preguntamos: ¿Quién soy yo? ¿Estoy actuando correctamente? ¿Son mis comportamientos, acciones y decisiones ajustados al marco de la prudencia, la benevolencia y lo justo?
En cumplimiento a nuestras actuaciones, si queremos que nuestros hijos sean cultos, decentes, pulcros, educados, es indispensable primero, que como padres seamos el símbolo y espejo de esas virtudes; de lo contrario es lógico y absurdo pretender obtener excelentes frutos de un huerto al que ni siquiera riegas y abonas.
De allí el dicho: “De tal palo, tal astilla”. Si el progenitor es el retrato de la honestidad, el compromiso, la seriedad, responsabilidad y cumplimiento, sus retoños emularán estas manifestaciones y germinará una cultura arraigada a los buenos principios; de lo contrario, no podemos exigir excelencia en comportamiento si no cimentamos las bases desde la niñez. No le podemos pedir peras al olmo.
Si se enseña a los hijos a ser cultos, serviciales y atentos, debe el padre ser el ejemplo de tales actitudes. No hay que olvidar que los niños repiten y copian lo que ven. En síntesis es requisito indispensable fortalecernos, pero, tenemos que aportar algo de nosotros. En otras palabras, estamos obligados para seguir viviendo a cambiar y de esta manera transformar.
Como pueden apreciar estimados lectores, el comportamiento no acorde de los individuos, deteriora y de qué forma el tejido social de la humanidad. Iniciemos entonces con la renovación personal; será la cuota inicial que aportemos, paso inicial del proceso hacia la justicia, solidaridad, honestidad y transparencia, porque la persona precede naturalmente a la sociedad en cuanto que esta se forma, constituye de personas que se unen según diversos vínculos; con la sumatoria de pequeñas causas de seguro obtendremos mejores comportamientos y eso es lo que deseamos.