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Columnista - 15 mayo, 2021

Panorama Jurídico: Arroz a lo Junior

En uno de esos viajes que realizo a Barranquilla por motivos de mi profesión, luego de culminar actividades, llegó la hora del almuerzo, tipo 12:45 p.m.; sin pensarlo dos veces me dirigí donde Wong, cocinero y propietario de un restaurante de comida china, con quien tengo amistad hace varios años; nos saludamos cordialmente, ubicó una […]

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En uno de esos viajes que realizo a Barranquilla por motivos de mi profesión, luego de culminar actividades, llegó la hora del almuerzo, tipo 12:45 p.m.; sin pensarlo dos veces me dirigí donde Wong, cocinero y propietario de un restaurante de comida china, con quien tengo amistad hace varios años; nos saludamos cordialmente, ubicó una mesa, pero no me había instalado cuando un habitante de la calle se me acercó y me dijo bastante agitado: “Doctor,  doctor, tengo mucha hambre, me puede regalar lo que le sobre de su plato, se lo recibo con mucho gusto”. Le dije: “Claro que sí y no me diga doctor”.

 Al instante llegó Wong, diciéndole: “Salga de aquí, respete el restaurante y la clientela”; a lo que el hombre de la calle respondió: “Tengo la receta de arroz a lo junior”, ambos lo miramos sorprendidos; le dije al amigo oriental: “Ponle atención, es tu competencia. ¿Tienes en tu restaurante una receta similar?”. “No”, señaló. Le argumenté: “Con esa receta tendrás muchos clientes”. El chino redujo la insistencia de sacarlo, ya que le interesó tan llamativo plato y novedoso más con ese atractivo nombre, pues le haría famoso igual a la Puerta de Oro.

Respecto al tema y recordando otro escrito de mi autoría, ya publicado en periódicos, ‘Con hambre y botándose la comida’, propicio para manifestar que un país que produce tanta comida y ya preparada se bota. En muchos hogares de Colombia se alimentan con una sola comida; somos tan inconsecuentes, pareciera normal que den una comida y registran tres en los medios de comunicación; todo al revés y los gobernantes y clase dirigente indiferentes a esta magna realidad. Mueren de física hambre y en el Instituto de Medicina Legal preguntan: “¿De qué fallecería?”

Volviendo al relato en el restaurante, terminaba el delicioso plato y desde la puerta el amigo callejero me miraba preocupado, como pensando: “Este no me dejó nada”. Llamé a Wong, le dije igual plato para el amigo callejero, se lo entregué, ya se iba y preguntamos a la vez: “¿Y la receta del arroz a lo junior?”.

Salió raudo del restaurante, quedando pendientes, a los pocos minutos apareció con un recipiente, solo arroz blanco, “pelao”, le preguntamos: “¿Esa es tu famosa receta?”. Sí, respondió. Pidió dos sobrecitos de salsa de tomate y en el arroz hizo el escudo del Atlético Junior y sus estrellas, nos dejó asombrados, señalando: “Esto es lo que como, me toca, no tengo plata y a mi edad no puedo trabajar”. Una tremenda tristeza me invadió que me provocaba llorar; solo me fortaleció cuando pronunció: “Gracias, doctor, por el almuerzo, cipote almuerzo”

La verdad es que el pueblo colombiano de tres comidas diarias muchos comen dos y los más desposeídos una; somos tan inconsecuentes, pareciera natural que dan una comida y registran tres en los medios de comunicación. Todo al revés. La gran mayoría de colombianos se duermen con el estómago vacío y no aparecen soluciones.

Volví a la Puerta de Oro de Colombia y a la hora de almuerzo me dirigí al restaurante, como de costumbre, y lo primero que me dijo Wong al verme fue: “Jairo, el callejero murió; seguí dándole a diario los dos sobrecitos de salsa de tomate, después que viniste y me hiciste tal petición”. Al instante se me quitaron las ganas de almorzar, pero le pedí que me empacara lo acostumbrado para llevar. Al despedirme del amigo oriental me pidió que escribiera al respecto. Complazco a Wong y plasmo aquí una cruda realidad a la que no se le ve solución pronta.

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Columnista
15 mayo, 2021

Panorama Jurídico: Arroz a lo Junior

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Franco Salas

En uno de esos viajes que realizo a Barranquilla por motivos de mi profesión, luego de culminar actividades, llegó la hora del almuerzo, tipo 12:45 p.m.; sin pensarlo dos veces me dirigí donde Wong, cocinero y propietario de un restaurante de comida china, con quien tengo amistad hace varios años; nos saludamos cordialmente, ubicó una […]


En uno de esos viajes que realizo a Barranquilla por motivos de mi profesión, luego de culminar actividades, llegó la hora del almuerzo, tipo 12:45 p.m.; sin pensarlo dos veces me dirigí donde Wong, cocinero y propietario de un restaurante de comida china, con quien tengo amistad hace varios años; nos saludamos cordialmente, ubicó una mesa, pero no me había instalado cuando un habitante de la calle se me acercó y me dijo bastante agitado: “Doctor,  doctor, tengo mucha hambre, me puede regalar lo que le sobre de su plato, se lo recibo con mucho gusto”. Le dije: “Claro que sí y no me diga doctor”.

 Al instante llegó Wong, diciéndole: “Salga de aquí, respete el restaurante y la clientela”; a lo que el hombre de la calle respondió: “Tengo la receta de arroz a lo junior”, ambos lo miramos sorprendidos; le dije al amigo oriental: “Ponle atención, es tu competencia. ¿Tienes en tu restaurante una receta similar?”. “No”, señaló. Le argumenté: “Con esa receta tendrás muchos clientes”. El chino redujo la insistencia de sacarlo, ya que le interesó tan llamativo plato y novedoso más con ese atractivo nombre, pues le haría famoso igual a la Puerta de Oro.

Respecto al tema y recordando otro escrito de mi autoría, ya publicado en periódicos, ‘Con hambre y botándose la comida’, propicio para manifestar que un país que produce tanta comida y ya preparada se bota. En muchos hogares de Colombia se alimentan con una sola comida; somos tan inconsecuentes, pareciera normal que den una comida y registran tres en los medios de comunicación; todo al revés y los gobernantes y clase dirigente indiferentes a esta magna realidad. Mueren de física hambre y en el Instituto de Medicina Legal preguntan: “¿De qué fallecería?”

Volviendo al relato en el restaurante, terminaba el delicioso plato y desde la puerta el amigo callejero me miraba preocupado, como pensando: “Este no me dejó nada”. Llamé a Wong, le dije igual plato para el amigo callejero, se lo entregué, ya se iba y preguntamos a la vez: “¿Y la receta del arroz a lo junior?”.

Salió raudo del restaurante, quedando pendientes, a los pocos minutos apareció con un recipiente, solo arroz blanco, “pelao”, le preguntamos: “¿Esa es tu famosa receta?”. Sí, respondió. Pidió dos sobrecitos de salsa de tomate y en el arroz hizo el escudo del Atlético Junior y sus estrellas, nos dejó asombrados, señalando: “Esto es lo que como, me toca, no tengo plata y a mi edad no puedo trabajar”. Una tremenda tristeza me invadió que me provocaba llorar; solo me fortaleció cuando pronunció: “Gracias, doctor, por el almuerzo, cipote almuerzo”

La verdad es que el pueblo colombiano de tres comidas diarias muchos comen dos y los más desposeídos una; somos tan inconsecuentes, pareciera natural que dan una comida y registran tres en los medios de comunicación. Todo al revés. La gran mayoría de colombianos se duermen con el estómago vacío y no aparecen soluciones.

Volví a la Puerta de Oro de Colombia y a la hora de almuerzo me dirigí al restaurante, como de costumbre, y lo primero que me dijo Wong al verme fue: “Jairo, el callejero murió; seguí dándole a diario los dos sobrecitos de salsa de tomate, después que viniste y me hiciste tal petición”. Al instante se me quitaron las ganas de almorzar, pero le pedí que me empacara lo acostumbrado para llevar. Al despedirme del amigo oriental me pidió que escribiera al respecto. Complazco a Wong y plasmo aquí una cruda realidad a la que no se le ve solución pronta.

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