Así es, debemos lograr y mantener un pacto que dé nacimiento a una nueva cultura política en este país que pide a gritos los colombianos; nos corresponde. Todos, en vez de criticar y reclamar, sugieran. En vez de buscar culpables busca soluciones. En vez de hacerse la víctima, hágase ganador. En vez de juzgar, juzgue […]
Así es, debemos lograr y mantener un pacto que dé nacimiento a una nueva cultura política en este país que pide a gritos los colombianos; nos corresponde. Todos, en vez de criticar y reclamar, sugieran. En vez de buscar culpables busca soluciones. En vez de hacerse la víctima, hágase ganador. En vez de juzgar, juzgue sus actitudes. Pero, no sucede así; se mantiene un discurso para aniquilar, violento; para eliminar aquel que no participa de iguales ideas.
No vamos lejos, dirijámonos al Congreso de la República, donde los padres de la patria deben acabar con ese discurso vil, despreciable, que polariza, improductivo, que enardece, ofende; que no da crédito y del cual muchos quieren sacar provecho; es el momento de acabar con eso. Mientras subsista no cambiará éste país. Es la politiquería que ha enraizado, la cual no nos abandona, que poseen muchos dirigentes, viciada de cánceres, que se quiere perpetuar y sacar resultados a como dé lugar. Así no debe seguir. ¿Qué nos han dejado?
En aras de corregir estas falencias que vive el país para ya, no para futuras generaciones, es imprescindible darnos cuenta exacta del verdadero meollo de la circunstancias, las afectaciones que causa; el cómo y el por qué. Bajo estos parámetros, ya conociendo los casos, estamos obligados a reforzar las defensas y enfrentar con decisión los problemas vulnerables; solo así podremos construir una sociedad contemporánea, inteligente y respetuosa de las diferencias. Es fundamental desarrollar una conciencia de lo que realmente sucede; analizar caso por caso a nivel local, regional y nacional, exigiendo el cumpliendo antes los entes y autoridades correspondientes. Interpretar este desbarajuste y la violencia casi como hechos inherentes a la historia; en vez de progresar estamos actuando a la par de la historia, estamos en un círculo vicioso.
Nada ganaremos si vamos de violencia en violencia; surgen grupos al margen de la ley, otros desaparecen o recrudecen otras formas de violencia que está alimentando ese cuerpo colegiado. Muy a pesar que una sociedad no vive exenta de violencia y problemas por un pacto que cree una cultura política, debe sobresalir una comunidad cimentada en el talento, la disciplina y el trabajo, que quiere a toda costa un escenario lleno de sosiego, combatiendo la corrupción y direccionando mejor los recursos de todo tipo que tenemos.
La violencia entendida esta como una crisis social, tiene que ser un punto de reflexión, una fuerza que nos une; crezca, cimentada en una verdadera democracia, que dé frutos para la construcción de un nuevo país; esto con el fin de ir apaciguando los brotes de anarquía, vehemencia, impetuosidad que no son más que manifestaciones de la misma.
Preguntamos ¿Puede el hombre extirpar la violencia? Sí: acabando los generadores de la misma; con el arraigo de una nueva postura derivada de las características de principios éticos y compromisos sociales, donde el respeto se manifieste y se ejerza a favor de los menos favorecidos.
Así es, debemos lograr y mantener un pacto que dé nacimiento a una nueva cultura política en este país que pide a gritos los colombianos; nos corresponde. Todos, en vez de criticar y reclamar, sugieran. En vez de buscar culpables busca soluciones. En vez de hacerse la víctima, hágase ganador. En vez de juzgar, juzgue […]
Así es, debemos lograr y mantener un pacto que dé nacimiento a una nueva cultura política en este país que pide a gritos los colombianos; nos corresponde. Todos, en vez de criticar y reclamar, sugieran. En vez de buscar culpables busca soluciones. En vez de hacerse la víctima, hágase ganador. En vez de juzgar, juzgue sus actitudes. Pero, no sucede así; se mantiene un discurso para aniquilar, violento; para eliminar aquel que no participa de iguales ideas.
No vamos lejos, dirijámonos al Congreso de la República, donde los padres de la patria deben acabar con ese discurso vil, despreciable, que polariza, improductivo, que enardece, ofende; que no da crédito y del cual muchos quieren sacar provecho; es el momento de acabar con eso. Mientras subsista no cambiará éste país. Es la politiquería que ha enraizado, la cual no nos abandona, que poseen muchos dirigentes, viciada de cánceres, que se quiere perpetuar y sacar resultados a como dé lugar. Así no debe seguir. ¿Qué nos han dejado?
En aras de corregir estas falencias que vive el país para ya, no para futuras generaciones, es imprescindible darnos cuenta exacta del verdadero meollo de la circunstancias, las afectaciones que causa; el cómo y el por qué. Bajo estos parámetros, ya conociendo los casos, estamos obligados a reforzar las defensas y enfrentar con decisión los problemas vulnerables; solo así podremos construir una sociedad contemporánea, inteligente y respetuosa de las diferencias. Es fundamental desarrollar una conciencia de lo que realmente sucede; analizar caso por caso a nivel local, regional y nacional, exigiendo el cumpliendo antes los entes y autoridades correspondientes. Interpretar este desbarajuste y la violencia casi como hechos inherentes a la historia; en vez de progresar estamos actuando a la par de la historia, estamos en un círculo vicioso.
Nada ganaremos si vamos de violencia en violencia; surgen grupos al margen de la ley, otros desaparecen o recrudecen otras formas de violencia que está alimentando ese cuerpo colegiado. Muy a pesar que una sociedad no vive exenta de violencia y problemas por un pacto que cree una cultura política, debe sobresalir una comunidad cimentada en el talento, la disciplina y el trabajo, que quiere a toda costa un escenario lleno de sosiego, combatiendo la corrupción y direccionando mejor los recursos de todo tipo que tenemos.
La violencia entendida esta como una crisis social, tiene que ser un punto de reflexión, una fuerza que nos une; crezca, cimentada en una verdadera democracia, que dé frutos para la construcción de un nuevo país; esto con el fin de ir apaciguando los brotes de anarquía, vehemencia, impetuosidad que no son más que manifestaciones de la misma.
Preguntamos ¿Puede el hombre extirpar la violencia? Sí: acabando los generadores de la misma; con el arraigo de una nueva postura derivada de las características de principios éticos y compromisos sociales, donde el respeto se manifieste y se ejerza a favor de los menos favorecidos.