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Columnista - 20 febrero, 2011

P E R I S C O P I O

Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ Como ahora en el futuro lo que  aparecen son las elecciones de octubre, les narraré una experiencia a ver a quién le puede servir. Claro que a quien le sirva tendrá que estar en las mismas condiciones en que yo me encontraba para las elecciones para Congreso en 1.974, o sea, […]

Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ

Como ahora en el futuro lo que  aparecen son las elecciones de octubre, les narraré una experiencia a ver a quién le puede servir. Claro que a quien le sirva tendrá que estar en las mismas condiciones en que yo me encontraba para las elecciones para Congreso en 1.974, o sea, como candidato a la Cámara por el Partido Liberal, sin ningún Jefe que avalara mi pretensión, sin ningún candidato al Senado que intercambiara conmigo sus votos, sin ningún cargo en la burocracia regional o local, sin dinero en el bolsillo para comprar votos, algo que no haría ni aún teniendo el dinero por ser violatorio de mis principios; sin amigos influyentes que se la jugaran por mí o mi candidatura, es decir, contando con el apoyo de la familia, los amigos y mi trabajo ante el pueblo.
Como tenía que trabajar de lunes a viernes, sólo contaba con los fines de semana que cuando tomamos la determinación, faltaban 62 antes del día de elecciones y así confeccionamos nuestra agenda; al final le dimos cerca de 15 vueltas al departamento a pie, en bestia, canoa, carro y avioneta, de propiedad de mi suplente, don Sinforiano Restrepo.
Un sitio con el que tenía obsesión era Búrbura, corregimiento de González, pueblo donde había una sola liberal, amiga nuestra, a quien le pedimos el favor nos consiguiera unas bestias para un domingo determinado, después de hablar con nuestro amigo allá, don Santiago Picón. Búrbura me llamaba la atención porque habiendo ido unos años antes acompañando a Pepe Castro, apreciamos que, en el camino, no vimos cultivos, no encontramos una sola finca y menos ganado, y me preguntaba de qué viviría esa gente; llegué a la conclusión que así como los ribereños del Magdalena vivían del agua y el pescado, los de Búrbura vivían del paisaje y del clima y quería saber si eso había cambiado.
El sábado anterior al domingo fijado, fuimos a dormir a Ocaña, después de estar en corregimientos de Aguachica y Gamarra, y al día siguiente, llegamos a González temprano, a esperar las bestias. Cuando ya eran las 8 y media y éstas y el señor comprometido a traerlas no aparecían, preguntamos a nuestra amiga qué pasaba; contestándonos ella que el señor, conservador, seguro que no quería que fuéramos a Búrbura porque si lo hacíamos, los votos serían nuestros. Entonces lo serán, porque ya nos vamos, le contesté y arrancamos a pie.
Éramos tres; la amiga, un compañero, que como  yo llevaba  un maletín con muestras médicas gratis; al principio, tocaba subir y casi se nos salen los pulmones de tanto hacer fuerza, luego de llegar a una cima, tocaba bajar y las pantorrillas se nos querían reventar; así y todo la tomamos a lo bien e íbamos riéndonos de nuestra pobre situación, pero esperanzados de cumplirle a Santiago Picón su pedido de que fuéramos; al fin llegamos y después de un buen tinto, comenzamos a trabajar, nada de discursos, sólo consultas médicas, hicimos 85 y acabamos con todas las muestras gratis que alcanzaron en forma casi milagrosa y después; entonces sí, la charla que terminó con vivas al Gran Partido Liberal.
De regreso, Santiago nos consiguió tres bestias, verdaderas baquianas pues nos condujeron a González en una noche oscurísima, sin ningún problema, nos despedimos de nuestra  amiga y regresamos a Ocaña donde después de un mute con cabro, salimos para Valledupar donde llegamos casi al amanecer.
Así trabajamos siempre en la política; sin engañar a nadie, sin hacer promesas vanas, sin comprar un voto, pues aunque hubiera tenido con qué, no lo hubiera hecho pues no estaba para autoengañarme; ¿Por qué lo hice? Lo hice por lo que muchos médicos lo hacen en países como el nuestro, donde el consultorio médico es la cloaca de la sociedad donde se ventilan casos de enfermedad que no los son originariamente, pero la pobreza y la ignorancia los convierten en casos médicos y uno ve la insensibilidad de los demás, especialmente de los que, con autoridad  pueden remediar la situación y no lo hacen y entonces uno cree que lo puede hacer; pero qué va, el sistema no te deja, al final tienes que agradecer que sales vivo del proceso para seguir viendo el desfile de iniquidades. El 9 de abril del 48 murió Cristo en Colombia y  resucitó el 26 de febrero de 2.010. Mucho tiempo transcurrió.
Para terminar, les cuento que en Búrbura para la Cámara hubo 135 votos, todos para Jaime Gnecco, otros consiguieron votos comprándolos, otros presionando a los votantes, otros se metieron en la Registraduría o los dejaron entrar con nocturnidad y cambiaron los votos del uno por el otro, en fin, en esto de las elecciones aquí no hay pecado ni delito que no se haya cometido; y todo, ¿para qué? ¿Qué se ha hecho? Nada, tanto delito para nada, porque obteniendo el Cesar algún provecho, hasta se justificaría el proceder doloso, pero no sirviéndole a nadie, vale la pena seguir delinquiendo?
¿Acaso no es mejor poder contar las cosas  como sucedieron, a tener que seguir escondiendo procederes delictuosos? Porque aunque los escondan, se sabe que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Observen los candidatos y saquen conclusiones.

Columnista
20 febrero, 2011

P E R I S C O P I O

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime Gnecco Hernandez

Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ Como ahora en el futuro lo que  aparecen son las elecciones de octubre, les narraré una experiencia a ver a quién le puede servir. Claro que a quien le sirva tendrá que estar en las mismas condiciones en que yo me encontraba para las elecciones para Congreso en 1.974, o sea, […]


Por: JAIME GNECCO HERNANDEZ

Como ahora en el futuro lo que  aparecen son las elecciones de octubre, les narraré una experiencia a ver a quién le puede servir. Claro que a quien le sirva tendrá que estar en las mismas condiciones en que yo me encontraba para las elecciones para Congreso en 1.974, o sea, como candidato a la Cámara por el Partido Liberal, sin ningún Jefe que avalara mi pretensión, sin ningún candidato al Senado que intercambiara conmigo sus votos, sin ningún cargo en la burocracia regional o local, sin dinero en el bolsillo para comprar votos, algo que no haría ni aún teniendo el dinero por ser violatorio de mis principios; sin amigos influyentes que se la jugaran por mí o mi candidatura, es decir, contando con el apoyo de la familia, los amigos y mi trabajo ante el pueblo.
Como tenía que trabajar de lunes a viernes, sólo contaba con los fines de semana que cuando tomamos la determinación, faltaban 62 antes del día de elecciones y así confeccionamos nuestra agenda; al final le dimos cerca de 15 vueltas al departamento a pie, en bestia, canoa, carro y avioneta, de propiedad de mi suplente, don Sinforiano Restrepo.
Un sitio con el que tenía obsesión era Búrbura, corregimiento de González, pueblo donde había una sola liberal, amiga nuestra, a quien le pedimos el favor nos consiguiera unas bestias para un domingo determinado, después de hablar con nuestro amigo allá, don Santiago Picón. Búrbura me llamaba la atención porque habiendo ido unos años antes acompañando a Pepe Castro, apreciamos que, en el camino, no vimos cultivos, no encontramos una sola finca y menos ganado, y me preguntaba de qué viviría esa gente; llegué a la conclusión que así como los ribereños del Magdalena vivían del agua y el pescado, los de Búrbura vivían del paisaje y del clima y quería saber si eso había cambiado.
El sábado anterior al domingo fijado, fuimos a dormir a Ocaña, después de estar en corregimientos de Aguachica y Gamarra, y al día siguiente, llegamos a González temprano, a esperar las bestias. Cuando ya eran las 8 y media y éstas y el señor comprometido a traerlas no aparecían, preguntamos a nuestra amiga qué pasaba; contestándonos ella que el señor, conservador, seguro que no quería que fuéramos a Búrbura porque si lo hacíamos, los votos serían nuestros. Entonces lo serán, porque ya nos vamos, le contesté y arrancamos a pie.
Éramos tres; la amiga, un compañero, que como  yo llevaba  un maletín con muestras médicas gratis; al principio, tocaba subir y casi se nos salen los pulmones de tanto hacer fuerza, luego de llegar a una cima, tocaba bajar y las pantorrillas se nos querían reventar; así y todo la tomamos a lo bien e íbamos riéndonos de nuestra pobre situación, pero esperanzados de cumplirle a Santiago Picón su pedido de que fuéramos; al fin llegamos y después de un buen tinto, comenzamos a trabajar, nada de discursos, sólo consultas médicas, hicimos 85 y acabamos con todas las muestras gratis que alcanzaron en forma casi milagrosa y después; entonces sí, la charla que terminó con vivas al Gran Partido Liberal.
De regreso, Santiago nos consiguió tres bestias, verdaderas baquianas pues nos condujeron a González en una noche oscurísima, sin ningún problema, nos despedimos de nuestra  amiga y regresamos a Ocaña donde después de un mute con cabro, salimos para Valledupar donde llegamos casi al amanecer.
Así trabajamos siempre en la política; sin engañar a nadie, sin hacer promesas vanas, sin comprar un voto, pues aunque hubiera tenido con qué, no lo hubiera hecho pues no estaba para autoengañarme; ¿Por qué lo hice? Lo hice por lo que muchos médicos lo hacen en países como el nuestro, donde el consultorio médico es la cloaca de la sociedad donde se ventilan casos de enfermedad que no los son originariamente, pero la pobreza y la ignorancia los convierten en casos médicos y uno ve la insensibilidad de los demás, especialmente de los que, con autoridad  pueden remediar la situación y no lo hacen y entonces uno cree que lo puede hacer; pero qué va, el sistema no te deja, al final tienes que agradecer que sales vivo del proceso para seguir viendo el desfile de iniquidades. El 9 de abril del 48 murió Cristo en Colombia y  resucitó el 26 de febrero de 2.010. Mucho tiempo transcurrió.
Para terminar, les cuento que en Búrbura para la Cámara hubo 135 votos, todos para Jaime Gnecco, otros consiguieron votos comprándolos, otros presionando a los votantes, otros se metieron en la Registraduría o los dejaron entrar con nocturnidad y cambiaron los votos del uno por el otro, en fin, en esto de las elecciones aquí no hay pecado ni delito que no se haya cometido; y todo, ¿para qué? ¿Qué se ha hecho? Nada, tanto delito para nada, porque obteniendo el Cesar algún provecho, hasta se justificaría el proceder doloso, pero no sirviéndole a nadie, vale la pena seguir delinquiendo?
¿Acaso no es mejor poder contar las cosas  como sucedieron, a tener que seguir escondiendo procederes delictuosos? Porque aunque los escondan, se sabe que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Observen los candidatos y saquen conclusiones.