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Columnista - 13 agosto, 2024

Otra reflexión

Pero la constatación histórica nos muestra que ella es una empresa ardua. Los hombres somos volatineros, subidos en la cuerda peligrosa tendida sobre el abismo de la vida. Estamos en el ser, somos poco. A veces obramos con la razón y otras veces enloquecemos. 

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Sobre la formación del hombre. Este es un tema vasto y  reiterado,  lo ha sido a través de las edades históricas.  Pueblo que se forma en  la educación, consecuentemente próspera en todo cuanto  requiere en sus necesidades vitales, y viceversa.

La educación del conocimiento podría lograr nuestra supervivencia histórica, como les  ocurrió a los antiguos griegos, verbigracia, de quienes me ocuparé más adelante. Educar la inteligencia y formar la conducta es esencial para ser artífices de nosotros mismos y poder contribuir al bienestar de la sociedad civil, entendiendo que no se trata sólo de enfocarse en la riqueza material —monserga en que suelo insistir, en privado y en público—, sino, en el logro integral de la persona,  en oficios y profesiones liberales,  en las enseñanzas científicas y culturales, bagaje que permita la comprensión del mundo,  promoviendo la convivencia y la sostenibilidad de la paz ciudadanas. Y es obra conjunta del Estado y los privados. 

Pero la constatación histórica nos muestra que ella es una empresa ardua. Los hombres somos volatineros, subidos en la cuerda peligrosa tendida sobre el abismo de la vida. Estamos en el ser, somos poco. A veces obramos con la razón y otras veces enloquecemos. 

Lo prometido antes. Hay un pueblo, al que la historia le ha atribuido, y sin dudas con razón,  la vanguardia al respecto: Grecia. Los antiguos griegos, eran gimnásticos e intelectuales. Formadores de su cuerpo y de su espíritu. En muchos casos fueron autodidactas, pero igualmente en otros, estudiosos de escuelas. Al lado de otros pueblos, campeaba en  la disciplina del pensamiento racional aplicado a la especulación  filosófica, a las ciencias del espacio, geometría, astrología,  a las geologías, biológicas, al arte, la política, la ética, para afinar las relaciones humanas.

Los sabios jonios, ejemplos, constituyeron escuelas de pensamientos, con sus respectivos discípulos.  En la Magna Grecia, sur de Italia, en la ciudad de Crotona, hacia finales del siglo VI y comienzos del V (a. C.), Pitágoras, alumno de Tales, considerado el primero de los filósofos que en el mundo han sido, fundó un establecimiento de enseñanza, el  que,  por la amplitud de asignaturas,  fue una verdadera Universidad. En Atenas, la Academia fue fundada por Platón. En la misma ciudad, El Liceo, fundado por Aristóteles. Y otras escuelas mejores. Además, existía la institución de los preceptores. Aristóteles,  lo fue del célebre Alejandro Magno el macedonio, quien llevó la cultura helenística a lo largo y ancho del mundo conocido en aquélla época,  que él conquistó. De modo que aquel pueblo griego es la causa eficiente de gran parte de la cultura asiática, que hemos compartido, y ni hablar del pensamiento filosófico y científico de Occidente. Y no olvidar el gran aporte igualmente científico proporcionado por el antiguo Egipto. Y antes, por los primigenios sumerios. Tampoco el de la escuela Jardín de la Santa Cruz de Urumita. El nombre de esta población connota con el de Ur, antigua ciudad principal sumeria. 

Ahora bien, después de 2.700 años, nosotros como región, ¿Cómo vamos ahí?  Casi que como el limpiavidrios de un automóvil, por fuera.

Por: Rodrigo López Barros.

Columnista
13 agosto, 2024

Otra reflexión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Pero la constatación histórica nos muestra que ella es una empresa ardua. Los hombres somos volatineros, subidos en la cuerda peligrosa tendida sobre el abismo de la vida. Estamos en el ser, somos poco. A veces obramos con la razón y otras veces enloquecemos. 


Sobre la formación del hombre. Este es un tema vasto y  reiterado,  lo ha sido a través de las edades históricas.  Pueblo que se forma en  la educación, consecuentemente próspera en todo cuanto  requiere en sus necesidades vitales, y viceversa.

La educación del conocimiento podría lograr nuestra supervivencia histórica, como les  ocurrió a los antiguos griegos, verbigracia, de quienes me ocuparé más adelante. Educar la inteligencia y formar la conducta es esencial para ser artífices de nosotros mismos y poder contribuir al bienestar de la sociedad civil, entendiendo que no se trata sólo de enfocarse en la riqueza material —monserga en que suelo insistir, en privado y en público—, sino, en el logro integral de la persona,  en oficios y profesiones liberales,  en las enseñanzas científicas y culturales, bagaje que permita la comprensión del mundo,  promoviendo la convivencia y la sostenibilidad de la paz ciudadanas. Y es obra conjunta del Estado y los privados. 

Pero la constatación histórica nos muestra que ella es una empresa ardua. Los hombres somos volatineros, subidos en la cuerda peligrosa tendida sobre el abismo de la vida. Estamos en el ser, somos poco. A veces obramos con la razón y otras veces enloquecemos. 

Lo prometido antes. Hay un pueblo, al que la historia le ha atribuido, y sin dudas con razón,  la vanguardia al respecto: Grecia. Los antiguos griegos, eran gimnásticos e intelectuales. Formadores de su cuerpo y de su espíritu. En muchos casos fueron autodidactas, pero igualmente en otros, estudiosos de escuelas. Al lado de otros pueblos, campeaba en  la disciplina del pensamiento racional aplicado a la especulación  filosófica, a las ciencias del espacio, geometría, astrología,  a las geologías, biológicas, al arte, la política, la ética, para afinar las relaciones humanas.

Los sabios jonios, ejemplos, constituyeron escuelas de pensamientos, con sus respectivos discípulos.  En la Magna Grecia, sur de Italia, en la ciudad de Crotona, hacia finales del siglo VI y comienzos del V (a. C.), Pitágoras, alumno de Tales, considerado el primero de los filósofos que en el mundo han sido, fundó un establecimiento de enseñanza, el  que,  por la amplitud de asignaturas,  fue una verdadera Universidad. En Atenas, la Academia fue fundada por Platón. En la misma ciudad, El Liceo, fundado por Aristóteles. Y otras escuelas mejores. Además, existía la institución de los preceptores. Aristóteles,  lo fue del célebre Alejandro Magno el macedonio, quien llevó la cultura helenística a lo largo y ancho del mundo conocido en aquélla época,  que él conquistó. De modo que aquel pueblo griego es la causa eficiente de gran parte de la cultura asiática, que hemos compartido, y ni hablar del pensamiento filosófico y científico de Occidente. Y no olvidar el gran aporte igualmente científico proporcionado por el antiguo Egipto. Y antes, por los primigenios sumerios. Tampoco el de la escuela Jardín de la Santa Cruz de Urumita. El nombre de esta población connota con el de Ur, antigua ciudad principal sumeria. 

Ahora bien, después de 2.700 años, nosotros como región, ¿Cómo vamos ahí?  Casi que como el limpiavidrios de un automóvil, por fuera.

Por: Rodrigo López Barros.