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Columnista - 13 agosto, 2013

Originalidad

Comparto la columna del investigador, coleccionista y compositor, Julio Oñate Martínez, sobre los disqueros, y su alta injerencia en la música vallenata, al descalificar y promover canciones, pero además influyeron en la interpretación y el canto de algunos de nuestros músicos.

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Por Celso Guerra Gutierréz

Comparto la columna del investigador, coleccionista y compositor, Julio Oñate Martínez, sobre los disqueros, y su alta injerencia en la música vallenata, al descalificar y promover canciones, pero además influyeron  en la interpretación y el canto de algunos de  nuestros músicos.

Nadie puede negar  la ayuda del disco, en la música del valle, sin él, esta no hubiera alcanzado el rol y la importancia que tiene, pero, lamentablemente las políticas de mercadeo de las disqueras, han sido lesivas para el folclor, lo desnaturalizaron, imponiendo el balanato y la nueva ola.

Cuando las disqueras llegan a Valledupar, atraídas  por el Festival Vallenato, el folclor estaba intacto, nuestros juglares  interpretaban la música en su más fiel expresión.

Si había diez o veinte acordeoneros, eran esos los estilos que existían y la preocupación  de ellos, era no parecerse musicalmente al otro.

Es la  generación de los setenta, la que comienza a saborear las mieles de la aureola disquera, y con ésta una camada de cantantes, acordeoneros y compositores  que maravillaron a Colombia.

Este éxito fonográfico,  no lo había vivido nunca la música vallenata. Entonces los disqueros se engolosinaron y decidieron explotarla al máximo; unieron parejas musicales que nunca fueron exitosas y separaron exitosos que jamás lo volvieron a ser.

En el mercado se consolidaron, cantantes que se convirtieron en iconos por ser  excelentes voces,  y  vendedores de discos, Oñate, Zuleta, Diomedes; Zabaleta, Orozco, Brito, y más acá Villazón; además acordeoneros que brillaron con luz propia, Emilianito, Israel Romero, Juan Rois; Cocha, aparecieron nuevos valores en la composición, Marín, Romualdo, Marciano, Moya, Rosendo, entre otros, esos eran los referentes y a ellos había que parodiar.

Comenzó la búsqueda incesante, los disqueros no preguntaban por originalidad y creatividad, la pregunta era ¿a quién se parece?  y  aparecieron copias imitadores o émulos, como se les quiera llamar. 

Esta práctica ha costado desarraigarla, porque aunque las disqueras han desaparecido del mercado, este papel lo asume la televisión y sus famosos realitis como “Yo Me Llamo, o Yo soy” y los de estudios de grabación que proliferan, aplicando las mismas técnicas de los disqueros, que han sido de  nefastas consecuencias  para las nuevas y originales figuras de la música vallenata.

Ante la avalancha de nuevos  Cd, bueno es el control natural, y ese trabajo de decantación  lo hace el público, que es el sabio.

 

Luis Augusto González: “El Barrilito  es una marcha mejicana” lo exprese en término coloquial;  cuando iba a iniciar la función de cine, decíamos  sin ninguna prevención: ya pusieron la marcha,  al escuchar esta canción.

 

Columnista
13 agosto, 2013

Originalidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Celso Guerra Gutiérrez

Comparto la columna del investigador, coleccionista y compositor, Julio Oñate Martínez, sobre los disqueros, y su alta injerencia en la música vallenata, al descalificar y promover canciones, pero además influyeron en la interpretación y el canto de algunos de nuestros músicos.


Por Celso Guerra Gutierréz

Comparto la columna del investigador, coleccionista y compositor, Julio Oñate Martínez, sobre los disqueros, y su alta injerencia en la música vallenata, al descalificar y promover canciones, pero además influyeron  en la interpretación y el canto de algunos de  nuestros músicos.

Nadie puede negar  la ayuda del disco, en la música del valle, sin él, esta no hubiera alcanzado el rol y la importancia que tiene, pero, lamentablemente las políticas de mercadeo de las disqueras, han sido lesivas para el folclor, lo desnaturalizaron, imponiendo el balanato y la nueva ola.

Cuando las disqueras llegan a Valledupar, atraídas  por el Festival Vallenato, el folclor estaba intacto, nuestros juglares  interpretaban la música en su más fiel expresión.

Si había diez o veinte acordeoneros, eran esos los estilos que existían y la preocupación  de ellos, era no parecerse musicalmente al otro.

Es la  generación de los setenta, la que comienza a saborear las mieles de la aureola disquera, y con ésta una camada de cantantes, acordeoneros y compositores  que maravillaron a Colombia.

Este éxito fonográfico,  no lo había vivido nunca la música vallenata. Entonces los disqueros se engolosinaron y decidieron explotarla al máximo; unieron parejas musicales que nunca fueron exitosas y separaron exitosos que jamás lo volvieron a ser.

En el mercado se consolidaron, cantantes que se convirtieron en iconos por ser  excelentes voces,  y  vendedores de discos, Oñate, Zuleta, Diomedes; Zabaleta, Orozco, Brito, y más acá Villazón; además acordeoneros que brillaron con luz propia, Emilianito, Israel Romero, Juan Rois; Cocha, aparecieron nuevos valores en la composición, Marín, Romualdo, Marciano, Moya, Rosendo, entre otros, esos eran los referentes y a ellos había que parodiar.

Comenzó la búsqueda incesante, los disqueros no preguntaban por originalidad y creatividad, la pregunta era ¿a quién se parece?  y  aparecieron copias imitadores o émulos, como se les quiera llamar. 

Esta práctica ha costado desarraigarla, porque aunque las disqueras han desaparecido del mercado, este papel lo asume la televisión y sus famosos realitis como “Yo Me Llamo, o Yo soy” y los de estudios de grabación que proliferan, aplicando las mismas técnicas de los disqueros, que han sido de  nefastas consecuencias  para las nuevas y originales figuras de la música vallenata.

Ante la avalancha de nuevos  Cd, bueno es el control natural, y ese trabajo de decantación  lo hace el público, que es el sabio.

 

Luis Augusto González: “El Barrilito  es una marcha mejicana” lo exprese en término coloquial;  cuando iba a iniciar la función de cine, decíamos  sin ninguna prevención: ya pusieron la marcha,  al escuchar esta canción.